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Dieciséis años atrás
Mi hijo se acomoda y se cubre con las mantas hasta la cabeza. Me hace reír con ese simple gesto. Me pide que me acerque y le lea un cuento. El fuego arde en el interior de la chimenea, brindándole el calor que yo soy incapaz de darle. Me siento a los pies de la cama, como todas las noches, dispuesta a narrarle una historia de esas que mi padre solía contarme cuando yo era pequeña, hace tanto tiempo, que hoy apenas es una borrosa reminiscencia de mi pasado. Espero que para mi dulce ángel este sea uno de esos recuerdos que se atesoran en el corazón y jamás se olvidan.
Luego de que se hubiera dormido, descorro una de las tantas pesadas cortinas de terciopelo verde que cubren todas las ventanas de la casa y miro al exterior, al jardín de rosas. Sé que hay alguien allí fuera; su presencia me pone nerviosa. Mi esposo ha salido a recorrer los alrededores, pero estoy segura de que no se trata de él.
Escucho la puerta cerrándose y pasos que se dirigen hacia mí.
—Están aquí, Lucy —me advierte Eric, acomodando uno de los mechones rubios que se han escapado de mi rodete—. Será mejor que se escondan. Intentaré ahuyentarlos.
—Déjame ayudarte. —Sé que teme perderme, pero está loco si cree que voy a dejarlo pelear solo contra ellos.
—Los cazadores son peligrosos —me recuerda.
—Yo también soy peligrosa —respondo. Estoy dispuesta a proteger a mi familia a como de lugar—. ¿O acaso se te olvida con quién estás hablando?
—De acuerdo —musita, abrazándome. Siento los fuertes latidos de su corazón. Podría estar durante horas acurrucada en esos brazos o, quizás, días enteros—. Pero ten cuidado.
—Lo tendré. —Me besa en la frente.
Despierto a mi niño y hago que se oculte en un cuarto secreto que hay detrás de la pared. Mi padre lo construyó para mantenerme a salvo cuando era pequeña. Aísla los ruidos, los aromas y cualquier cosa que nos delate. No hay mejor sitio para esconderse en esta gran casa de piedra. Ellos nunca lo encontrarán allí. La única que sabe de su existencia, además de nosotros, es mi mejor amiga, la hermana de Eric. Se lo mostré en caso de que hubiera alguna emergencia. Solo en ella puedo confiar.
—¿Por qué tengo que meterme aquí, mami?
—Es un juego. Prométeme que no saldrás hasta que venga a buscarte.
—Lo prometo. ¿Vendrás pronto? No me gusta estar aquí. Me da miedo que pueda venir un fantasma. O un monstruo. Tú sabes, de ésos que te chupan la sangre cuando duermes.
Supongo que se refiere a los vampiros. Suspiro. Él aún no lo sabe.
—A este cuarto no pueden entrar ni fantasmas ni monstruos. Estás a salvo aquí, Frederick. —Beso su cabeza—. Además, el abuelo te cuida. —Señalo un retrato de mi padre, el único que tengo, en el que posa junto a un reloj de péndulo. Su expresión es severa. Me recuerda a un león a punto de atacar. Me pregunto dónde estará ahora.
—Ese es un cuadro —me informa—. ¿Por qué el abuelo no está con nosotros?
—Porque al abuelo le gusta mucho viajar.
—Y no lo quiere a papá, ¿verdad?
No sé qué decirle. Tiene razón. Mi padre odia a mi esposo; siempre lo ha hecho. Siempre lo hará. Lo que no puedo decirle es que, quizás, también lo odie a él. Hace años que no tengo noticias suyas.
—Ayudaré a papá y vendré pronto —le digo, sacudiendo su pelo alborotado como el de Eric. Se asemeja mucho a él, pero tiene los ojos penetrantes de mi padre. A veces, cuando lo miro, me asusta. Es como si leyera mis pensamientos, como si supiera las cosas que guardo en lo más profundo de mi alma. Sin embargo, su dulzura me calma.
—¿Me prestas tu libro? No lo dañaré —dice, señalando mi diario. Él no sabe leer aún, pero le gusta pasar las páginas y mirar los pequeños garabatos que hice en los márgenes. Lo reconforta.
—Por supuesto, mi amor. —Le entrego el cuaderno—. Cuídalo mucho. ¿De acuerdo? El corazón de mami está en esas páginas.
—¡Sí! Gracias, mami. —Se sienta y comienza a verlo con cuidado.
Eric me espera en la planta baja. Me dedica una de esas miradas que te quitan el aliento. Guardo silencio. No porque no quisiera hablar con él, sino porque estoy atenta a todos los sonidos de la casa: la madera crujiente, las cortinas que se mueven con el viento, el fuego de la chimenea...
Siempre supe que este momento llegaría. Es imposible huir del propio destino; y el mío es morir protegiendo a mi familia.
—¿Estás lista? —me pregunta.
Digo que sí con la cabeza. Miento.
La puerta se abre y vemos aparecer ante nosotros a un joven de larga melena roja como la sangre, seguido por una niña a la que tiene tomada de la mano; una hermosa niñita con un vestido blanco de encaje y larguísimo cabello negro. Un extraño presentimiento se apodera de mí. No son ellos a quienes estamos esperando. Esa niña es como yo.
Eric suspira, aliviado. Cree que ha sido una falsa alarma. Ignora que la fatalidad tiene muchas caras distintas y que puede presentarse con el disfraz de la inocencia.
—¿Qué desean? —pregunta, bajando la guardia ante los extraños. Sabe lo que son, al igual que yo. Quiero advertirle, pero estoy paralizada. ¡¿Qué ocurre conmigo?!
La niña da un paso al frente y me señala con uno de sus pequeños dedos regordetes. Aparenta tener la edad de nuestro hijo, pero yo sé que tiene muchos más. Incluso podría tener más que yo. Eso solo puede significar una cosa: peligro.
—A ella —dice. Sus ojos emiten un extraño fulgor rojizo. Sus labios se curvan—. La deseo a ella.
En ese instante, Eric se da cuenta; pero ya es tarde para él. Y para mí.
Agradezco que nuestro niño se encuentre a salvo. Dios quiera que nunca logren encontrarlo. He hecho todo lo que estaba en mis manos para protegerlo. Mi único deseo es que sobreviva.
Lucinda Cole
Septiembre, 1993
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Dhampyr: el clan de los cazadores (dhampyr #1)
Vampire[Novela ganadora de los premios Wattys 2016 y publicada por Selección BdB, de Penguin Random House]. "Dhampyr: híbrido de vampiro y humano. Posee características que lo convierten en un hábil cazador de vampiros." Luego de que un vampiro i...