Nº3 El sueño y la montaña

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El tren seguía recorriendo la infinidad blanca a toda velocidad. Adel ya había perdido la noción del tiempo, los sucesos y los nuevos acompañantes le distrajeron tanto que ya no tenía ni idea de cuántas horas llevaba cerrado en ese vagón, aunque eso ya ni le importaba. Había algo que había echado de su mente toda sensación de aburrimiento, cualquier gana de jugar con Aqueronte, de molestarse por algún hecho de algún ser extraño del tren, de pensar en las cuestiones que hasta hacía no mucho, le comían la cabeza, de pensar en su familia o hasta de pensar en los deberes. Ahora mismo tenía una sensación general de inquietud, de recelo, temor y hasta incredulidad y en su mente tan solo tenía una cosa. Se frotó varias veces los ojos para ver si realmente no era nada, se acercó mucho al cristal para observarlo mejor y allí estaba, una minúscula mancha de color marrón en medio del infinito páramo blanco.

- ¿T-t-tú también lo ves? - Le preguntó tartamudeando por los nervios a Oden.

- S-s-sí... Lo veo perfectamente. - Respondió el joven.

- ¿Qué crees que debe ser?

- Si te soy sincero, no tengo ni la menor idea... ¿Y tú? 

- Pues... Tampoco lo sé. - Contestó de forma dudosa.

Los dos chicos empezaron a pensar mientras observaban de forma curiosa el cuerpo de tamaño minúsculo del horizonte. 

- ¿Y sí es un monstruo gigante? ¿O un enorme edifico? O unas montañas... - Pensó Adel.

- ¿Y sí es un vehículo gigante que viene hacia nosotros? O puede que sea un espejismo... - Meditó Oden.

Fuese lo que fuese, tenía a los dos chicos metidos en sus más profundos pensamientos. Los otros viajeros del tren no se dieron cuenta de la mancha, aunque se les podía observar inquietos. Los dos chicos se giraron y volvieron a su posición natural. Aqueronte se sentó a entre los dos chicos y seguidamente se estiró para descansar. Pasaron un buen rato sin dirigirse la palabra. Los dos estaban inmersos en su mente pensando en lo que ese cuerpo pequeño que se podía observar en medio de la nada podía significar. - Allí había algo, y por alguna razón está allá... - Pensaba Adel, esforzándose para encontrar alguna teoría, aunque todas las teorías que le venían a la mente, le parecían una tontería. Los dos niños se estaban comiendo demasiado la cabeza buscando alguna razón, Adel notaba una sensación de cansancio por todo su cuerpo, realmente él llevaba en ese tren muchas horas y cuando subió en él, el sol ya se estaba poniendo. De repente, Oden rompió el silencio:

- Cuéntame alguna cosa sobre ti, tan solo sé como te llamas y tu edad. No hemos hablado de nada más. Me podrías explicar tus aficiones y así también nos olvidamos un poco de la mancha marrón. - Dijo el joven rubio. 

- A ver... Juego a fútbol en el equipo de mi pueblo. En mi país es el deporte más popular. Me gusta jugar a las videoconsolas... - Estuvieron hablando un buen rato. Conversaron de sus aficiones, deportes favoritos, sus equipos de fútbol favoritos, sobre sus colegios y las asignaturas que menos les gustaban, sus familias, comidas favoritas, series y programas que más les gustan y hasta sobre la canción favorita de cada uno. Tenían bastantes cosas en común y la conversa hizo que el tiempo pasara más rápidamente. Se olvidaron completamente de la mancha y hubo un momento que decidieron descansar. Se estiraron en el banco y Aqueronte hacía de frontera entre las cabezas de los niños. Fuera del tren, la blancura se había vuelto menos brillante y se estaba transformando en oscuridad. La luces del tren se apagaron y quedaron encendidas tan solo un par de luces tenues en los dos extremos del vagón, el cual seguía su rumbo a toda velocidad. Los animales también decidieron descansar, el mono rojo se agarró fuertemente a una barra dorada y se durmió, la salamandra ya hacía tiempo que dormía en el cristal, la tortuga estaba dentro de su caparazón dorado en una esquina del tren justo en frente del jabalí y el monstruo peludo seguía durmiendo en el banco opuesto al de los chicos y el perro.

La Leyenda de ZadhesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora