Una linda sonrisa

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Escogió la última mesa de la primera fila y se limitó a ponerse sus audífonos y bajar la mirada para mover su cabeza al ritmo de lo que sea que estuviese escuchando. Aún sentía el calor elevado en mi cara de tan sólo mirarla. Un corte nuevo de cabello trae; el cabello hasta un par de centímetros abajo su cuello y la parte derecha de su cabello recogido detrás de su oreja, la parte izquierda solo sobresalía su pequeña y roja oreja tratando de mantener su calor por el frío.

Empiezo a extrañar sus mechas onduladas que caían sobre su pecho y espalda.

Termine de beber el ultimo sorbo de mi Vienés mientras simulaba no tratar de mirarla lo que era muy evidente dado que mi sonrojes aún se mantenía. Un último bocado al trozo de pay que quedaba y una mirada más a aquella chica de misterioso nombre pero de gran belleza en aquel rincón. Don Nicolás en el mostrador junto con Julia me hacía señas con los brazos para que fuera con él y al acercarme me entrego el termo metálico morado de ella y su café en una taza que no había visto, una linda y curiosa taza.

-Sírvele- Una pequeña sonrisa se le escapa mientras Julia también sonríe con complicidad.

-Pero...- voltee hacia aquella chica, todavía escuchaba música en su lugar sin alzar su cabeza-¿Porque yo? Joana lo puede hacer- mi voz delataba lo nervioso que me empezaba a poner.

-Es una favor que te quiere hacer el señor Gaona- contesto desde la cocina, en su voz se podía notar lo molesto de aquello.

-Luego me lo agradeces galán- contesto mientras se marchaba a su pequeña oficina (donde prepara su café secreto según él)

Mi nerviosidad aumentaba y Julia solo se limitaba a sonreír -No seas tímido y sírveselo- rompió el silencio -Con algo se empieza, ¿No?- termino de hablar mientras tomaba un plumero y empezó a limpiar el mostrador.

-Creo.

Un suspiro más mientras empezaba a caminar hacia ella. ¿Qué es lo que pasa? Es solo una chica, no, es ella. Respira profundo, yo sé que puedo. Estaba enfrente de ella ya. ¡Rayos! Piensa rápido algo para iniciar la plática.

-Sumimasen? Espero que sea lo correcto.

Alzo su rostro y nuestras miradas se cruzaron por primera vez tan cerca. Ojalá eso hubiera durado mucho tiempo. Sus mejillas se ruborizaron en cantidad. Al menos no soy el único. Le acerque su taza mientras que con una mano se quitaba sus audífonos con la otra me recibía su taza -Dōmo arigatō- Me contesto amablemente.

- Konnichiwa- Aun no podía dejar de mirarla a los ojos, hermosos ojos oscuros.

­-Konnichiwa- Me contesto mientras se le escapaba una risita entre sus labios.

-O-genki desu ka? Mi voz empezaba agitarse.

-¿Por qué piensas que soy japonesa?-Una risita más....

Que estúpido, lo arruine a lo grande ¿Como pude ser tan tonto para creer que era japonesa? Ahora soy yo el de la cara roja.

-Perdón, pensé que lo eras por lo rasgado de tus ojos, el lacio de tu cabello, el tono de tu piel, además de que en tu termo esta tallado en japonés "siempre es un buen día para tomar café"- ahora miraba hacia abajo por la vergüenza.

-Bueno- contesto con su eterna sonrisa - Las japonesas son un poquito más blancas y si, no estas estas del todo equivocado, pero soy colombiana- un suspiro mientras apoyaba su codo en la mesa y sostenía su cabeza con la palma de su mano y con la otra empezaba a tomar su café -¿Por qué te trajiste el mocaccino?- me cuestionó con la mirada fija.

-Idea de Don Nicolas- era momento de que viera que yo también podía mirarla a los ojos sin titubear.

-Las locas ideas del viejo- se levantó de la silla mientras daba su último sorbo a la taza -¿Te gustaría continuar la plática afuera?

-Claro- conteste con emoción.

Nos dirigimos a la entrada y mire a Julia que aún estaba en la caja registradora.

-Guárdame mi cuenta y cárgame la cuenta de ella también, pago en la tarde cuando venga-

-No hay problema joven Daniel, ella ya pago lo suyo.

-En ese caso, gracias y nos vemos en la tarde y despídeme a Don Nicolás de mi parte - conteste mientras abría la puerta para que ella saliera.

-¡Hasta luego Julia, lindo día!- se despedía ella.

-¡Hasta luego a los dos! - contesto mientras se despedía con una mano agitándola.

La mañana seguía fría, muy fría.

-Hace más frío de lo esperado, ¿No crees?- me pregunto mientras soplaba a sus manos para darles calor.

-Tienes razón, toma mi chamarra, la necesitas más que yo por el delgado suéter que traes- empecé a quitarme la chamarra para dársela y fue cuando me vio asustada.

-¡¿Te encuentras bien?!- casi era un grito su pregunta.

-¿Por qué lo dices? - alarmado la mire.

-¡Tu hombro carajo! Esta sangrando- su delicada mano se dirigía a mi hombro -Ha manchado mucho tu camisa-

-No te preocupes, tenía una herida pero por lo visto se cayó la gasa que me puse, tal vez fue cuando me puse la camisa- quería tranquilizarla como fuera posible.

-Rayos! Es que se mira que perdiste mucha sangre, ¿seguro que te encuentras bien Daniel?

-Sí, llegando a mi casa me pongo otra gasa- aun me miraba preocupada.

-Espero que lo hagas, bien sigamos caminando entonces- se terminó de poner mi chamarra -Me queda algo grande- me miró de nuevo con una sonrisa.

-Pues no eres exactamente de mi tamaño- era mi turno de darle una sonrisa.

-Las colombianas y las japonesas no son muy altas que digamos- contesto rompiendo en una carcajada que me contagio.

-¿Y qué edad es la que tienes?.

-¿Qué edad me pones?- me contesto con una sonrisa pícara.

-¿20 años?

-Cerca, tengo 21 y... ¿Tú?

-Tengo 23 años.

-Estudias o trabajas.

-Digamos que me gusta ayudar a las personas que lo necesitan.

-Ya veo, ¿Estas en un voluntariado?

-Podría decirse, ¿Tú?

-Estudio una Ingeniería Civil en una universidad cerca de aquí, hablando de eso creo que mi amiga debe estar esperándome para llevarme.

Y efectivamente su amiga estaba en la otra esquina esperando recostada en su coche.

-Es momento de irse, ahorita te devuelvo la chamarra- empezaba a quitársela.

-No, llévatela, la necesitas por el frío ya mañana me la devuelves claro si es que te veo en la cafetería.

-Todas las mañanas me miras ahí, supongo. Gracias de nuevo- me contesto y me regalaba una hermosa sonrisa más.

-Espero que si- le devolví una sonrisa más.

Y fue en ese instante en que se me acerco y se paró de puntitas para darme un lento beso en la mejilla. Mágico era la única palabra que pudo describir ese momento.

-Sore dewa, Daniel-kun- su mirada era la más tierna que puede imaginar en ese momento -Por cierto mi nombre es Alexandra- acto seguido se dio media vuelta y empezó a trotar mientras soltaba una risa.

-¡Sore dewa, Alexandra-chan!- le grite mientras ella se alejaba.

Llego a donde su amiga estaba, la saludo de beso y le dio la vuelta al coche para sentarte en el copiloto y fue cuando arranco para perderse a la vista en la otra esquina.

Alexandra.
Lindo nombre, lindo.
En ese momento yo era el hombre más feliz del mundo y nada podía arruinarlo.
Nada...















La Leyenda Del GuardiánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora