De a poco fui descubriendo su lado frío, su lado hiriente.
Pero sin embargo, hice que me dijera lo que pensaba y lo creía de mí, de nosotros. Fue como recibir golpes en el pecho, empezaron siendo leves. Luego, empezaron a molestar, hasta llegar a doler cada vez más intensamente. Hasta el punto que no podía frenar la situación. Eran puñaladas, dolían tanto que podía sentir todo lo malo que pensaba. Creo que hasta a mí, me dolió más sus golpes y pensamientos hirientes que él, su mismo creador.