Nº 2 Oscuridad y compañía

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Cada minuto que pasaba en ese vagón era una eternidad para Adel. Se cansó rápidamente de mirar por la ventana y empezó a curiosear por el vagón, a ver si encontraba algo que le pudiera explicar qué pasaba o para matar el tiempo por si sólo estaba soñando aunque pareciese un sueño muy real.

El interior del vagón era antiguo, había dos bancos de color carmín oscuro en los laterales del compartimiento y un par de barras doradas en el techo para agarrarse, dos puertas para acceder dentro y nada más. No constaba de locomotora. Las paredes eran de un color amarillo apagado y la parte inferior era recubierta de madera. El chico se decepcionó aún más al ver que no había absolutamente nada interesante.

El tiempo pasaba, Adel llevaba unos 20 minutos en el tren y todo seguía igual, el tren no llegaba a su destino y la infinidad blanca que se observaba por la ventana parecía que no tuviese final y que Adel quedaría atrapado para siempre dentro de un tren vacío y sin rumbo concreto. El chico se sentó en uno de los bancos y empezó a pensar en como le regañará su madre cuando vuelva tan tarde a casa, sin su tío y sin haber hecho los deberes, cuando de golpe, empezó a enfriarse el ambiento, su jersey no le abrigaba suficiente. Las luces parpadearon, el tren empezó a temblar y las luces se apagaron por completo, ahora todo era oscuro. Por la ventana no se veía nada, lo que antes era un blanco puro, ahora era totalmente negro. Adel estaba asustado, no se atrevió a levantarse y siguió sentado en el banco. De repente, se escuchó un golpe fuerte en una de las paredes como si algo hubiese sido lanzado des de fuera contra el interior del vagón y hubiese entrado en él. La tensión se notaba en el ambiente, la respiración del chico era cada vez más corta y rápida, notó un golpe de sudor helado por todo el cuerpo, había algo en el tren, ya no estaba solo y eso le inquietaba. Las luces se encendieron lentamente y la oscuridad se volvió otra vez en blanco puro. La tenue luz del compartimento iluminó la nueva presencia y lo hizo visible para Adel.

En una esquina del tren, delante de una de las puertas, había un cuerpo inmóvil, no era de gran tamaño pero no era algo muy común. El joven se levantó y se acercó lentamente para observarlo, hizo dos pasos y se pudo fijar en más detalles del ser extraño. Era un tipo de perro de tamaño mediano con el pelo largo y de un color negro con detalles grisáceos y azules claros, tenía un par de cuernos encima de la cabeza y unos ojos que parecían hechos de obsidiana. Aún restaba inmóvil, parecía inconsciente por el golpe. Se acercó aún más, todo temor se había reducido al saber que estaba inconsciente, y lo acarició suavemente, su pelaje era suave y sedoso, la temperatura corporal del animal era normal y pudo comprobar que efectivamente su corazón seguía latiendo. Lo cogió en brazos y lo llevó hasta uno de los bancos del vagón, lo estiró y se sentó en el banco de enfrente, como modo mínimo de protección.

Pasaban los minutos pero ahora de una forma más rápida, Adel tenía un pequeño entretenimiento y le encantaba observar al animal. Estaba muy asombrado, pues nunca había visto tal tipo de perro. Estuvo unos 20 minutos fijándose detalladamente en el pelaje del animal, sus cuernos de un color beige con toques verdes luminosos y se dio cuenta de que sus grandes, obscuros y brillantes ojos se habían cerrado.

- ¿Qué debe estar haciendo este animal aquí? ¿Cómo ha llegado hasta el mismo tren que yo si este no se ha parado en ningún momento? ¿Será hostil o amable? - se preguntaba Adel confuso -¿Porqué ha aparecido justo en el instante que todo se encontraba oscuro?

En ese momento en el que el chico ponía en mente todas estas dudas, la respiración del animal se intensificó y él seguía reflexionando sin darse cuenta que el animal estaba diferente. De golpe abrió los ojos, se había despertado. Observó lentamente el vagón y no tardó nada en observar al chico que estaba metido en sus pensamientos. El animal empezó a gruñir de forma amenazadora y Adel hizo un bote del susto. El perro bajó del banco y se puso de pié frente al joven que se mostraba atemorizado y nervioso. Dejó de gruñir y se le acercó lentamente, lo olisqueó y se calmó, miró a los ojos del chico empavorecido y se alejó de él.

La Leyenda de ZadhesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora