Las cabañas del maíz: Parte 16

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Los rostros de ambos aventureros pasaron de la felicidad absoluta a convertirse en rostros pálidos y dominados por la angustia. Una lágrima casi imperceptible recorría brillante los ojos de Germes mientras, la frustración aparecía poco a poco en su corazón.

Eso fue lo que encontraron al llegar a la aldea, o mejor dicho... lo que quedaba de ella. Ante ellos se hallaba una escena brutal, donde se respiraba la muerte y la agonía...casas derruidas o quemadas, restos y escombros y cadáveres tanto de humanos como de orcos, de niños...todos los rincones de la aldea parecían haber sido arrasados.

-No...no puede ser -se lamentaba Germes- estuve aquí hace apenas dos semanas...

Se quedó allí de pie, inmovil a escasos metros de aquella repugnante escena...con los ojos humedecidos y deseosos por derramar algunas de las lágrimas retenidas, por manifestar de algún modo lo que Germes sentía en aquél instante. No hubo llantos ni lagrimas, sino gritos y rabia, tirado en el suelo, golpeandolo hasta quedar sin energía.

-¿Qué vamos a hacer? -Preguntó Gargoth. Para él era la primera vez que se presentaba una escena semejante. Germes permaneció en silencio unos instantes y dijo al fin:

-Vamos a cazar orcos.

Acto seguido se dirigió hacia una gran cabaña, bueno, a los restos de esta, luego comenzó a apartar sillas y mesas medio quemadas o rotas, dejando un espacio libre en el centro de la sala. Gargoth suponía que aquélla cabaña había sido anteriormente una taberna del pueblo o algo similar. Cuando hubo un espacio libre de considerable tamaño en el suelo de aquélla especie de taberna Germes se agachó, colocando la oreja muy cerca del suelo, y luego comenzó a dar pequeños golpes con los nudillos en el suelo, como si buscara algo bajo este.

-Venga...vamos tienes que estar por aquí -decía entre susurros para él mismo. Al cabo de unos segundos los golpes sonaban diferentes en una zona concreta del suelo- ¡ahá! -exclamó. Agarró con fuerza un tablón de madera suelto en el suelo y lo levantó, dejando al descubierto una especie de trampilla.

-Sabía que aún estaba aquí.

-¿El qué exactamente? -preguntó Gargoth confuso.

-jajaja -rió Germes- esta trampilla lleva a un sótano oculto bajo lo que queda de una taberna llamada las cuatro herraduras, a la que tu abuelo y yo solíamos ir.

-¿Las cuatro herraduras?

-Si chico, así se llamaba este sitio; Las cuatro herraduras.

Mientras hablaba, sacó la mochila y la abrió, para sacar una antorcha que instantes después encendía con el pedernal. Era de día pero Germes deducía que allí abajo no entraría mucha luz, aún con la trampilla abierta. Bajó al sótano e indicó a Gargoth que permaneciera allí arriba, esperando a que él saliera, pero este no pudo resistir la curiosidad y bajó tras Germes.

Era como una pequeña cueva donde había una gran pila de armaduras y armas, como si hubieran sido trofeos de victorias pasadas, algunas exhibidas en las paredes irregulares de aquélla cueva, esta estaba medio derruida, y se apreciaban multitud de grietas, algunas de considerable tamaño.

-Chico, te dije que no bajaras...

-Lo siento pero quería ver que había aquí abajo -explicó Gargoth mientras exploraba la estancia con la mirada.

Germes agarró piezas de una armadura de cuero y unas botas, se lo entregó a Gargoth y dijo:

-Ve arriba y colocatelo, ahora subo -y eso mismo hizo Gargoth, instantes después tenía la armadura de cuero puesta y la espada de su abuelo envainada y colocada en el cinto, Germes, por el contrario llevaba una armadura aparentemente idéntica a la de Gargoth pero era de un color diferente, más oscuro.

-Vamos Gargoth, nos queda un buen trecho.

-¿Un buen trecho?¿Para llegar a dónde?

-Vamos en busca de un amigo, de ayuda. Quiero saber que ha ocurrido aquí y se de alguien que puede averiguarlo.

Estaban listos.


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⏰ Última actualización: Oct 20, 2015 ⏰

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