Acompañame a estar solo.

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Cuaderno 1.5

23 septiembre del 2002.

Jeremy:

Esta carta seguramente será mucho más larga, ya que tengo muchas cosas que contarte. Mucho cambió desde la última vez que te escribí.

Te extraño, muchísimo, es lo único que no cambio ni cambiará. Hace más de un año que tu ausencia me parte malditamente el corazón, cada vez que veo a un joven tocando la guitarra, cargando pesadas mochilas -llenas de libros, seguramente-, o una pareja de adolescentes enamorados... Pienso en ti. En todo lo que te faltó vivir, en todo lo que no hiciste y ya nunca harás y si bien no dejo caer las lágrimas, mi corazón llora.
Pero todo esto lo sabes, te lo escribí mil veces. Te contaré algo nuevo, ya no todo es tan oscuro. Te relataré el porqué, presta atención...

El día del aniversario de aquella tragedia, nuestro padre decidió que deberíamos asistir al acto que se hizo en conmemoración a las victimas.
Me negué, no le veía el sentido, aquello solo me iba a hundir más. Pero cuando a nuestro padre se le mete algo en la cabeza no hay nada que le impida hacerlo, sabes bien de lo que hablo, ya que tú eras igual. Dijo que era lo último que me pedía, que luego podría seguir con mi vida como me viniera en gana, que él no me juzgaría; pero necesitaba tenerme cerca ese día, sentir que no había perdido a ambos hijos aquella mañana. Acepté, pero la realidad es que si murieron sus dos hijos aquel día...
El lugar estaba lleno, la tristeza, el dolor y la rabia que se sentía eran tan intensos que casi eran palpables. A los diez minutos de iniciar la ceremonia sentí que me ahogaba, quise cumplir con nuestro padre, pero me era imposible. Lo miré a los ojos pidiéndole disculpa en silencio y me retiré. Caminé tambaleándome, no había tomado un trago pero estaba borracho de la angustia. No podía respirar y las piernas me fallaban, me senté en un banco del parque que estaba atravesando, sentía que tendría un ataque de pánico, como cuando era pequeño.
Un sollozo profundo y sumamente triste me sacó de mi ensimismamiento. Y allí la vi, Jeremy. La chica se encontraba con la espalda apoyada a un álbol, abrazaba sus rodillas y ocultaba su rostro entre ellas. No la conocía, no sabía porque lloraba, y ciertamente yo no era el mejor para consolarla, pero igual me acerqué y le pregunté que sucedía; me contestó sin levantar la cabeza: "La vida, me pasa, es una mierda". Y la entendía tan bien que no la contradije. Me senté a su lado en silencio porque sabía, por experiencia propia, que las palabras no son consuelo.
Una hora después, se levantó, sacudió la tierra de sus pantalones, me miró por primera vez, sonrió tristemente y se marchó. Me quedé allí, viéndola alejarse, y en mi mente se reprodujeron aquellas palabras tuyas: "No importa que sea joven, sé lo que siento. Ya te llegará el momento donde se te corte la respiración y te quedes sin palabras al ver a una mujer, a tú mujer". Siempre fuiste tan maduro...

No sé porque las recordé, capaz porque al ver su rostro sentí que se vaciaban mis pulmones y la boca se me secaba. Es hermosa, Jeremy, jodidamente hermosa.

Desde esa mañana, volví todos los días a aquel parque. Me quedaba una hora o dos sentado contra el árbol, pensando en ti, en ella, en lo miserable que es mi vida. Hasta ayer que, unos minutos después de llegar, sentí su presencia. Se sentó a mi lado, nos miramos, entrelazó sus dedos entre los míos, miró hacia el frente nuevamente y cerró los ojos. Nos quedamos así, en silencio, un buen rato. No sé en qué pensaba ella, pero mis pensamientos eran sobre aquella rubia que, con solo tomarme la mano, iba alejándome de la oscuridad en la vivo sumergido.

Te echo de menos. Quiero que la conozcas, que te reías de mi cuando te comente como sentí que el estómago me daba un vuelco cuando la vi, como ansio volver a escuchar su voz pero no tengo la valentía de hablarle, como cuento los minutos para volver a aquel parque rogando que ella se encuentre allí. Que me digas que ya estas harto de escucharme hablar de ella, como yo te lo decía cada vez que me hablabas de Valery. Quiero que estés acá...

Tom.

Come with me to be aloneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora