Capitulo 2: Griterio

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La reacción de la gente por aquel acto, que ellos llamaban estúpida sensiblería barata, llevo a que pronto mi vida se convirtiera en una plaga contagiosa para todos los que vivían cerca. Se alejaban, murmuraban y nos apartaban la vista. Cuando pasaba con ella todos entonces se acercaban pero solo para empujarnos demostrando que, a nosotros dos, ya no nos consideraban humanos.

Sin embargo, esto no fue excusa para que yo la dejara de lado, temiendo ser objeto de los linchamientos de los miedosos y supersticiosos. Es más seguí tan pendiente de ella, en una rara fusión de preocupación y curiosidad.

A todas mis preguntas sobre lo que había pasado en el orfanato respondía siempre hablándome de sus amigos, que jugaban con ella y con los que la oía hablar por las noches. No parecía que durmiera, y de comer, comía bastante poco. Cuando la quise llevar al médico simplemente se sentó en el suelo y se negó en redondo a salir de casa para que la llevara a tal sitio. No sabía si era miedo o simplemente ya pasaba de establecer contacto o de necesitar a cualquier otra persona de aquel pueblo.

Seguía preguntándome porque conmigo sí que hablaba, no era nadie demasiado especial. Nunca llegue a destacar.

En fin, no hay mucho que contar de aquellos días. Seguía de la misma forma, como si el tiempo no pasara por ella. Su mente se abría poco a poco y la presión que establecía el pueblo sobre nosotros parecía volverse asfixiante.

De tal manera que unos meses después de haber llegado y haberla adoptado me despidieron de mi trabajo, alegando "Poca profesionalidad" y esta vez sí que vi a gente dispuesta a reemplazarme. Todo el mundo en aquel lúgubre lugar parecía más alegre y yo no sabía que pensar.

Con el dinero que había conseguido ahorrar me fui de aquel asqueroso pueblo, en tren, porque Ágata me lo pidió. No tenía claro a donde ir, solo quería, pues eso, irme. Al ir a entrar en el tren, y como aún estaba un poco molesto con la actitud de aquellos pueblerinos, escupí al suelo sin saber muy bien porque lo hacía, casi como un reflejo.

-¿Por qué haces eso?-Me preguntó sin mostrar ninguna actitud, ningún sentimiento.

-Significa desprecio, pero tú no debes hacerlo, es de muy mala educación.

-Ahm-Se limitó a aceptar lo que le dije, como si no hubieran lugar a dudas.

El viaje en tren fue bastante placentero, la gente no nos conocía, y por lo tanto, no parecía tenernos miedo, ni asco, o lo que quisiera que fuera que nos tenían.

-Ahora viviremos una nueva vida, lejos de aquí. ¿Estás feliz?

-¿No me abandonaras?

Se me rompió el alma cuando dijo eso, por primera vez me sentí realmente como un padre

-Por supuesto que no

-¿Y pueden vivir con nosotros mis amigos?

-Claro, ¿Me vas a decir algún día quiénes son?

- No puedo, son muy tímidos.

-Solo dímelo, no hace falta que me los presentes-Esperaba conseguir algo más, pero parecía dispuesta a guardar con recelo el secreto sobre sus amigos

-No puedo, ellos me dicen que no debo confiar aún en ti

De repente se me vino encima un peso, el de un paso hacia atrás en el enlace.

-¿Y eso por qué?

-No les caes bien, dicen que me alejaras de ellos

-¿Y tú qué crees?

Nos miramos en un lapso de unos cinco minutos, sin que ninguno dijera nada. Ella no me dio una respuesta y yo no quise agobiarla a que me la diera. Finalmente se giro hacia un lado, y se durmió.

El resto del viaje se lo pasó dibujando, pero no a mi lado. No quería que viera sus dibujos. La encontré dibujando en uno de los baños del tren, le gustaba dibujar sola.

En cuanto me vio entrar me echo, como si estuviera realmente en el baño. Pero solo dibujaba, mucho en muy poco tiempo y no tan mal como se esperaría de una niña tan pequeña. Lo que me recordaba que no conocía el día de su cumpleaños, con lo reservada que era seguro que lo sabía y no me lo había dicho.

Se lo pregunté aprovechando que estábamos a punto de llegar y que ella seguía allí dibujando, solo salía para comer.

-13 de Febrero, o eso me dijeron. Fue el día que me recogieron en el orfanato.

Estábamos a Agosto, aún quedaba mucho. Me alivie.

Bajamos y alquile una habitación para los dos, por entonces no mostro ninguna emoción. Solo pareció sorprendida cuando en el hotel que nos encontrábamos una pareja gritó. Sus cuerpos fueron encontrados mutilados y convertidos en muebles comunes, como quien trabaja con madera.

Ella sabía lo que era, o al menos, tenía esa sensación. Porque nunca la había visto así.

Oco


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