Cap. 6: Vacío

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Otro trágico día había llegado a su fin y lo único que entraba por mi ventana era el brillo de luz de luna, indicándome que ya estaba presente la noche, y que debía irme a dormir. Y eso es lo que hice. Antes de ir a la cama cogí algo para comer, lo mínimo. Me había pasado toda la tarde sentado mirando a la nada y no había tenido hambre hasta ese momento. Una vez terminé me tumbé en la cama esperando tener una noche tranquila, ajeno a pesadillas y entes malignos, pero no tuve esa suerte.

Desperté en el sueño, pesadilla más bien dicho, algo mareado y confuso. Delante de mí volvía a estar el bosque de siempre, solo que con alguna lápida más. Me dolía la cabeza a raudales y no sabía por qué. Una brisa solitaria me empujó levemente y me tiró al suelo. Me sentía más débil que nunca. Acabé arrodillado, pero no aclamé al cielo nada, solo necesitaba descansar, pero de verdad, sin pesadillas ni muertes, sin oscuridad ni miedo, sin alguien a mi lado que disfrutara de todo lo sucedido que quizás un destino concreto planificó antaño y que, sin fallos algunos lo está cumpliendo a rajatabla. En ese momento recordé aquella vez en la que soñé que estaba en el bosque más bonito que la humanidad haya imaginado alguna vez, y allí, bajo aquellos preciosos árboles habían dos niños. Parecía que se conocían de antes por como actuaban, así que supuse que eran amigos de la infancia. No me atreví a acercarme y preguntarles dónde estaba, y me lo pensé detenidamente mientras hablaban. Justo en el momento en que al final decidí en ir a preguntarles apareció una chica preciosa, la cuál también conocía a aquellos chicos, al menos a uno de ellos por lo que pude apreciar. Al final se fueron y yo me quedé sentado en el pie de un árbol esperando que nada sucediese. Por suerte nada ocurrió y pude disfrutar de aquellas vistas tan maravillosas, dejando que la suave brisa del viento me rozara e incluso me abrazara con suavidad. Ese fue, con diferencia, el sueño más bonito que he tenido a lo largo de mi vida, y he soñado mucho querido diario, lo suficiente como para decir que tenía la vida de un soñador. Pero ya no estaba en aquel precioso bosque, ahora todo era distinto a mis preciados sueños, ahora todo era más oscuro y lúgubre, y contradecían a mi manera de ver los sueños. Conseguí levantarme poco a poco, aunque en el fondo no sabía para qué seguir de pie cuando todo mi mundo se estaba viniendo abajo. De repente un parpadeo mío me alejó de aquel escalofriante bosque y me transportó a un lugar algo más agradable. Me hallaba al borde de un edificio casi tan alto como las nubes, y me sentí impactado y mareado en ese momento con solo echar la vista abajo y ver la gran distancia que me separaba del suelo terrestre. La luna seguía allí arriba, iluminándome de la misma manera que todas las noches, y si no era la misma se asemejaba en casi todo. Y la luna me ofreció prosperidad, la cual acepté y, a pesar de estar en lo alto de un edificio justo en su borde, me sentía en calma conmigo mismo. Me sentía bien, o al menos todo lo bien que podía sentirse una persona como yo en una racha de sucesos como esa. Mientras miraba a la luna oí pasos detrás mía. No me dí la vuelta porque en el fondo sabía quién era, aunque aún no sabía lo que quería en ese momento. Se acercó relajado y sereno y se colocó justo a mi lado, mirando la luna, o al menos eso pensaba ya que no podía ver sus ojos. Y era, como no, el ente.

-Bonitas vistas, ¿No crees Andy?

-Sé que no estamos aquí para vislumbrar las vistas, no intentes congeniar conmigo.

-¿Crees en la perfección?

-¿Qué?

-Me refiero a si crees que existen las personas perfectas, aquellas que nunca cometen errores.

-Pues no, no creo en la perfección. Todos, tarde o temprano cometemos errores, ya que errar es de humanos.

-¿Y tú has cometido errores, Andy?

-Sí, como todos.

-¿Cuáles?

-No sé, estoy demasiado cansado como para pensar en eso.

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