"Margarita" - One Shot (Delly y Peeta)

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-¡Delly, despierta! ¡se te hará tarde y te están esperando!- esas fueron las palabras con las que la muchacha de melena dorada ondulada y ojos azules, se despertó. El sol entraba por su ventana haciéndole cosquillas en los ojos, los abrió lentamente apartando con una mano los mechones de cabello que tenia sobre el rostro. Se incorporó en la cama estirándose para luego mirar hacia la puerta y gritarle a su madre:

-¡Ya voy!- Dijo con una amplia sonrisa en los labios, dejando ver su hermosa dentadura blanca como la nieve. Una vez que se paró de su cama corrió hasta su armario y sacó un vestido color anaranjado con pequeñas flores en el, se lo puso junto con unas simples sandalias color blanco con una flor en el centro. Luego se recogió parte de su cabello para no tenerlo sobre la cara, se miró al espejo orgullosa de haber quedado decente esta vez y no un desastre como siempre. Abrió la puerta bajando apresurada por llegar a la salida Y en el camino se despidió de su padre, quien estaba haciendo unos zapatos de cuero negro y de su madre, que estaba acunando en sus brazos al pequeño hermano de Delly. Puede que la niña apenas tuviera 13 años recién cumplidos, pero sabía que debía cuidarse muy bien al salir por esa puerta y que, pasara lo que pasara, no debía cruzar mas allá del limite permitido del distrito 12. Ella deseaba con todas sus fuerzas que algún día pudiera sentir con sus dedos las distintas flores que crecían en aquel bosque, embriagarse con su aroma y sus colores. Pero por ahora, sólo podía conformarse con ver el lugar desde lejos, detrás de un enorme alambrado electrificado.

Cuando logró esquivar a todas las personas que se encontraban allí esperando a que el zapatero los atendiera, ella salió sonriente en busca de su mejor amigo quien la esperaba sentado en los escalones de la entrada. Cuando lo vió no se sorprendió: llevaba su típica camisa azul favorita, unos pantalones cortos y los zapatos deportivos que el padre de Delly le había hecho cuando fue su cumpleaños. Parecían un par de niños normales saliendo de sus hogares de la manera más casual posible, pero lo cierto es que nada de lo que los rodeaba era normal. Su distrito estaba dividido en dos partes; ellos vivían en la parte de los Comerciantes mientras que, del otro lado, estaba La Veta, el lugar donde habitaban las personas con menos recursos que ellos. Delly solía darles a escondidas algo de pan que el panadero le regalaba a su familia e incluso queso; no era la gran cosa, pero ella tampoco podía tener el lujo de una comida recién hecha todos los días, pues muchas veces debía alimentarse con la comida vieja, algunos creían que por vivir en esa parte de la cuidad todos eran felices...pero lo cierto era que todos eran iguales, sólo tenían otra apariencia. Y de verdad tenían apariencias que les hacía creer aun más que otra "clase de persona".

Los Comerciantes solían ser rubios y de ojos azules, mientras que los de La Veta eran morenos con ojos grises. En la escuela las chicas discriminaban a causa de aquello, por lo cual Delly estaba más tiempo con su mejor amigo, el hijo del panadero, Peeta Mellark.

-¡Hola!- dijo la hermosa rubia una vez que se puso frente al otro rubio quien miraba hacia la Veta, ella inmediatamente siguió su mirada y divisó a una niña que corría con un muchacho un poco más alto que ella: Gale Hawthorne y Katniss Everdeen. Delly los conocía de la escuela, al menos a Gale...pues, Katniss era la chica de la que su mejor amigo estaba enamorado y a la que había salvado después de la muerte del padre la morocha. Delly conocía la historia de cómo Peeta le había dado alimento a Katniss cuando más lo necesitaba, por eso lo admiraba. Y desde entonces intentó ayudar a toda persona que la necesitara.

-¿Espiándola de nuevo?- preguntó reteniendo una risa mientras ambos veían como los niños se despedían y entraban a sus casas. Una vez que los morochos se perdieron Delly volvió sus ojos hacia su mejor amigo que se estaba poniendo de pie y sacudía sus pantalones.

-No espiaba... al menos no esta vez.- le respondió el muchacho, ella no pudo evitarlo y soltó una enorme carcajada colocando ambas manos sobre su estómago. Al ver la acción de su mejor amiga puso los ojos en blanco pero no evitó sonreír al verla feliz. -Ya, Ya, búrlate todo lo que quieras. Andando- se encaminó hacia más allá de las casas, al alambrado. Pero claro que no cruzarían, ninguno lo haría. La rubia apresuró el paso para poder alcanzarlo y una vez que estuvo a su lado lo miró sonriendo de manera genuina, la forma a la que sólo le sonreía a él. Peeta la miraba del mismo modo y con la misma sonrisa, lo cual los reconfortaba a ambos.

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⏰ Última actualización: Oct 25, 2015 ⏰

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