Triste y solitario

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Ya habían pasado 8 años desde que estoy encerrado en esta torre. No aguantaba más... ¡¿Por qué maldita razón mis padres no cumplieron el trato con ese hechicero?! La verdad, mi vida sería mejor si no hubieran tenido ese problema...(o al menos, eso pensaba en esos tiempos). Sin embargo, a pesar de todo, lo único que quisieron mis padres era tener un hijo, aquí me tienen, y me dieron todo el amor y cuidado posible. Es valorable.

Desde que era chico solía leer mucho, sobretodo historias románticas, en las que princesas y príncipes acababan viviendo "felices para siempre". La primera vez que observé aquella frase, quedé pasmado. Era extremadamente adorable leer aquellas historias en las que las parejas se enamoraran y continuaran juntos en lo que les resta de vida. Realmente, muy tierno. Mas hasta esa fecha, yo no había sido muy feliz, podría incluso decir que para nada alegre. Claro, jamás tuve contacto alguno con otro ser humano, a excepción de mis padres. No conocía los sentimientos que se desarrollan al estar con otra persona, como la amistad, o el amor... Conocía solamente el amor incondicional de mis padres, pero eso es distinto. Lo apreciaba mucho, pero anhelo más amor, tener una persona especial a mi lado. 

Pero no me arriesgué a huir de la torre. Quién sabe que me hubiera sucedido si aquél hechicero me encontrara. Capaz se apoderara de mí como secuaz, capaz me torturara por diversión, capaz acabara con mi vida... 

Por esa razón tuve que quedarme dentro de esta aburridísima torre por más años, mientras esperaba una posible solución de mis padres.  Triste.

Todos los días despierto a las 8 de la mañana (supongo: siempre que me asomo por la ventana veo al Sol formando un ángulo de 30°). Pero no me estudié perfectamente la posición del Sol, era aburrido. Aunque, sinceramente, no tenía nada mejor que hacer. Me preparo el desayuno, un té con las hojas que hay en el jardín y un poco de pan que mis padres me dejan de vez en cuando. 

Sin embargo, ese día no había pan. "¡Qué mierda voy a comer ahora!" pensé yo. No podía cocinarme galletas porque no había masa, comer insectos, paso, y comer alguna planta... no era mala idea, pero capaz elegía una venenosa y fue la mejor elección no haberse arriesgado. 

En ese instante, escuché la campana de la puerta. Mi papá había llegado... pero no solía venir a esas horas. Me ilusioné que tuviera una buena noticia, como por ejemplo, que hayan encontrado una solución. Pero para mi desgracia, solamente trajo pan. Estaba fresco, mas en ese momento comer era lo que menos me importaba. Sí, soy bipolar.

Le pregunté a mi papá si estaban buscando una solución. Él me contestó: - Primero que nada, buen día hijo. ¿Descansaste bien?-

-Hola padre- refunfuñando- Si, dormí bien. ¿Ahora respondes mi pregunta? Y otra cosa más. ¿Alguien preguntó por mí, "la princesa Elizabeth"?-

-Edward, sabes muy bien que tu madre y yo buscamos sin parar una forma de sacarte de esta torre, pero no estás acá porque queramos hacerte sufrir, es por tu seguridad. Y no, nadie preguntó por vos.-

-Siempre decís lo mismo- dije afligido.

Abrazándome, me consoló -Hijo, tranquilo. Tengo la corazonada de que pronto saldrás de aquí. Es lo que más deseo para ti-

Logró hacerme sonreír. Mierda. Odio demostrarle rasgos de felicidad, gracias a ello creía que lo pasaba bien en esta estúpida torre. 

-¿Te ves, Edu? Estás sonriendo. Solo espera un tiempo más y ya todo pasará. Disfruta de tu desayuno. Te quiero, hijo-.

-Cómo digas, padre- 

Solo dejé que se fuera, sin una palabra más, hasta que escuché el chirrido de la puerta de entrada y en ese instante, me dirigí a la ventana y le grité un "gracias". Mi papá puede conmigo, en fin. 

Me dirigí a la mesa para desayunar. Le había puesto demasiada azúcar al té, como me encanta. Y el pan estaba delicioso. Era un desayuno perfecto. Pero faltaba algo: alguien con quién compartirlo. Otra vez me sentí triste. Es usual que me suceda, mas todavía no me acostumbro.

Nunca me pasó antes, pero esa vez rompí en llanto. No soportaba más esa situación. Mojé toda la alfombra color amarillo... después tuve que limpiarlo. Maldita alfombra, solo empeoras todo. Empecé a oír un tintineo que provenía de afuera. Parecían campanitas chiquitas. Era muy alegre ese sonido, sin embargo, no era suficiente para alegrarme. 

Ese sonido cada vez se acercaba más... y por la ventana logré  divisar un carruaje verde lima jalado por dos caballos. Era hermoso. Y era mi salvación. Corrí rápido a buscar una pluma y un pergamino y escribir "Por favor, rescátenme". Lo arrojé por la ventana, le rogué al viento que lo dirigiera al carruaje y me quedé observando. Veía como oscilaba el ocre pergamino por los aires hasta descender... ¡al carruaje! 

Vi como por un orificio salía una mano, la cual recogió mi pedido de auxilio... pero el estúpido carruaje siguió avanzando. Y no regresó. Me acabaron de ignorar completamente. 

Eran las 10 de la mañana y ya mi día se había arruinado. Solamente quise irme a mi cama y seguir durmiendo. Y así fue.

  







Esperando un Final FelizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora