c e r o

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Las nubes tienen un toque violáceo, se amontonan como grandes y oscuros algodones de azúcar. El sol de oculta tras las montañas a lo lejos y yo continúo mi camino, a grandes pasos recorro la calle que está prácticamente vacía, el tacón de mis botas haciendo ruido en las zonas más vacías. Me encojo cuando una brisa fresca me envuelve y me molesta el hecho de que, al volver a casa, va a mirarme por encima del periódico o de un par de papeles que últimamente no deja de lado, elevará sus cejas y musitará un: debiste llevar el suéter, justo como te lo dije, en un tono burlón.

A veces siento que todo lo que pasamos lo cambió de alguna manera. Es más maduro, es más confiado, tiene más conciencia en lo que hace. Es como si hubiera envejecido diez años. Es como si tuviera treinta y cinco en lugar de veintitrés.

Ha sido un año relativamente tranquilo, la rutina me ha envuelto y me pregunto si acostumbrarme al día a día es malo. Si perder la emoción en lo que hago es signo de que algo va mal. Si hacer todo como parte de una rutina, una serie de instrucciones que debo realizar paso a paso, es un signo de que debo cambiar algo.

Sin embargo, no me atrevo a hacerlo. Porque es bueno tener algo estable, algo fijo que no se desvanecerá de un momento a otro.

Detengo mi camino para ajustar uno de los cordones de mi bota, el peso de mi mochila cae sobre mí. Volver a la escuela fue difícil, también. La universidad es complicada y superar los cuchicheos constantes de todos aquellos que tienen una mínima idea de lo que sucedió es un reto, pero poco a poco, eso va terminando. Supongo que la novedad de la chica que dejó la preparatoria en su último año, que después desapareció de un momento a otro y que reapareció, inscribiéndose en la universidad, ha pasado.

Me quedo en cuclillas, esperando a que las personas dejen de pasar a mí alrededor para ponerme de pie y no golpearles. Después las sigo, hasta llegar al final de la calle, donde un semáforo peatonal nos detiene, formando un pequeño grupo que desea cruzar la avenida.

El grupo se dispersa, pero yo permanezco en la orilla, siendo golpeada e insultada por aquellas personas que tienen prisa. Algo me detiene, y no sé exactamente qué es eso. Es un olor, es tan característico y desagradable. Es similar al tabaco, pero mezclado con frutilla. Es dulzón y rasposo, mis fosas nasales se irritan y tallo mi nariz, deseando retirar la desesperante sensación. Huele como ese incienso que utilizan en las cosas esotéricas, pero se pega a mi garganta ahogándome. ¿De dónde diablos viene eso?

Me retiro de la orilla, camino a un lado y después desvío mi trayecto original hacia la izquierda, internándome en una serie de pequeños edificios que funcionan como apartamentos. Es una zona bastante popular y quizás, si no me equivoco, es una de las más costosas y codiciadas para vivir en la ciudad. El aroma persiste, envolviéndome e irritando mis fosas nasales a tal grado que tengo que estornudad dos veces para deshacerme de la comezón. Miro a mi alrededor, la vacía calle parece estar llena de vida a pesar de estar tan solitaria, solo hay un par de personas por ahí, pero supongo que la esencia del lugar lo dan los edificios.

Ahora entiendo porque esta zona es tan codiciada.

Mi teléfono vibra en el bolsillo de mis pantalones, pero estoy más distraída en el lugar para darme cuenta de eso y apresurarme a responder a la llamada.

El aroma es más fuerte y parece provenir de una de las plantas bajas de los edificios. Espero encontrarme algún letrero que anuncie a alguna mujer que lee las cartas y ese tipo de cosas. Lo que menos espero, es ver a una rubia, recargada en el borde de la ventana. Su largo cabello cayendo desordenado sobre su rostro, mientras se mantiene fumando un cigarrillo. Ella mira al cielo y sus facciones están distorsionadas para mí gracias a las nubes de humo blanquecino que se forman en frente de su rostro cada vez que exhala.

El día de la biblioteca, las risas y las peleas. Todo pasa frente a mis ojos en pequeños flashes que me hacen dar un par de pasos atrás, incrédula de que ella esté aquí. Me retiro, dando pasos de espaldas, sin retirar mi mirada de la chica. Esto no tiene buena pinta, y si ella me ve aquí, todo será peor.

Choco con una persona, me giro y cruzo corriendo la calle vacía sin siquiera disculparme. Desesperada por llegar a casa. Desesperada por eliminar mis sospechas.

Desesperada por abrazar a Niall con todas mis fuerzas y asegurarme de que aún sigue a mi lado.



NOVIEMBRE 2015


Brave | niall horanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora