d i e c i o c h o

942 84 22
                                    

Llego a casa en un santiamén y me apresuro por hacer parecer que jamás salí de casa, trato de conciliar el sueño y mis parpados comienzan a ceder en el instante en que la alarma despertadora se activa y suelto un gruñido. Maiah solo se mueve en las sábanas y se gira para encararme, me da una pequeña sonrisa aún adormecida y es la cosa más maravillosa con la cual podría despertarme.

Maldición, la amo tanto.

Y estoy secretamente aliviado de que ella no esté molesta conmigo por lo del día anterior, por no haberle dado las respuestas que esperaba, y porque tampoco se dio cuenta de mi escapada de la madrugada.

—Tengo que ir a la universidad hoy. —se queja con un puchero, beso sus labios rápidamente y luego la aliento a que salga de la cama y asista a sus clases.

Algo que es un completo misterio para mí, es el hecho de porqué dejó de un momento a otro la gimnasia, eso que era su pasión, y lo reemplazó por una licenciatura en derecho. Ella está estudiando leyes, matándose para estudiar por las noches, cuando su habilidad en la gimnasia era magnifica. Yo amaba verla practicar desde mi usual lugar bajo la sombra de aquel roble en la preparatoria, probablemente cambiaría un montón de cosas para verla hacer eso de nuevo.

Maiah hace su usual rutina y yo no me preocupo por levantarme de la cama, me siento agotado y las horas de sueño que cambié para escapar temprano, están cobrándome ahora. Quizá, podría dormir mientras Maiah está en la universidad, faltaría al trabajo... pero necesito hablar con mis superiores y hablarles de mi situación. No puedo tener un ojo pegado en mi investigación y otro en la seguridad de mi novia. Es bastante agotador, lo he hecho durante meses, pero ahora, que tengo la sospecha de que todo este tiempo Julia estuvo apoyando a Joe... bueno, no pienso arriesgar nada.

Con el pensamiento, tomo una ducha velozmente y luego me visto a la velocidad de la luz para alcanzar a Maiah en la cocina y desayunar con ella.

—Fui muy borde ayer, lo siento. —es lo primero que ella dice al notar mi presencia en la cocina. Suelto el aire que contenía y llego para abrazarla por detrás, después coloco un beso en su mejilla y descanso mi cabeza en su hombro.

—No pasa nada, estoy acostumbrado. —bromeo estúpidamente y ella me golpea con la cuchara con la que revolvía su té de canela. Amo como huele la canela.

—Ja, ja. Yo trato de ser amable y me disculpo por mi comportamiento y llegas con tus chistes sin gracia. —se queja, haciéndose a un lado para alcanzar la barra de pan y prepararse un emparedado.

—Nena, sabes que hago esas bromas sin sentido, deberías estar acostumbrada a que digo tonterías cuando menos debería hacerlo. —replico y robo el pan de su mano. Quiero aprovechar que está de buenas, quiero que la sonrisa que tiene en su rostro en este instante permanezca en su cara todo el día porque sé que eso significa que ella está viviendo el presente y no está comiéndose la cabeza, como usualmente lo hace.

Media hora más tarde, yo estoy dejándola frente al edificio de la universidad donde toma sus clases. Estaciono y luego llamo su atención, porque necesito avisarle que es probable que no pase por ella cuando sea hora, como he acostumbrado a hacerlo cuando me encuentro en Dublín.

— ¿Por qué no? —ella pregunta con curiosidad y sonrío en ternura cuando noto que trata de hacer un puchero. Eso no es algo en lo que ella sea experta.

—Tengo algo de papeleo que hacer hoy, así que es una probabilidad de que tengas que viajar en casa en transporte público. —explico cortamente, esperando que sea suficiente para ella.

Exhala el aire que contenía y asiente, después besa rápidamente mis labios.

—Nos vemos en la tarde, entonces.

Brave | niall horanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora