Cada noche, la señora de Gribelin preguntaba, consumida por la angustia:
-¿Y la señora Simón?
Y cada vez él respondía con un abatimiento desesperado:
-¡No ha cambiado nada, nada!
Despidieron a la mucama, cuyo salario se había vuelto demasiado difícil de pagar. Se economizaba aun más que antes, toda la gratificación se había evaporado.
Hector entonces juntó a cuatro médicos que se reunieron alrededor de la anciana. Ella se dejó examinar, tocar, palpar, mirándolos con ojos taimados.
-Tenemos que hacer que camine -dijo uno. Ella exclamó:
-¡No puedo, buenos señores, no puedo!
Así que la agarraron, la levantaron, la arrastraron algunos pasos; pero ella se les escapó de las manos y cayó al suelo, lanzando gritos tan terribles que ellos volvieron a colocarla en su asiento, con infinito cuidado.
Ellos emitieron un diagnóstico reservado, concluyendo no obstante, en la imposibilidad de que ella trabajara.
Y cuando Héctor le trajo la noticia a su esposa, ella se dejó caer en una silla, murmurando:
-Será mejor traerla aquí, costaría menos.
Él saltó:
-¡Aquí, a nuestra casa! ¿Estás pensando en una cosa tal?
Pero ella respondió, resignada a todo, ahora, y con lágrimas en los ojos:
-¿Qué quieres, amigo mío? No es mi culpa...
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Esta historia del escritor francés Guy de Maupassant (1850 - 1893), es uno de sus cuentos cortos, publicado en 1883. Fue traducida por mí de su versión original (en el dominio público) en francés. La traducción al español es de mi propiedad. © 2015 Ginnevra Dubois
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A Caballo de Guy de Maupassant
Historia CortaUn paseo a caballo en el París de los 1880s