Capítulo 20: Tiempo en familia.

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El día terminó bien. Mamá le dijo a la abuela que yo había llegado, y la abuela dijo que vendría mañana a visitarnos. Hablé un poco con ella, sólo para saludarla y luego volví con mamá a la sala para ayudarla a decorar el árbol de navidad. Más tarde se nos unió Brad, hasta que papá nos llamó para cenar. Hoy él había hecho la cena, no sabía muy bien que esperarme, aunque estaba segura de que papá hacía las cosas bien cuando se lo proponía.

Las tres fuimos al comedor, donde Brad y papá ya estaban instalados comiendo y charlando acerca de algún partido de fútbol americano.

Mamá tomó asiento en la silla al lado de papá, yo me senté al otro lado de mamá y Claire se situó al lado de Bradley.

Miré mi plato, repleto de macarrones con queso y trocitos de tocino, justo como me gustaban y como solía comerlos cuando mamá viajaba para visitar a su familia en Phoenix.

—Esto se ve delicioso —comenté, pinchando con mi tenedor una porción, posando mi vista en papá. Él sonrió.

—Lo está —balbuceó Brad, con la boca llena.

—No hables con la boca llena, Bradley —amonestó mamá. El nunca aprendía.

—Ya sé, ya sé —contestó, el rubio, en tono monótono, limpiando las comisuras de su boca con una servilleta.

—Y, Britt, cariño… ¿qué tal Stanford? —preguntó papá, tomando un sorbo de su jugo.

—Pues… es genial, me encanta. A principios de noviembre revisamos el primer cadáver, fue increíble —le contesté a papá y Claire frunció los labios haciendo una mueca de asco.

—¡Wow, Britt! ¿Viste un muerto? —inquirió, Claire impresionada. Yo asentí.

—¿No fue desagradable? —interrogó Brad, mirándome con curiosidad. Me encogí de hombros—. No sé cómo puedes hacer esa asquerosidad.

—Vocación—respondió mamá, con simpleza, removiendo algunos macarrones en su plato.

Luego de eso la conversación tomó otro rumbo, sobre trivialidades y cosas que habían sucedido en el pueblo mientras yo no estaba, hasta que todos terminamos de comer.

—Bradley, te tocan los platos —sentenció papá y vi el rostro de mi hermano contraerse en una mueca.

—¿Por qué no Britt? —protestó, cruzándose de brazos. Yo lo fulminé con la mirada.

—Tú hermana va llegando de un largo viaje y ha de estar muy cansada —declaró mamá, y yo le saqué la lengua a Brad, el gruñó—. Pero mañana los lavará ella —mamá sonrió y yo enarqué una ceja. Esta vez fue Brad el que me sacó la lengua.

—Claire ayuda a tu padre a recoger los platos, yo limpiaré un poco la mesa y el comedor —ordenó mamá—. Tú, Britt, ve a descansar.

Sonreí y asentí, mientras escuchaba a Claire refutar un poco. Tomé mi plato vacío y se lo pasé a papá, para luego echar la silla hacia atrás e ir al vestíbulo a recoger mis maletas y luego subir las escaleras hacia mi habitación.

Arrastré el equipaje a través del corredor, hasta que llegué a mi habitación. Entré y encendí las luces, para encontrarme con mi habitación justo como la había dejado: impecable.

Un atisbo de sonrisa se asomó en mis labios, y me tumbé en la cama boca arriba, con los ojos cerrados. Al fin en casa.

Y luego, por alguna extraña razón, Evan vino a mi cabeza. Y por consiguiente, mí extraviado celular. Quería hablar con él, y comenzaba a echarlo de menos.

Y eso que sólo habían pasado unas horas. Meneé la cabeza y resoplé. Me acosté en la cama, conmemorando lo cómoda que era.

Después de un par de minutos, el sueño comenzó a apoderarse de mí y a atontar mis sentidos, y cuando estuve a punto de quedarme dormida, Bradley irrumpió en mi dormitorio, desplomándose violentamente a mi lado en la cama.

Mi dulce pesadilla ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora