Esperando a Stephen

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Habían pasado dos horas de la ida de Stephen y ya era de mediodía. Dentro de un rato llegaría alguno de mis padres. Me resultaba perfecto. Les iba a contar la buena noticia. Y así sucedió.

Escuche los pasos de los zapatos de mi madre. Sonaban rápidos y desesperados. Claro, la puerta de entrada destruida no pasaría desapercibida.

-¡Edward, querido!- sus gritos hicieron eco por todo el lugar - ¿Te encuentras bien? ¿Qué pasó acá? - apenas me vio se abalanzó sobre mi y me tocó toda la cara, buscó heridas en mi cuerpo y me movió los brazos. Mi única reacción fue quedarme quieto y adoptar una mirada seria, con un poco de irritación.

-Madre, estoy en perfecto estado- di un suspiro - Sólo tranquilizate y te explicaré todo-

-De acuerdo. Para empezar... ¿Qué le pasó a...-

-Déjame hablar a mi - la interrumpí - Hace dos días una carroza cruzó la torre y pude dejarles un pedido de auxilio... estos se fueron. Me deprimió tanto eso que estuve al borde del suicidio.- El rostro de mi madre se veía preocupado. Una lágrima cruzó su mejilla. - Pero para mi fortuna, al día siguiente llegó un héroe, el príncipe Stephen de Sunnylower. Sí, él rompió la puerta. El punto es que llegó acá para rescatar a la supuesta princesa Elizabeth y se encontró conmigo. Le conté toda la historia. Se apiadó de mí y me consoló.- Ella ya estaba aliviada. Enseñé mi sonrisa- Se quedó a dormir acá, ya que había anochecido, y hoy temprano partió hacia su tierra para buscar ayuda... o mejor dicho, para preguntar si puedo quedarme con ellos y...-

-¡Edward! ¡Esas son buenas noticias- me abrazó y me llenó de besos -Al fin saldrás de aquí y te librarás del peligro.- Irradiaba felicidad, pero no más que yo.

-Yo también estoy ansioso, madre. Uno de mis mayores deseos se cumplió, sin dejar de lado el hecho de que luego de tantos años tuve contacto con otro humano, que no fueran ustedes.-

-Perfecto. Entonces no tendremos que volver a verte aquí ¿no?-

-No madre. Eso es lo único que me entristece. No verlos más ni a ti ni a mi padre.- recién en ese momento me acordé de mis padres. Qué mal hijo que soy.

-Podrás comunicarte con nosotros mediante cartas. Siempre que mandes algo te responderemos al instante. Espero que hicieras lo mismo- pensé en eso. Dudo que lo vaya a hacer, pero como dicen, mejor tarde que nunca- Solo quiero que seas feliz. De nosotros no te preocupes-.

-Me alegro de eso madre- le di un abrazo.

-Me parece magnífico. Ahora cuéntame... ¿te cae bien el príncipe Stephen?-

-Es una persona maravillosa, madre. Disfruté mucho de su compañía y me encantó haberlo conocido.-

Mi madre sonrió - Te felicito Edward. Conociste a alguien. El príncipe Stephen y vos terminarán siendo buenos amigos-.

-Eso espero, madre- dirigí mis ojos al cielo raso. Pensé en él. ¿Era normal sentirme feliz con sólo pensar en alguien que acababa de conocer? Bueno, si esa persona era especial, sí.

-De acuerdo, hijo. Ya sé todo lo que tenía que saber. Me iré antes de que sea más tarde, capaz nos quedábamos hablando por horas y me pasaba lo mismo que tu amigo- "no lo creo, madre" pensé, pero preferí guardarme las palabras- Nos comunicamos luego. Avisa cuando estés en el castillo-.

-Lo haré madre- giré los ojos- Te quiero. Recuerda decirle todo a mi padre-.

Mi madre se retiró sin decir ninguna otra palabra.

Pasaron varias horas hasta que se hizo de noche. Pasé el día leyendo por última vez uno de mis libros. "Felices para siempre", ya estaba cerca de conseguirlo. Luego pensé una forma de llevar mis cosas al castillo. Suponía que los caballos no podrían levantar mi mueble. Terminé decidiendo guardar mis cosas en dos bolsos de tela. Solo llevaban dentro de mi ropa y algunos libros, que creí que les gustarían a Stephen.

Estaba en la cama intentando dormir, cosa que no podía.

Él ocupaba toda mi mente. Stephen se adueñó de mis pensamientos.

Palpeé con mis manos el otro extermo de mi cama como si buscara algo. Sentía una ausencia. Sí, la de él situado a mi lado, arruyandome con sus suaves ronquidos, su calor corporal irradiando mi espacio, su hermosa silueta entregada al sueño junto a su mente... era admirable. El día anterior hubiera contemplado esa imagen durante horas, pero lamentablemente el sueño me había vencido. Es más, quería formar parte de esa imagen. Pero al hacerlo, capaz irrumpía su estado de paz, y consecuentemente, se enojaba conmigo. Aunque Stephen es bueno y amable. No se enfadaría conmigo. Me hubiera atrevido a abrazarlo esa noche.

Quería sentir a Stephen. Eso es lo único en que pensé aquella noche. ¿Dormir? No lo hice. Solo extrañé algo muy preciado para mí.

Sin darme cuenta ya se había vuelto de día. Me levanté con ansias de verlo. Bajé a toda prisa las escaleras para hacerme el desayuno y, para mi sorpresa, de espaldas a mi, bajo el marco de la puerta, estaba él. Yo ni le di tiempo a saludarme. Corrí hacia él y me deje caer en sus brazos. Él me recibió con dulzura.

-¡Te extrañé mucho, Stephen!- grité.

-Yo también mi Edward. He vuelto por ti. Vendrás conmigo a mi castillo.-

Contuve un grito y hundí mi cabeza a su pecho. Él me aprisionó más a su cuerpo. Estaba tan contento como yo de esas buenas noticias. Me besó la cabeza y me mantuvo en sus brazos por más de 10 minutos. Me hubiera encantado durara una infinidad, pero con estar con Stephen me conformé.

La espera valió la pena.

Esperando un Final FelizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora