Draco estaba en casa a punto de hacer las maletas. Se iba. Estaba harto de discutir con Harry por aquel maldito trabajo. Él no era una esposa que debía esperar a que su marido volviese de la guerra. Si él había decidido ser un auror suicida era su responsabilidad, no tenía porque pasar días en vilo y esa angustia de no saber donde estaba o si volvería a casa a dormir.
Había sacado el macuto del armario y encogido la mayoría de sus camisas cuando la red flu comenzó a sonar. Solo esperaba que no fuese el moreno con alguna de sus tontas excusas del trabajo.
Para su sorpresa, si fue una cabellera negra la que asomó por la chimenea, pero no la que él esperaba.
–Draco tenemos que hablar –le mandó Pansy sin ningún tipo de escape.
–Ahora no tengo tiempo, estoy haciendo las maletas, ¿no tenías tantas ganas de que mandase a Potter lo más lejos posible? Espero que estés contenta.
–Mira, cielo, puede que esto sea más duro para mí que para ti, pero no puedes hacerlo.
Draco se paró en seco y miró a su amiga a los ojos, no era posible que ella le estuviese diciendo aquello. No ella; que había humillado, criticado e incluso hechizado a Harry para que dejase al Slytherin.
–Suelta lo que sea que hayas venido a decirme Pansy. Porque que tú me estés diciendo que no deje a Harry es lo más surrealista que he oído salir de tu venenosa lengua.
–Voy hacer algo mucho mejor, Draco –este arqueó una ceja– voy a mostrarte un recuerdo. Pero tienes que prometer que no le dirás a nadie que lo has visto. Excepto a Potter, claro. Sabes que mi padre me consiguió ese puesto de secretaria en despacho del ministro así que recibo mucha información. Aunque no lo creas normalmente soy muy discreta en cuanto a eso, pero ayer, mientras despejaba la sala donde el Ministro tiene su pensadero vi este recuerdo y no pude evitar copiarlo y traerlo para que lo vieses.
Draco tomó entre sus dedos el vial transparente con el recuerdo y le dio vueltas mientras leía la etiqueta que llevaba:
15 de Marzo 2012
Harry Potter
Rechazo del puesto
–Sea lo que sea, no va a cambiar nada.
–Deberías verlo primero, Draco. Sé que no he sido justa con él y que me he entrometido demasiado, pero admito que no esperaba esto.
Más intrigado que otra cosa, Draco se dirigió a su despacho seguido de su amiga y sacó el pequeño pensadero que guardaba para atesorar los mejores momentos, cuyos viales tenían irónicamente el mismo nombre que el que portaba en ese mismo momento.
Lo vertió con cuidado de no derramar ni una sola gota e inmediatamente sintió el cuerpo de Pansy pegarse al suyo mientras ambos sentían esa sensación demasiado parecida a la aparición.
La habitación estaba en penumbras, era un despacho bastante angosto, pero elegante.
De repente, el Ministro que se encontraba sentado tras un escritorio bastante robusto, se sobresaltó cuando la puerta se abrió de forma abrupta.
Draco conocía al hombre que entró en ese momento, era Robards el jefe de Harry; bueno, el que era Jefe de aurores hasta hacía unos cuantos meses. Y la verdad, hubiese preferido que se quedase él en vez de Anderson, el actual, que mandaba a Harry a todas aquellas misiones kamikaze que los hacía discutir tanto.
–¿Ha hablado ya con él? –preguntó el ministro poniéndose de pie.
–Claro que lo he hecho, pero sigue en sus trece, le dije que era terco; como el buen auror que es.