Dudas.

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Cyril's POV

-Joven Cyril, tiene que hablar con ella.- dijo la señora Madden en cuanto Belle dejó la habitación. Le había avisado que cenaría en unas horas, y que estaba invitada. Ella, aceptó con gusto, para mi alegría.

-No me llames así, Rossa- le respondí con una pequeña sonrisa en los labios,- hablaremos mientras cenamos- agregué tras ver su ceño ligeramente fruncido.

-Solo intenta ser amable y atento- dijo, yendo hacia la cocina.

Rossa Madden en una mujer de cabello blanco, mejillas regordetas y ojos verdes, que solía trabajar con mi madre, cuando ella aún vivía. Tras su muerte, se había ofrecido a cuidar de mí. Ella era, la madre que no supe disfrutar, la quería y respetaba muchísimo. Aunque a veces no lo pareciera.

Fui corriendo a mi habitación, y me derrumbé sobre la cama. Observé el cuarto. Sobre mi escritorio reposaba mi celular, el cual tenía algo abandonado desde que me maldijeron. Negué con la cabeza. Odio hablar de ello. Me entristece.

En la pared de corcho que hay a un lado, logro distinguir las fotos, y los momentos en las cuales fueron tomadas. Un recuerdo viene a mi memoria, y la escena se revive en mi mente. Mi cumpleaños número quince. Yo me encontraba en mi antigua casa, junto con mi padre, mis amigos y mi novia, Valery. Ella se encontraba sobre mi regazo, mientras besaba sonoramente mi mejilla. Papá se había tomado el día para celebrar junto a mí. James, mi mejor amigo, hacia caras raras junto con Paul, mi primo. Ese día había sido genial. Y cada vez que lo recordaba, mis ojos se humedecían, extrañando a todos. Arruiné todas y cada una de mis amistades. De mi vida anterior, no quedan más que recuerdos, motivo por el cual, intento reconstruir una nueva vida.

Es increíble como en solo un año mi vida se tornó tan solitaria; conviviendo solamente con los empleados de mi padre, siendo ellos mi único contacto con el mundo.

Mi padre es un hombre bastante joven y apuesto, adinerado y muy carismático. O al menos eso se dice. En mi opinión, mi padre es un viejo egoísta, soberbio y vanidoso. Apenas dejé de ser "normal", me encerró en este asqueroso lugar, me apartó de mis amigos, de mi familia, y todo para no quedar en ridículo con sus compañeros, odiaba a mi padre con todo mi corazón, y no podía entender como había sido capaz de llamarlo "modelo a seguir".

Mi madre debía haber estado loca como para tener algo con esa clase de hombre.

Mi madre..., cada vez que su rostro aparece en mi mente, mis ojos sienten la necesidad de expresar el dolor que su partida significó para mí. Recuerdo su piel pálida, siempre blanca, sin rastro de imperfección. Recuerdo su cabello negro como el carbón, atado en una trenza, adornado siempre con flores. Sus ojos azules, llenos de amor y alegría, y su sonrisa de dientes blancos. Las palabras de aliento que solía decirme cuando con solo cinco años, pintaba árboles, captando a la perfección sus colores. Las canciones que me cantaba antes de ir a dormir, su dulce voz y la forma en la que sus ojos me observaban, su risa, sus lágrimas de felicidad. Extrañaba todo de mi madre, hasta el más insignificante detalle.

Ni siquiera logré notar que su recuerdo llenó de lágrimas mis ojos. Tampoco me di cuenta de que me había parado y había comenzado a pintar.

Recordé el día que mi madre me había llevado al parque.

Recordé el instante en el que sus brazos me rodearon y me ayudaron a subir a ese viejo tobogán, cuando casi caigo al suelo; todo ese recuerdo, quedó plasmado en aquel lienzo.

Tras unos minutos de reflexión, me decido por mirar la hora y me sorprendo al darme cuenta de que habían pasado varias horas, y que no podría dormir una siesta, como tenía planificado.

La Bella y la Bestia... del siglo XXIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora