Enero de 2011
A pesar de tener una relación que bien podía llamarse amistad, a Harry no le gustaba mucho cuando Shacklebolt le llamaba a su oficina. Le agradaba Kingsley y le admiraba mucho por todo lo que había hecho como Ministro desde 1998, pero ser llamado a su oficina durante la jornada laboral no era precisamente una invitación para tomar el té. Mientras el elevador le llevaba a su destino, Potter hizo un recuento mental de las ocasiones en las que su presencia se había solicitado con el ministro y definitivamente no podía tratarse de algo bueno. No podía asegurar que fuera malo, pero algo le decía que no era bueno.
El elevador se detuvo. Harry salió de él y caminó apresuradamente por el largo pasillo que llevaba directo a la oficina de Shacklebolt; al estar frente a ella llamó a la puerta y al escuchar el "pase" de parte del ministro, entró. En la oficina se encontraba otra persona, un hombre de mediana edad, Iwan Windsor, jefe del Departamento de Misterios. Kingsley y Windsor se pusieron de pie al ver entrar a Potter, y aunque en el rostro del ministro apareció aquella sonrisa que siempre le dedicaba a Harry cuando se encontraban, el auror supo que algo no estaba bien.
—Harry —le saludó el ministro—. Pasa.
—Señor —respondió Harry asintiendo con la cabeza y acercándose a él para darle la mano—, Windsor —hizo lo mismo con el otro hombre—. ¿Todo bien?
—No precisamente, pero ya te explico. Toma asiento.
Los tres hombres así lo hicieron. Harry miró de reojo a Windsor antes de fijar su atención en Kingsley. El ministro cruzó las manos sobre el escritorio antes de comenzar a hablar.
—Esta mañana he tenido una reunión con Su Majestad, el Primer Ministro muggle y un par de hombres, representantes del gobierno de los Estados Unidos —el auror se enderezó en su asiento al escuchar aquello y percibió que el inefable se tensaba un poco. Kingsley había mencionado a la reina y eso era suficiente razón para pensar que fuera lo que fuera, era algo de cuidado—. Hay una situación muy delicada que atañe a todo el mundo —continuó Shacklebolt—. Caballeros, ustedes saben qué son las dracónidas, ¿cierto?
—Una lluvia de meteoros que cae año con año, en octubre —respondió Windsor. El ministro asintió.
—Han hecho estudios... Los muggles han hecho estudios. Cada año la NASA y otras instituciones monitorean este fenómeno y al parecer este año sucederá algo diferente a lo que estamos acostumbrados. Lo han catalogado como algo potencialmente dañino. Afectará a los satélites que orbitan al planeta y al resto de instalaciones espaciales muggles. Los muggles de la NASA están bastante seguros de que uno de los meteoritos de este año será lo suficientemente grande como para afectar al planeta de forma directa. Prevén que colisione en algún punto del Océano Atlántico Norte, cerca de Europa.
»No soy experto en lo que al mundo muggle respecta, pero sé lo suficiente como para entender lo que todo esto significa. Los dos hombres explicaron que la colisión del meteorito tendría el efecto de las bombas atómicas de 1945. El gobierno de Estados Unidos ha hecho un llamado los gobiernos de Irlanda, Islandia y el Reino Unido para evaluar la situación y nos ha pedido nuestra cooperación, tanto de muggles como magos, para buscar sino una solución definitiva, sí la forma de que el daño sea minimizado.
»Y esa es la razón por la que les mandé llamar —Kingsley miró a Windsor—. Quiero que el Departamento de Misterios evalúe la situación y busque una forma de solucionar el problema. Busquen ayuda de astrónomos, inventores de hechizos y de todo aquel que pueda cooperar —el inefable asintió. Shacklebolt fijó su mirada en Harry—. Como jefe del Departamento de Seguridad Mágica, quiero que diseñes una estrategia de seguridad para el país, necesitamos saber cómo actuar en caso de emergencia. Somos magos, podemos y debemos valernos de la magia para garantizar la protección del Reino Unido. Trabajen con gente de confianza. Señores, esto es información clasificada, así que actúen con discreción. ¿Hay alguna duda?