Prologo: "Libros, personas...y Santiago"

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"¿Qué debo hacer? ¿Dejarlo ir o impedir que el avión lo aleje de mí? No sabia que opción elegir hasta que mis pies se manejaron por si solos llevándome a la puerta de partidas. Y allí lo vi.

Como siempre bien arreglado, concentrado en su boleto con destino a Los Ángeles. Tan tranquilo en su manera de ser. Mordí mi labio, tratando de no llorar, porque sabia a la perfección que el lo odiaba y no quería que el volteara por casualidad a ver lo ridícula que soy al verlo como se iba.

Y justamente eso sucedió. Giro la cabeza a ver los horarios de los vuelos. Cartel que se encontraba arriba de mi cabeza. El bajo la mirada y abrió la boca sorprendido.

-Reynaldo -susurre con las lágrimas saliendo de mis ojos. El negó con la cabeza, desaprobando mi depresión y me ignoro dándome la espalda. Solloce fuerte sin importar las personas a mí alrededor, el se acerco a mi con mala cara

-Oye, calma -acaricio mi brazo, tratando de tranquilizarme. Mire sus ojos y volví a sollozar recordando esos secretos momentos que pasamos juntos-. Cállate -ordeno apretando los dientes. Tomo mi brazo con fuerza y me llevo a una zona menos poblada

-Lo siento... -el me interrumpió

-No me digas que lo sientes, porque si fuera así no estarías aquí -se quejo rechinando los dientes

-Entiende que yo te amo, por favor, quédate -tome su mano con delicadeza. El observo nuestras manos entrelazadas y luego subió su vista hacia mí

-Y yo también, pero, ¿por qué debería de hacerlo? -pregunto Rey. Sentí como mi corazón se encogió

-Porque ambos podemos estar juntos, ya que... -me acerque a sus labios-...nos amamos el uno al otro -sonreí y el imito mi acción

-Te odio, tonta -bromeo sonriendo, me abrazo y empezó a caminar hacia la salida del aeropuerto. Yo me quede en el mismo lugar, en shock por lo que acaba de pasar-. ¿Vienes? -pregunto mirándome con cariño. Asentí y corrí hacia el.

-Si es contigo, a donde sea voy -le conteste.

FIN"

-¡Oh, que asombroso! -Dije lo que pensé en voz alta-. Sabia que terminarían bien -cerré el libro de 600 páginas y lo guarde en la biblioteca.

Me dirigí a la cocina, allí me serví agua y mientras bebía pensaba en la historia "Te amare aun así me odies", la cual recién termino de leer, luego de estar noches eternas en las que la lámpara de mi escritorio iluminaba el libro que mis ojos no paraban de leer. Llegue a leer desde las 20:00 de la noche hasta las 6:00 de la madrugada, -obviamente también comía e iba al baño sino no era posible leer- se que es muy loco pero los libros me encantan. No solo porque soy una solitaria (que vive de ir y volver de la universidad) y los libros son mis compañeros, sino que son verdaderos, entretenidos y llenos de sentimientos. No como las personas. Pero, alto, no hablo de todas. Solo las personas que conozco son lo contrario a los libros. Falsos, aburridos y vacios. Y por ese motivo me mude a vivir sola para poder concentrarme en mis estudios de abogacía.

-¡Ey, Linda! -me di vuelta a ver por la ventana de la cocina. Sonreí

¿Dije que las personas que conozco son lo contrario a los libros?

Pues lo son, excepto uno.

Mi vecino, Santiago


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