Al despertarme la mañana siguiente, no vi a Stephen a mi lado. Me sentí desamparado... creí que me había quedado sólo de nuevo. Pero para el alivio de mi alma encontré a Stephen en la cocina, ya vestido. Yo no solía vestirme al despertar. Es más, acostumbraba a estar en piyama todo el día.
Lo veía perdido. Estaba estático observando la cocina y los utensilios.
-Buenos días, Stephen-
Dio un sobresalto. Se llevó su mano derecha a su pecho. Sus ojos quedaron bien abiertos. En su rostro se notaba su ira, mas solo fue momentánea.
-Me diste un susto, Edward. Buenos días.-
Me reí.
-¿Que buscas Stephen?-
-¿Como entiendes estas cosas? En mi castillo hay muchos sirvientes trabajando en la cocina, y vos, siendo uno solo, puedes manejarla. ¿Cómo lo logras?-
- Es simple, solamente me cocino para mi. En este caso cocinare para ti también. Solo enciendes el fuego- explique mientras encendía el fósforo- y colocas la jarra con la leche. El jugo lo haces exprimiendo de esta manera las frutas. ¿Te gusta la naranja?- asintió -Es fácil. Inténtalo-
-No tengo fuerza-
-No la necesitas- sostuve su mano y la deje encima de la naranja- Solo giras sobre el exprimidor y sale el jugo-
Su mano era suave y cálida. Más grande que la mía. Era agradable sentir su piel. Lo miré. Estaba concentrado mirando la naranja. Alejé mi mano.
-Continúa sólo- dije finalmente.
Fui a buscar el pan de la alacena y lo calenté en el horno. Al sacarlo se desprendió un deleitante olor. Di un mordisco a uno de los panes y estaba delicioso. Le dije a Stephen que llevara el jugo a la mesa. Yo llevé los panes y la leche.
Nos sentamos en la mesa tranquilos. No hubo palabra alguna. Solo sonrisas. Veía que él disfrutaba su desayuno. Eso me puso feliz. Hasta que algo me entristeció ese día.
-Edward, ya sé que pediste un rescate, pero no puedo llevarte a mi castillo, aunque seas un príncipe.-
-¿Por qué no, Stephen?-
-A mis padres dije que traería a una princesa, es más, pensaban que sería una buena pretendiente. Pero sería una gran sorpresa para ellos... y capaz todo el reino se entere, y luego los demás reinos con lo cual el hechicero podría rastrearte... y no quiero que te hagan daño- al oír eso sentí un cosquilleo en el estómago. Eran palabras muy tiernas. Se preocupaba por mi.
-Mmm... ¿y si les dices a tus padres la verdad y que lo guarden en secreto?- empecé a tirar ideas.
-Edward, creerían que es mentira, además parece sospechoso que no haya regresado. Es probable que pensaran que fui raptado. Y al verte reaccionarían mal y...-
-¿No quieres salvarme?-
Lo observe, sus ojos miraban el suelo. Después me miró compasivo. Directo a mis ojos.
-Sufriste demasiado Edward y me encantaría ayudarte... ¿Sabes qué? Voy a intentar algo. Voy a volver hoy mismo y les diré todo. Tu historia, que estuve a salvo y que necesitas ayuda. Espero que permitan que te quedes con nosotros a salvo en nuestro reino-. Sonó sereno. Yo le importaba, aunque recién lo había conocido el día anterior.
-¡Sería estupendo!-
-Obviamente si ellos no tienen problema... no te ilusiones de antemano-
Eso me deprimió. Parecía que no me quería ayudar. Fue doloroso. ¿Cómo podía estar tan feliz y de repente sentir tristeza? ¡Stephen estaba jugando con mis sentimientos! O capaz mis sentimientos son muy inestables. De todas formas, era doloroso y extraño, aunque placentero. Jamás había desarrollado este tipo de sentimientos. Eso sucede cuando estabas en contacto con personas.
-Stephen, vos tampoco te deprimas de antemano. Solo esperaremos. Ve ahora así podrás regresar temprano- traté de pensar positivo.
-De acuerdo Edward, tienes razón-
-Solo te pido un favor-
-¿Qué favor?-
-No me abandones- no sé porqué dije eso. Sólo lo hice. Por instinto tal vez. No lo pensé. Lo único que quería era que se quede a mi lado y no se aleje.
Él se acercó a mi. Miró mi rostro y me envolvió en sus brazos. Sentía su respiración en mi cuello. Era una brisa agradable. Luego me observó otra vez.
-Edward, volveré lo antes posible. Y te prometo algo. No estarás solo nunca más-
Sus palabras fueron sinceras. Me llenaron de felicidad al instante. No pude reaccionar de otra manera qur sonriendo. Él me devolvió la sonrisa. Y nos despedimos. Escuché relinchar a su caballo y luego sus galopes, que poco a poco se volvían más distantes. Solo necesité de eso para extrañar a Stephen.
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Esperando un Final Feliz
RomanceEl joven príncipe Edward estuvo encerrado en una torre (por su propio bien) sin ningún contacto humano por demasiado tiempo, 8 años para ser exactos. Su mayor deseo era salir al exterior y conocer el amor... sentimiento que hasta el momento jamás de...