Lo que he buscado por siglos

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Esa noche helada, las estrellas brillaban más de lo usual. El viento movía cada hoja que se encontraba en los árboles a su paso y el pasto verde, que se encontraba en el suelo, se hacía a un lado antes de que pusiera un pie en él; como abriendo camino por donde pasaba, temiendo de su presencia.

Sus ojos ya no eran de un tono café. Desde su encuentro con Chanyeol se habían mantenido de un color rojo que sabía, iba a permanecer ahí por mucho tiempo. Eran sus ojos habituales.

Se acercó al  viejo árbol que se encontraba al frente del Río Han, aquel gran tronco que lo albergaba todos los días cuando andaba en busca de energía. Se acercó lentamente a él mientras el susurro del viento lo acompañaba en la noche. Tocó el tronco con suavidad y este se fue muriendo en sus dedos.
La corteza color marrón oscuro empezó a deteriorarse, transformándose en un tono negro, como si sus manos lo quemaran por dentro. Estaba robandose su vida, eso era lo que hacían sus manos... robarse la vida.

Apartó sus manos de aquel ser viviente y reposó su espalda en el gran tronco que conformaba el árbol. Miro las estrellas brillantes en el cielo y su mirada se tensó aún más. Odiaba esa vida que irradiaba esos seres. Odiaba toda luz brillante que emanaba de cualquier cosa viviente. Odiaba el brillo dorado cegador que emanaba Sehun, un brillo que nunca saldría de su ser.
Y ese era el motivo por el cual no podía despegarse de él ahora que había entrado a su vida. Ese brillo que poseía su alma era tan apetecible y a la vez tan desgarrador para su ser.

Escuchó un ruido detrás de él, proveniente de los senderos en aquel parque en el centro de Seúl. Cerró los ojos y pudo percibir en aquella oscuridad, un par de cintas color vino con un sentimiento fuerte de desesperación.

En ese momento le importaba muy poco todo lo que sucedía a su alrededor...

Se dio la vuelta y vio a una chica desarreglada, como si viniera saliendo de un bar de los alrededores. Lágrimas caían por sus mejillas y su andar era torpe.

Luhan no lo dudo ni un segundo y se acercó a la chica.

-¿Necesitas ayuda? - Su mirada se transformó en preocupación. Una tan falsa que el mismo se daba crédito por ser tan buen mentiroso.

-No, estoy bien... creo... -la chica no había levantado su mirada aún, así que Luhan tomó su rostro y la obligó a observarlo.

-Dejame ayudarte...

Esas fueron sus últimas palabras antes de que la chica abriera sus ojos con sorpresa al ver sus ojos de un rojo intenso. Un grito amenazaba por salir de su boca cuando Luhan con un simple movimiento de manos, rodeó su cuello con una de ellas, absorbiendo todo el terror que iba a salir por la boca de la chica.

La tomó bruscamente de la mano y la acorraló contra aquel viejo árbol que se había convertido en algo más que su segunda casa en la tierra.
Hizo que la chica lo viera directamente a sus ojos y no pudo albergar más su sentimiento de satisfacción. Una sonrisa ladina se asomó por sus labios haciéndolo ver aterrador.

-¿Te asusto, Lian?

Esa era una de las cosas que más amaba y disfrutaba completamente. Sentir el terror y la agonía transferirse del cuerpo de sus víctimas a su propio ser. Esa sensación escalofriante que lo llenaba de adrenalina y que se colaba en su cuerpo por medio de sus poros. Cada una de las emociones de la gente que tomaba, se transferían hacia él con un solo toque y esa sensación lo excitaba.

La mirada asustada de Lian aumento en cuanto escuchó su nombre en los labios de Luhan. Eso era un juego que amaba realizar con cada uno de sus elegidos. Ver como sus ojos se agrandaban al decirles algo tan insignificante como sus nombres. Porque, ¿como era posible que un desconocido supiera sobre eso? ¿E incluso las razones de su agonía?

Entre cuerdas y sombras ||DESCONTINUADA||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora