Libro: Parte 1

50 2 1
                                    

Terminamos nuestro entrenamiento sin otra persona que pudiese ver a mi amigo Frost. Por un lado no puedo negar que me vi decepcionado, aún tenía la leve esperanza que solo Patán fuese el único "sin don". Pero no fue así. Ninguno de los otros chicos pudieron verlo.

Pero eso no pareció importarle a Frost. Supongo que ya estaba más acostumbrado a ello que yo haciéndome a la idea de que ha pasado siglos sin un amigo. ¿Cómo se sentiría el con respecto a eso, a que no ha tenido un amigo en siglos? ¿Oh alguna vez lo tuvo? Sacudí mi cabeza para alejar esos pensamientos tan deprimentes y trate de concentrarme en el entrenamiento.

Ver a Frost disfrutar nuestro pequeño espectáculo me saco una mueca de alivio.

Astrid y Tormenta fueron las más destacadas como siempre. Pata-pez no pudo hacer un triple giro que se suponía estuvo practicando durante horas en su casa. Brutacio y Brutilda solo peleaban y canturreaban canciones respecto a que Astrid se estaba más emocionada de lo normal con el entrenamiento. Y tenían razón, parecía una persona diferente desde que Frost y ella sostuvieron sus miradas por algunos segundos. Comenzaba a ruborizarme la idea de que ella se fijase en él. De nuevo volví a sacudir mi cabeza para que esos pensamientos absurdos me llenaran de un sentimiento nada agradable hacia mi nuevo amigo.

Cuando por fin terminamos mande a todos a descansar. Se lo merecían a pesar de algunas caídas. Astrid fue hacia donde yo me encontraba. Ese día comeríamos juntos. Mi madre la había invitado a comer. De vez en cuando ella comía con nosotros solo para que la casa estuviera un poco más llena de color.

-¿Invitaremos a Jack?-

Sus palabras me provocaron un escalofrió. Aun pensaba en esa posibilidad tan tonta de que a ella le hubiese llamada la atención más de lo esperado.

-Claro- Dije con un tono un tanto indeciso -¿Porque no vas a llamarle? Los esperare fuera de aquí, ¿de acuerdo?

-Vamos Hic, que te pasa hombre, ¿es que acaso me dejarías aquí?

Frost llegaba de repente. Me dio una ligera palmada en la espalda y me sonrió.

-¿Te gustaría acompañarnos a comer? Iremos a casa de Hic para comer con su madre.

-Pero, ¿es que no le has dicho "Hic"?- Volteo a verme canturreando las palabras - Me quedaré con ellos por ahora, no tengo a donde ir.

-¡Perfecto! Solo tengo que pasar a mi casa por algo, ¿podrían acompañarme?

-Sí, mi lady.

Caminamos hasta la casa de Astrid. Esperamos unos escasos quince minutos (supuse que pasaría a darle de comer a Tormenta o algo por el estilo, así que no nos alarmamos con respecto a su demora).

Cuando salió traía consigo su pequeña bolsa-mochila cargada en su hombro y su trenza de nuevo echa. Se veía radiante aun después de que teníamos poco de terminar el entrenamiento. Le sonreí como de costumbre. Temía a que Frost la mirará como yo. ¿A caso lo que estaba en mi eran celos? ¿Pánico? Nada de eso, solo, solo quería asegurarme de que no me idealizara de mala forma a Frost con respecto a Astrid. Para mi fortuna no, Frost no miraba como yo a Astrid; ni si quiera la miraba. Se entretuvo viendo unas pequeñas flores que eran de color morado-azul. Suspire tranquilo y emprendimos en camino a mi casa.

Cuando llegamos mi madre nos recibió con una cálida sonrisa.

-¿Quien tiene hambre?

-¡YO!- Gritamos al unisón los tres. Volteamos a mirarnos y sonreímos quedito.

Mamá había preparado pescado asado con una ensalada de lechuga, uvas y almendras. Realmente sabía bueno.

Mamá no era muy buena cocinera, pero dadas las circunstancias actuales ha tomado un par de clases con Bocón para que podamos sobrevivir.

Cuando terminamos de comer recogimos los platos. Mamá tenía que ir a supervisar unas cosas en la aldea así que nos dejó solos.

Cuando Astrid se aseguró de que solo quedábamos tres en la casa nos llamó al sillón.

-Chicos, tienen que ver esto.

Llegamos al sillón donde Astrid estaba sentada. Se veía tan tierna con ese brillo en los ojos de cuando encuentra un nuevo dragón o cuando logra hacer una pirueta. Manoteaba feliz para que nos acercáramos a ella. Sobre su regazo se encontraba un gran libro antiguo. Casi de los mismísimos ancestros. Su portada era de pasta dura y gruesa. Viejo como el mismo árbol plantado hace siglos en el bosque. Sus páginas se encontraban amarillas pero aún se podía leer lo que estaba plasmado en ellas. En la portada traía las iniciales del apellido de Astrid.

-Mi tío me lo mostro cuando tenía 4 años. Era la reliquia familiar. Mi tatarata tara abuelo lo consigue a cambio de leche de yak. Sé que suena tonto pero así fue como sucedió. En fin, ese no es el punto, el punto es esto.

Abrió el libro en una página apartada con un separador de listón rojo. En la página se leía con letras enormes "Leyendas de vikingos".

-¿Qué tiene de importante Astrid?- Dije con curiosidad. No entendía porque ella seguía tan emocionada por un libro. Y de leyendas había muchos aquí.

-Véanlo por ustedes mismos.

Comenzó a pasar las páginas. Algunas con nombres tan curiosos y raros. Otras con nombres de dioses reconocidos por todo el mundo. Thor destacaba entre todos los demás. Y fue ahí, justo después del dios Thor, que una cara familiar apareció en las ilustraciones del libro grueso y viejo. El rostro estaba perfectamente idéntico a la persona que había estado en mi casa jugando con nieve...Mi querido amigo Frost estaba plasmado en aquellas páginas. En algunas poses sentadas junto a los vikingos, en otras, peleando contra un oso. ¿Un oso en una isla de dragones? Para nada, de hecho, en esa escena no se parecía a nuestro hogar. Se parecía más bien a otra isla, donde se podía ver un gran castillo detrás y unos escudos de una caballería o algo por el estilo.

-¿JACK?- grite casi cuando estaba por ciento seguro que era el el que estaba ahí. Sus ojos se abrieron como platos. Estaba más pálido de lo normal (si eso fuese posible de imaginar). Sus manos estaban jugueteando y un brillo en la mirada nació. Era un brillo de viejos recuerdos. De vida pasada. De aventuras vividas. De catástrofes vistas.

-¡Se los dije! Ya lo había conocido de alguna parte. Hace mucho que se de ti, Jack.

Frost se limitó a dar una pequeña curva en sus labios simulando una mueca de sonrisa y, sin quitar los ojos del papel comenzó a regresar a su pálido normal.

-¡Por todos los inviernos! Jamás creí que pudiese ver esta maravilla. Mi cara. Mis cuentos. Mi historia plasmada como leyenda. Es el mejor reconocimiento jamás antes hecho para mí.

Se le veía realmente feliz y lleno de vida.

Pero claro; yo tenía tantas dudas como las ganas de leer todo ese libro.

-Ave, a ver, a ver -Interrumpí burlonamente- ¿No se supone que el dios de invierno es un viejo barbudo, gruñón y nada atractivo? -¿Acaso dije que Frost era atractivo? Muy tarde, Astrid si lo noto y comenzó a morir de risa. Jack me lanzo una mirada fulminante.

-Para que te lo sepas, mi buen amigo, el hecho de que este viejo no significa que tenga que ser "Amargado y feo". Y no, no soy un viejo barbudo. Era solo un pequeño y ahora mi forma adolescente se ha quedado más de lo normal.

Sus ojos me desataban una llamarada en mi ser. Pero una llamarada de odio. Le había pegado en su ego total al decirle feo. Patético, ¿No lo creen?

-Ya, ya. Basta de dramas amorosos, señoritas, deberíamos leer tu sección entre los tres para que nos enteremos como es que te veían los ancestros, ¿no lo crees Hic?

-Bien.


~NUESTRO SECRETO~ (En pausa hasta nuevo aviso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora