Capitulo 1: Ágata

69 3 3
                                    

Primer Capítulo: Ágata

Me dijeron que en el orfanato cercano, dos calles apenas de mi casa, estaban buscando personal para poder cuidar a los niños. Yo había acabado de estudiar y, realmente, necesitaba un cambio de aires. Precisamente me había mudado a esa ciudad con la esperanza de poder ser un tipo nuevo después de meses de fracasos. La vida es un asco.

Ciertamente no trabajaría solo por amor al arte, también influiría el hecho de que las cosas no se pagan solas, y en un ambiente distinto el pedir dinero a quienes conozco no existe como solución a mis problemas.

De tal forma que me presenté, no había muchos que se presentarán a ese puesto de trabajo...por no decir nadie más que yo. Cada vez que les hablaba a los tenderos y gentes varias acerca de mi objetivo de trabajar allí se le crispaba la miraba y me animaban a dejarlo, las cosas que se escuchaban sobre ese orfanato eran como para poner pies en polvorosa de aquel pueblo de apariencia adorable.

No era tanto el orfanato lo que llegaba a dar miedo, realmente me dijeron que era una niña, un bebe hace cinco años cuando llegó.

Según decían la niña atraía las desgracias y que por su culpa muchos niños del orfanato habían sufrido trágicos accidentes. Yo no sabía que pensar, las pruebas estaban allí, niños habían muerto y todos ellos habían acosado, o habían tenido algún conflicto con la pequeña. Supuse que en una situación así no podría haberse controlado, si de verdad era cierto, y habría lanzado algún tipo de maldición sobre ellos.

¿De qué estoy hablando? Es una niña de cinco años por el amor de Dios, solo de pensar algo es un insulto a mi inteligencia. ¿Cómo podría hacer tal cosa? Ni que fuera ella una bruja.

La respuesta sobre el trabajo llegó, y parecieron bastantes sorprendidos de ver a alguien que por fin aceptaba ese puesto de alto riesgo, aunque no creí que fuera para tanto. Y fue así como entré a trabajar en un sitio que me cambiaría la vida, totalmente. Toda la visión del mundo que me rodeaba, todo, entraría en un torbellino de incredulidad y cosas que aún a día de hoy sigo sin explicarme.

Aquella mañana había una niebla espesa, de esas que crees que te matarán por asfixia. Hacía frío y me hubiese gustado haber ido con la chaqueta de cuero que me regalo mi padre, y antes a él le perteneció, pero supuse que ir vestido así les intimidaría y no quería que eso pasara, por lo que decidí optar por una vestimenta simple formada por camisa, camiseta, vaqueros y zapatillas.

Me recibieron de forma bastante fría y me presentaron a los niños como presentan a los enemigos al soldado que va de carne de cañón. Sentí bastante desconfianza y también me cabreo un poco. No debía demostrar eso y me quedé en la habitación con los niños. La habitación era grande y parecía una clase. Había armarios y las ventanas que daban al pasillo estaban cubiertas de dibujos, de sueños en papel.

Tarde tiempo en darme cuenta de que en una esquina de la clase los dibujos se volvieron monocromos y deformados, como si allí la inocencia dejará de tener sentido y todo ese mundo de rosas y golosinas cambiara de forma mostrando realmente la naturaleza de todo este mundo, un mundo donde lo infantil se vive de manera completamente distinta, una verdad dura y corrosiva disfraza de iconos de niñez. En esa esquina, por detrás de los niños riendo y celebrando curiosos la llegada de un nuevo "compañero", vi a una niña de pelo marrón claro que, por acción del poco Sol que llegaba a su esquina, se dejaba denotar unos cuantos pelos rubios.

La mire durante todo el tiempo que estuve allí, sin que nada pudiera apartarme totalmente de esa figura menuda y débil, pero oscurecida, casi como si tuviera una aura de amarga soledad rodeándole el alma, casi tan notable que me entraba en las venas y parecía que me hacia llorar, mientras la vida seguía fuera.

Los niños, desde los mayores hasta los más pequeños, solían dormir una siesta para poder así quedarse jugando hasta tarde, porque sería inevitable, o eso me dijeron.

Durante la siesta todos dormían en una sabana enorme tirada en el suelo, cosida, haciendo parecer cada trozo como el reino de los sueños de cada uno. Se dormían con una musiquilla salida como de una caja de música antigua, "Pop goes the wease" creo que se llamaba. Todos se dormían con ella. En el silencio interrumpido únicamente por la sonora repetición se podía distinguir como sin querer ser detectada, estaba la niña pequeña de aquella sombría esquina tarareando con emoción, pero con sigilo, la cancioncilla, a mi parecer, demasiado macabra para esos niños.

Avance hasta el fondo de la clase y la vi de cerca, eran unos ojos penetrantes en el alma que no contrastaban, más bien se contradecían, con la sonrisa que me dedico, sin dejar de tararear.

Me senté frente a ella con cuidado de no intimidarla, y ella siguió cada uno de mis movimientos, no se si con una posición defensiva o por simple observación de algo inusual.

Iba a hablarle, pero me interrumpió:

-¿Por qué hablas conmigo? Nadie suele hacerlo

-Bueno, yo...-Intente ser natural, estaba nervioso- tenía curiosidad por ti, parece que esa canción te gusta mucho.

Me miró con cierta desconfianza.

-Le gusta a un amigo mío, por eso le tengo cariño

Observe con cautela de que no adivinara mis movimientos, quería ver si alguno de esos niños estaba despierto oyendo la canción o simplemente parecía disfrutar mientras dormía con ella. Pero no vi a nadie

-No es ninguno de ellos. Ellos me odian, y no les culpo - Se deprimió, y relacione ya automáticamente los chismes del pueblo con lo que podía percibir.

-¿Por qué dices eso?

-Mis amigos, ellos odian a mis amigos, se ríen de ellos, y yo no puedo hacer más que darles la razón. Se comportan mal con nosotros, y sin querer deseo que sufran. Entonces pasan cosas, y me castigan...

-¿Dónde están tus amigos?

-En todos sitios, pero solo aparecen cuando estoy yo sola. Si no ocurren cosas, porque a algunos no les gustan que les vean.

Me pase toda la tarde hablando sobre sus amigos, y sobre cómo se divertían juntos, apartándose de los demás que no la comprendían y solo la hacían sufrir.

Las semanas pasaron y vi cada día su soledad crecer más, aunque parecía abrirse conmigo, solo un poco, pero algo.

Se llamaba Ágata, o así era como le habían puesto sus amigos, me solía decir, y cada uno tenía un nombre, pero no parecía tener tanta confianza como para decírmelos, y evitaba la conversación.

Llevaba siempre un muñeco de lana, sin detalles, un cuerpo negro y una cabeza blanca, solía llevarlo a todas partes y nadie sabía de dónde lo había sacado. Solo que desde el día que llego, lo llevaba. Eso si les parecía rara una inscripción detrás de la cabeza del muñeco, en uno de los hilos, en muy pequeñito, se leía: "Show Time"

No sabía que pensar, solo que me interesaba demasiado, era como si fuera una parte de mi vida. Íbamos haciéndonos amigos, aunque yo creo que me seguía viendo como un desconocido.

Al cabo del tiempo vi que quería ayudarla, y la adopte. Me comprometí a protegerla.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Dedico esta historia en especial y únicamente a mi sra.hija, Ágata que siempre está allí cuando la necesito y siempre me tiene que soportar. Que se divierte asustándome contando creepypastas y siempre consigue sacarme una sonrisa. Gracias por creer en mi y sigue sonriendo.

Te quiero, sra.hija ^^


ÁgataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora