Capitulo 3: La familia.

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El cantar de los grillos llenaban la tranquilad de la noche, mi respiración se hallaba acompasada y lenta, estaba a punto de quedarme dormida pero no me importó; si bien él aún no llegaba, la tranquilad del lugar me adormecía.
Oí unos pasos tranquilos irrumpir la quietud del lugar, y sin intentar averiguar quién era, puesto que él era el único que interrumpía mis momentos tranquilos sobre la hierba del patio trasero.

Sebastián siguió sin pronuncia palabra mientras se acostaba con calma a un lado de mí, solté un suspiro y por fin abrí mis ojos para poder fijar mi mirada en sus orbes marrones, me sonrió.

―Hey. ―Me dijo Sebastián.

Le sonreí al tanto que soltaba una risita acompañada de un golpe en su brazo, desde hacía las casi dos semanas que vivía aquí ese se había convertido en nuestra forma de saludarnos. Sebastián poseía un empleo a medio tiempo solo por vacaciones, y por eso no pasaba tanto en casa, se había convertido de cierta forma una tradición el encontrarnos todas las noches a estas horas. Por suerte las clases habían terminado hace dos semanas y aun quedaban dos meses de vacaciones, no tendría que preocuparme en éste momento por las asignaturas.

Nos sumimos ambos en nuestros pensamientos por un par de minutos, e intentando romper el silencio lo miré mientras hablaba.

― ¿Todo bien en el trabajo?―. La mirada que me dirigió Sebastián por algún motivo me causo cierto malestar, y su falta de respuesta no ayudó a mis nervios. Los minutos pasaban, y Bas nunca actuaba así, había algo raro en él.

Lo seguí contemplando fijamente a la espera de su respuesta, en segundos un tenso ambiente se formo entre nosotros y de forma inevitable no puede evitar fruncir el ceño. Aunque estaba consciente que nos conocíamos hace apenas una semana y días, sabía que de a poco ellos habían comenzado a conocerme, y Sebastián más que nadie; él advertía que odiaba ser ignorada, y más cuando le hacia una pregunta.
Con todo el orgullo que portaba me alcé de pie y di la vuelta dispuesta a irme, en cuestión de segundos Bas me tomó del brazo y me cinchó de nuevo al piso, donde caí a un lado de él, me volvió a contemplar fijamente, sólo que esta vez hizo una pregunta que me dejó desconcertada.

―Liss, ¿Recuerdas el día qué llegaste aquí? ¿Qué escuchaste de mí y mamá hablando?― Me sorprendió de gran manera la colocación del tema, lo había enviado a una esquina en mi mente sin analizarlo aún.

Me quedé muda y lo observé fijamente, me sorprendió de gran manera el enterarme que él no era mi hermano de sangre, y los pensamientos que me habían asaltado en ese momento me avergonzaban; mis mejillas se volvieron a sonrosar de forma visible, aunque me costara admitirlo, me daba cierta pena aceptar frente a él que estaba espiando tras la puerta.
Creo que mi mirada dijo más que mis nulas palabras, en sus ojos me pareció ver un tinte de entendimiento, y el silencio nos volvió a gobernar. Éste no era el mismo que los últimos días, era tenso, incomodo.

Sin querer decir palabra alguna aparté mi mirada avergonzada por mis actos, y mordí mi labio con nervios, sabía que él se podía enojar y estaba en todo su derecho de hacerlo, a fin de cuentas era algo privado de él, que no deseaba contarme. Yo me sentiría muy molesta si Bas me escuchara tras una puerta mi conversación con alguien más.
Un poco de miedo y pánico se instalaron en mi, miedo a lo que él pudiera decir y pánico a su enojo, me asustaba la mera idea que él se enojara conmigo y no quisiera hablarme, sin darme cuenta con el paso de los días, Bas se había hecho una compañía muy importante para mí, siendo las noches los mejores momento por el tiempo compartido entre ambos. Deseaba disculparme por mi actuar pero mi orgullo me lo impedía, y con el silencio aun gobernándonos los minutos siguieron pasando, cada uno recostado al lado del otro pero sin dirigirnos la palabra.

Sin percatarme ya había pasado una hora y el silencio parecía carcomerme por dentro, la culpa sólo empeoraba las cosas; aunque mi mente en parte gritaba por que dijese palabra, otra parte se negaba completamente, el miedo a mostrarme débil frente a alguien era más fuerte; sin poder detenerlo los recuerdos de ese hecho luchaban por salir de la caja donde los había colocado en mi mente, luchaban con fuerza por hacerse paso, y sin darme cuenta mis ojos se llenaron de lagrimas; la ansiedad se apoderaba cada vez mas de mi mientras de manera instintiva mis manos viajaban hacia mis ojos para taparlos.

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⏰ Última actualización: Feb 08, 2016 ⏰

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