d i e c i n u e v e

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He visto esta escena un montón de veces, he sido testigo de lo que está ocurriéndome ahorita mismo en repetidas ocasiones cuando mi empleo en el departamento de policía me obligó a acudir a los hospitales para levantar el reporte de lo ocurrido. Así que suelto un suspiro en derrota y dejo que los paramédicos hagan lo que tiene que hacer, a pesar de que en el fondo lo único que quiero hacer es saltar de la camilla y correr hacia Maiah para asegurarme de que se encuentra bien, sin embargo, me colocan una mascarilla con un gas para calmar el dolor y poder revisarme con mayor comodidad. Trato de luchar contra la densa nube de medicamento, y es en vano, mis extremidades, el dolor y al final, las preocupaciones, se disuelven.


(...)


Despierto y no quiero pensar en la cantidad de tiempo que ha pasado.

Parpadeo un par de veces, hasta que mis ojos se adaptan a la iluminación. Reconozco que me encuentro en la sala de emergencias y me siento ligeramente aliviado de no haber sido subido a piso porque eso me dice que lo que a mí me pasó, no fue grave. Algunos golpes leves, con suerte.

Intento sentarme y logro hacerlo con más facilidad de la imaginada, de inmediato una enfermera me nota y me obliga a permanecer recostado. En el pequeño forcejeo, logro darme cuenta de que, de hecho, no tuve tantos daños como era de esperase en un accidente tan aparatoso.

—Disculpe, debe permanecer recostado hasta que el médico acuda y le indique que es preciso sentarse. —la mujer habla tranquilamente, porque ella está acostumbrada a pacientes tercos como yo. Asiento y me dejo recostar sobre la camilla de emergencias, me sonríe satisfecha. —Llamaré al médico ahora mismo.

Trata tranquilizarme, y si no fuera porque estoy repentinamente muy cansado, saliera corriendo para buscar a Maiah en este hospital.

Maiah.

Contradiciendo a todos mis planes por ser un buen paciente, me levanto por segunda vez con la misma intención que no pude reconocer al principio. Encontrar a Maiah, asegurarme de que se encuentra con vida...

—Eh, eh, eh, eh. —la voz conocida de la pelirroja no tarda mucho en llegar a mis oídos, su mano se coloca sobre mi pecho y me aplasta contra la incómoda camilla una vez más. — ¿A dónde tan rápido, vaquero? —se burla y la miro a los ojos. El reconocimiento brilla en sus ojos verdes y palidece. — ¿Niall? ¿Qué diablos estás haciendo aquí?

—Bueno, yo iba a preguntarte lo mismo. ¿No se supone que estabas fuera de Dublín, estudiando medicina? —eso es lo que Maiah me había dicho que su mejor amiga había estado haciendo.

—Me apunté para realizar algunas guardias médicas y justo he comenzado hoy, entre más créditos consiga y entre más pronto lo haga, será mejor. —explica. —Y no comiences a señalarme y culparme porque no le he mencionado a Maiah para notificarle que estoy de vuelta en la ciudad, estuve tratando de llamarla, pero el viejo aparato que ella llama "celular" me desvía las llamadas. —Marcie rueda los ojos y luego da un par de pasos hacia atrás, para alcanzar la tablilla con mi información. — ¿Un accidente, Niall? ¿Conducías ebrio? ¿Maiah sabe de esto? ¿Debo llamarla?

—No yo-

—Aunque, hay buenas noticias... al parecer, lo único que te pasó es tienes heridas superficiales en el rostro. Tienes tanta suerte, Niall y son heridas que sanarán inmediatamente. Ella estará contenta de-

—Ella también estaba en el accidente, Marcie. ¿Dónde está ella? —la interrumpo, dejando que mi desesperación se filtre en mi tono de voz. La pelirroja palidece tanto que su piel parece pergamino. — ¡Necesito saber cómo demonios se encuentra ella, maldición! —grito y los ruidos de desaprobación de las demás personas en la sala de emergencias ante mi tono de voz no se hacen esperar, pero en realidad, me importa una mierda.

Brave | niall horanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora