Una visita inesperada...

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[Temporada 1]

La mujer termina de lavar los platos y demás utensilios de cocina.
Su marido se despide de ella con un beso casto en los labios.
- A la tarde te veo- le susurra Scott, su esposo.
- Vale, ten mucho cuidado. Últimamente está incrementando mucho el número de enfermos. El virus aún no ha llegado hasta aquí y no creo que lo haga pero ve con cuidado por si acaso- le dice su preocupada mujer, Juliet, una mujer alta, de cabello negro y rizado.
- Descuida- se despide Scott con una sonrisa y comienza a caminar hacia la puerta delantera.
Al abrir la puerta, se encuentra con algo que no esperaba.
- ¡Ayúdame, por favor, ayúdame!- suplica un hombre desesperado, apretándose el cuello fuertemente con una mano.
- ¡Claro, sígueme!- le dice Scott, sorprendido.
Se adentra de nuevo en su casa, acompañado del desconocido herido.
- ¡¿Qué ha pasado?!- se sorprende Juliet, con los ojos muy abiertos.
- ¡Está herido, échame una mano!- le dice su marido y Juliet acompaña a los dos hombres hasta el granero, allí se encuentra los materiales médicos que ellos dos coleccionan. Scott es un médico cirujano y Juliet una enfermera, ambos trabajan en el mismo hospital donde se conocieron, pero tienen distintos horarios.
Scott abre la puerta del granero y rebusca en un maletín.
Juliet, por otra parte, le observa la herida mientras el desconocido no para de murmurar cosas extrañas.
- Son ellos... Ya vienen... Han llegado...
Los otros dos hacen caso omiso de las palabras del hombre, creen que está alucinando por la pérdida de sangre.
- Parece un mordisco...- dice Juliet en voz alta-. Está perdiendo mucha sangre.
Scott lleva vendas hasta el herido. Entre los dos curanderos, le desinfectan la herida y se la sanan.
- Es el virus, la infección se está extendiendo...- murmura el herido, temblando.
- Está todo bien- intenta tranquilizarle Juliet.

De repente, algo los sobresalta, a los tres. Un estruendo detrás de sus espaldas.
Juliet y Scott se giran, con el corazón en un puño.
La puerta del granero se ha cerrado de repente.
El cirujano de pelo corto y castaño corre hacia las enormes puertas e intenta abrirlas, en vano. Juliet también se acerca, dejando al tembloroso herido en el fondo del granero.
Scott aporrea la puerta.
- ¡¿Quién está ahí?!- grita porque sabe que no puede haberse cerrado sola.
- ¡No podéis hacer nada! ¡Os he visto con el otro hombre! ¡Os ha infectado! ¡Vais a morir!- grita una alocada voz de mujer, la misma que ha bloqueado las puertas.
Juliet la reconoce, es su vecina de enfrente.
- ¿Ofelia? ¡Sácanos de aquí! ¡Nadie está infectado!
Pero por mucho que gritan, no sucede nada, Ofelia se ha ido, dejándolos encerrados.
Dejan de aporrear las puertas y esperan encontrarse con un silencio abrumador pero en vez de eso, se encuentran con los gemidos del herido.
- Oh, no...- murmura Scott, que es el primero en darse la vuelta.
Juliet también lo ve.
El herido está muy palido, se mueve pesadamente, está como ido.
Fuera de la casa, los animales de la granja empiezan a alterarse. El caballo relincha. Se escuchan más gémidos procedentes del exterior, alguien se está acercando a los animales.
Juliet y Scott están tensos, no saben qué está pasando.
El herido se levanta mientras gime. Sus gemidos ponen los pelos de punta a la pareja.
- ¿Y si es la infección...?- murmura Juliet.
- No- niega Scott-. No sabemos mucho de la enfermedad, solo que es mortal y se transmite mediante la sangre.
- O el contacto...
- Lo que sea, hace solo unos días que se escuchó hablar del virus, no puede haber llegado ya hasta aquí...
Mientras discuten, el desconocido se acerca a ellos, con un andar pesado, alzando sus manos hacia ellos, castañeando los dientes.
- ¡Sepárate de él!- le grita Scott a su mujer y se aleja todo lo posible del posible infectado.
- A lo mejor no tiene nada que ver con la enfermedad. Puede que solo sea un mareo normal y corriente o alucinaciones...- sugiere Juliet y se acerca a él.
- ¡No! ¡Aléjate por si acaso!- le grita Scott.
Pero ya es demasiado tarde.
El herido se abalanza sobre Juliet, dirige su boca abierta a su cuello y le clava bien fuerte sus dientes antes de que ella pudiera hacer nada.
La enfermera grita.
Los animales de fuera gritan.
Scott no sabe lo que hacer, está en estado de shock. Pero tampoco puede quedarse mirando como el infectado muerde a su mujer.
Busca algo útil con la mirada, algo que le sirva para quitar al desconocido demacrado de encima de Juliet.

Lo ve, una pala de metal. La coge y la alza, en dirección a la cabeza del herido.
Los gritos de Juliet ya han cesado. La sangre se extiende a su alrededor. Scott tiene lágrimas por toda la cara.
Golpea al asesino y lo aparta. Lo golpea tan fuerte que debería de estar inconsciente, sino muerto.
Pero sigue vivo, no ha gritado ni nada, vuelve a ponerse en pie.
Y se dirige a Scott, el cual ha dejado caer la pala al ver el cadáver destrozado de su mujer. El desconocido le ha desgarrado el vientre con sus sucias manos.
Y está muerta. Acaba de perder a su mujer, acaba de perder lo que más quería en este mundo.
Su hijo va a caer en una profunda depresión, él amaba a su madre.
- ¿Qué le digo yo ahora...?- susurra Scott con lágrimas en los ojos-. ¿Qué le digo yo a Jack...?

Los animales han parado de gritar.
En el exterior suenan disparos, seguidos de pasos y voces de personas.
Scott corre hacia las puertas, esquivando al loco devora humanos, justo antes de que que este llegara a él.
- ¡Abridme!- grita Scott aporreando las puertas-. ¡AYUDA!
Espera, espera con los dedos cruzados.
Está viviendo un infierno y lo que más desea es salir de allí.
Pero nadie acude en su ayuda, los pasos desaparecen en la distancia.
Scott, temblando, saca su móvil del bolsillo, para llamar a emergencias.
Marca el número y está a punto de llamar pero algo lo empuja y su móvil cae. Ese algo es el asesino de su mujer, que intenta morderle.
Scott intenta apartarse pero el desconocido se le echa encima y el cirujano cae hacia un lado, desparramando objetos que tenía sobre una estantería.
Se golpea la cabeza contra la pared y casi pierde el conocimiento.
Tiene al devora humanos encima de él. Este le araña la cara con sus uñas llenas de la sangre de su mujer.
Scott sabe que, si es un infectado, ya lo han infectado a él también.
El médico intenta retenerlo, intenta que no lo muerda, mientras mira alrededor, por el suelo.
¡Allí está!
Scott alza la mano sobre su cabeza. Lo ha visto, un escalpelo, un instrumento que se usa en cirugía para hacer cortes.
El hombre que intenta sobrevivir alcanza la hoja afilada y sin pensárselo dos veces, la dirige al cráneo del que intenta devorarlo.
El escalpelo se hunde en el cráneo, por la parte trasera de la cabeza del devora humanos, y este se deja caer sobre Scott, aparentemente muerto.
Lo sabía, Scott sabía que lo mataría destrozándole el bulbo raquídeo, nadie puede vivir sin esa parte del cerebro.

Scott suspira de alivio y aparta al asesino a un lado. Recupera su móvil y esta vez sí, llama a emergencias.
Se coloca el móvil al oído.
Tardan en contestarle, la línea debe de estar colapsada.
Algo se cae al suelo, justo detrás de él.
Son órganos, intestinos, y sangre.
Scott siente un abrasador aliento detrás suya, justo en la nuca.
No está preparado para girarse, no está preparado para ver a su mujer... convertida... infectada...
De eso se trata la enfermedad... Mata a las personas y luego vuelven, como caníbales...

Los dientes de su mujer se enroscan en su nuca.
Scott abandona toda esperanza y cae al suelo, con su mujer encima.
Ya no puede hacer nada.
Ese es su destino.

- Emergencias, ¿dígame?- suena en el móvil.
Nadie contesta.
- ¿Tiene alguna emergencia?

Lo último que siente antes de morir es un tremendo dolor por dejar "huérfano" a su hijo adoptivo, una profunda pena por no haberle contado la verdad acerca de su origen y la incertidumbre de no saber si sobrevivirá o no a lo que está a punto de suceder en su pueblo, San Anselmo.

Apocalipsis Zeta - Historias olvidadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora