Me pongo a estornudar nada más entrar en el apartamento de Zuce. Lo tiene todo lleno de flores y el intenso aroma hace que me pique la nariz. Su casa es un trocito de naturaleza en medio de un mar de ladrillos y cemento, pero su verdadera obra maestra está en la terraza del edificio. Allí ha montado un pequeño jardín botánico. Los vecinos están encantados; gracias a Zuce tienen a dónde llevar a las visitas cuando les toque su turno de terraza.
Todos los fenómenos de la naturaleza tienen asociada un tipo de ninfa. Zuce es una Anthousai, es decir, una ninfa de las flores, que se caracterizan porque todas tienen nombre de flor y el pelo de los colores de los jacintos. Lo que quiere decir que Zuce no es su verdadero nombre, en realidad se llama Azucena, pero a mí me parecía muy cursi y empecé a llamarla Zuce. A ella le gustó tanto que le dijo a todo el mundo que la llamara así. Y tampoco es exactamente pelirroja, no tiene el pelo anaranjado como los humanos pelirrojos, sino más bien de un rojo tirando a fucsia.
Por lo demás, Zuce es como una muñeca de porcelana. Pequeñita, con la piel blanca y perfecta como el alabastro, las mejillas sonrosadas, los labios rojos y los grandes ojos verdes. El mundo no tiene nada que hacer ante su belleza. Es bastante incómodo ver a personas hechas y derechas pelearse por besar el suelo que pisa.
—Buenos días, Gaia —canturrea, a modo de saludo. He entrado con mi llave y acaba de darse cuenta de que estoy aquí. Ella también tiene una llave de mi casa—. ¿Qué haces aquí tan temprano?
Zuce se suele levantar cuando sale el sol. Como para todas las Criaturas Luminosas, el sol es alimento y fuente de energía, y necesitan aprovechar cada minuto que está en el cielo; sobre todo ahora que los días son más cortos.
No hago caso de su pregunta porque estoy mirando algo que antes no estaba aquí: un terrario, pero está vacío.
—¿Tienes una mascota nueva y no me lo has dicho?
Zuce siempre está recogiendo animales perdidos que se encuentra en la calle. Los cura, les da de comer, los convierte en buenas mascotas y entonces los regala a conocidos, o pone un cartel en la librería para cualquiera que pudiera estar interesado. Normalmente, suelen ser gatos o perros. Ésta sería la primera vez que recoge un reptil.
Zuce ve el terrario vacío y suelta un gritito.
—¡Oh, no! ¡Se ha vuelto a escapar!
Se pone a buscar como loca por toda la sala de estar.
—¿Es venenoso?
Siento la tentación de subirme a una silla. Soy inmortal pero este cuerpo puede sentir dolor.
—No. No te preocupes, es inofensivo —suspira—. Bueno, ya aparecerá —se vuelve hacia mí y me lanza una sonrisa cegadora. Tengo que preguntarle con qué se cepilla los dientes, porque ese blanco no es normal—. Por cierto. Tengo un regalito para ti.
—Yupi —murmuro, desganada. Ya me imagino qué es.
Viene dando saltitos hacia mí con un paquete fino y rectangular, y me lo da. El papel de regalo está lleno de corazoncitos.
—¿Por qué no me ahorras el trabajo y me dices cuál es?
—No, no, no. Tienes que abrirlo y descubrirlo por ti misma —se coge de las manos y se ríe como una niña, super contenta consigo misma. Zuce vive permanentemente en una peli Disney.
Rasgo el papel de regalo y... ¡Lo sabía! El Blu-ray de Bajo la misma estrella, esa película que tuvo sumido a medio mundo en un mar de lágrimas el año pasado. Zuce siempre me está regalando Blu-rays y CDs, cada cual más romántico y dramático que el anterior.
ESTÁS LEYENDO
La Muerte tiene el pelo azul
FantastiqueLibrera de día. Parca de noche. Desde que, estando a las puertas de la muerte, eligió convertirse en una parca por encima del descanso eterno, Gaia ha vivido su existencia con la tranquilidad de no sentir emociones y cumpliendo obedientemente todos...