Capítulo 29: Misión cumplida.

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Caitlin se encontraba frente al espejo, alisando su cabello por secciones, mientras yo me dedicaba a atar en un lazo la parte trasera de la bonita falda roja de Claire. Lucía totalmente encantadora, con esa bonita falda, el suéter tejido beige de lana con pedrería en el cuello, sus zapatillas doradas y un bonito lazo del color de su falda sujetando su flequillo.

―Te ves preciosa ―le dije, asedando su falda. Ella sonrió alegremente. Caitlin ladeó la cabeza para verla, y no tardó en contagiarse con la sonrisa de la niña.

―¡Qué linda! ―chilló, castaña.

―Gracias ―respondió, dando una pequeña vuelta.

De repente, un olor a algo chamuscado invadió mis fosas nasales. Arrugué la nariz y miré a Caitlin, quien no tardó en mirarme de vuelta de forma inquisitiva.

―¿Tu cabello se está quemando o algo? ―le pregunté, mordiendo mi labio inferior. Caitlin negó con la cabeza.

―No lo creo ―contestó la castaña, poniendo la plancha de cabello sobre el tocador.

Yo no recordaba haber dejado nada encendido en el baño, y comenzaba a preocuparme.

―Huele como a... ―iba a decir Caitlin.
Entonces recordé que había dejado a Evan a cargo del pavo, y hasta el momento, ni siquiera había tenido la necesidad de bajar, así que salí corriendo como alma que lleva al diablo escaleras abajo.

El olor se intensificaba mientras me acercaba a la cocina, entonces comencé a escuchar a Brad y a Evan gritar desde la cocina, sitio del que procedía un espeso humo oscuro:

―¡Fuego, Evan, fuego! ―exclamaba Brad―. ¡911, auxilio, es una emergencia!

―¡Britney va a matarme, y todo es tu culpa, te dije que apagaras el horno en cuanto el pavo estuviera listo! ―respondía Evan, entre alaridos también.

Dicen que cuando estás en una situación peligrosa, de vida o muerte, no importa que clase de persona seas, nunca sabes cómo vas a reaccionar. Pero obvio, estos dos estaban actuando como un par de tontos. Y si no fuese porque mamá probablemente me asesinara, si el horno resultaba estar dañado, y porque posiblemente moriríamos incinerados, me estuviese riendo a carcajadas de la escena de mi hermano y Evan.

―¡Ayuda, necesitamos unos bomberos! ―seguía voceando Brad.

―¡Ni los bomberos, ni el 911 van a escucharte sino marcas tu teléfono! ―reprochó Evan.

Por fin, decidí intervenir.

―¿¡QUÉ DEMONIOS HICIERON!? ―exclamé yo, adentrándome en la cocina―. ¡Bradley, abre las ventanas para que el humo se disipe! ―ordené, acercándome con cautela. Sí, hacía calor, y no lograba ver nada, pero no parecían haber llamas de fuego por ningún lado.

―¿Y si me quemo? ―inquirió él, cobardemente.

―¡No seas estúpido, y haz lo que te digo! ―el obedeció, y de repente, el humo comenzó a difuminarse en el aire. Los tres tosimos casi al mismo tiempo, y por fin, pude verlos a los dos.

El pavo estaba totalmente negro. Y totalmente incomible.

Me crucé de brazos, mirándolos con una expresión de enojo plasmada en mi rostro. Ellos solo se miraban nerviosamente. Evan se mordía el labio inferior y miraba hacia el suelo, y Brad se mantenía inerte en su sitio. Mi barbilla comenzaba a temblar de la ira.

¿Qué comeríamos ahora? Es decir, habían vegetales, puré de manzana, y mousse de chocolate, pero a Claire no le gustaban los vegetales; y adoraba el pavo porque sólo lo comíamos dos veces al año, en Acción de Gracias y en Navidad.

Mi dulce pesadilla ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora