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El teléfono las sobresaltó. Se habían quedado dormidas luego de ver una película romántica de los años cincuenta y comerse una pila de nachos con salsa de queso.

Ambas se miraron como atontadas.

Bajaron corriendo a la sala, chocándose entre sí para ver quién llegaba primero y, mientras Cheryl se despatarraba en el sofá y encendía el televisor, la dueña de casa levantaba el auricular.

―¿Hola?

―Hola, mi amor. Llamaba para saber cómo andaban las cosas por allá.

La abuela.

―Bien, Ruth. ―Ella la llamaba por su nombre. El único que le decía abuela, era su hermano.

―Lamento no poder ir esta vez a hacerte compañía, cielo.

La abuela tenía su propia casa; no es que viviera con ellos. Simplemente, iba a quedarse cuando Joel tenía cosas qué hacer.

―No hay problema; Cheryl está aquí. Además, Betty te necesita más que yo. Mándale saludos de mi parte.

―Así lo haré. A propósito, ¿cuándo vendrás a vivir conmigo? No es bueno para una jovencita estar siempre sola.

―Tal vez vaya pronto -mintió. No tenía intenciones de irse a vivir con ella. Estaba bien en casa.

Después de despedirse y de recibir varios consejos como no le abras la puerta a desconocidos y cosas como esa, Nat se dejó caer en el sofá.

―¿Ya sabes lo que vas a ponerte? ―preguntó su amiga, haciendo zapping. No estaban dando nada bueno. Solamente comerciales de cosas que ninguna persona cuerda compraría. Dejó un canal de música pop y se centró en lo importante.

―¿Cuándo?

―Ahora. ¿No tienes una cita con Lucas?

Por fortuna estaba su mejor amiga para hacerle acordar. Parecía que Nat no tomaba muy en serio su vida romántica. ¡Y Lucas se esforzaba tanto! Se notaba que la quería mucho. En cambio, ella...

―¡Me había olvidado! ―La joven se levantó, alarmada-. ¿Qué hora es?

―Las seis.

―¡Diantres!

Nat salió corriendo a su habitación, disparada como una flecha. ¿Dónde tenía la cabeza? Lucas pasaría a buscarla en una hora y ni siquiera se había dado un baño. Debía parecer una pordiosera. Por lo general, andaba en ropa deportiva; era lo más cómodo. Pero tenía que verse bonita en esta ocasión, lo que implicaba no ponerse lo primero que encontrase en el armario.

―¿Qué te parece esto? ―preguntó. No le agradaba usar vestidos, pero Cher había insistido; incluso se había puesto sandalias para darle el gusto.

―Ahora sí luces como una chica.

Nat hizo un mohín.

―Ven; te arreglaré el cabello.

Natasha se sentó y su amiga comenzó a peinarla. Tenía el pelo largo y negro; lo sujetaba con una cola de caballo la mayor parte del tiempo, pero Cher no la dejó llevarlo así. Era hora de cambiar de peinado. Se lo trenzó.

―Listo. ―Cheryl miró la hora. Faltaban diez minutos para las siete―. Ya es hora de que tu hada madrina se vaya.

―De acuerdo. Te veré el lunes.

Lucas llegó enseguida. El cine no quedaba lejos, por lo que fueron a pie. Ella se mantuvo callada todo el trayecto; él habló sin parar acerca de la escuela, sus clases de dibujo, sus hermanos, su perro, la novia nueva de su mejor amigo David, y todo cuanto le vino a la cabeza.

―Estás muy callada, Nat. ¿Sucede algo? ―preguntó Luc con cara de preocupación.

―No, nada.

―¿Sabes? A veces tengo la impresión de que quisieras estar en otra parte.

Ella dejó de caminar. Lucas no se equivocaba; a veces sentía que debía estar en otro lugar y con otras personas; sentía que esa no era realmente su vida, sino una especie de sueño del que pronto despertaría. Despertaría. Solía preguntarse si él era con quien debía estar. Sentía que perdía el tiempo a su lado. Pero no podía decírselo; no podía ser tan cruel.

―Lucas ―dijo, en un tono divertido y colocando una mano sobre su mejilla―, estás chiflado.

Él dejó escapar un suspiro de alivio y ambos se rieron.

―Lo siento -La abrazó―. Es que todavía me cuesta creer que una chica como tú aceptase estar con alguien como yo.

―¿Por qué? ¿Eres un psicópata? ¿Un homicida? ¿Te gusta vestirte de mujer como Ed Wood?― preguntó con gracia la joven.

―Sabes por qué. Nosotros no estamos a la misma altura ―manifestó con amargura el chico.

―Eso es cierto. Eres mucho más alto que yo.

―Sabes lo que quiero decir.

―La verdad que no.

―Pudiste haber conseguido a alguien mucho mejor para ti. Alguien menos mediocre. Tom Robins, por ejemplo.

Tom era el mejor actor de la clase. Había arrancado más de un suspiro con su interpretación de Romeo en la obra de la escuela. Además, era rico. Y rubio. A Nat le encantaban los rubios.

―Tom Robins es guapo ―consideró la muchacha. Lucas se alarmó―. Pero es un egoísta y un mentiroso. ¿Sabías que sale con tres chicas al mismo tiempo?

―Bueno... ¿Qué hay de Matt?

Era el capitán del equipo de baloncesto. Alto, carismático y su ex novio.

―Un ególatra engreído.

―Oh.

―Ya deja de buscarme posibles pretendientes. Te escogí a ti. Con nadie más desearía estar. -Le dio un beso en la mejilla.

Él la tomó del rostro y la besó de verdad, como debería hacerlo un novio. Ella se le colgó del cuello y se olvidó, por un momento, de la sensación de extrañeza que la embargaba. Algo le hacía falta, pero no sabía qué.




Dhampyr: el clan de los cazadores (dhampyr #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora