Catorce.

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#MaeDay

Capítulo catorce: Hola, Glasswood.

—Papá, me voy a Glasswood —solté dejando los cubiertos sobre el plato.
—¿Qué? —preguntaron papá, Derek y... Max.
—He dicho papá.
—Pero yo soy tu papi —habló Max seriamente y yo lo miré.
—Comete eso antes de que te patee el trasero, Landcaster —señalé su comida con la cabeza y sonrió volviendo a comer.
—Bueno, pero explica eso... ¿Cómo te vas al otro lado del país? ¿Y la universidad? ¿El trabajo?
—Papá, es sólo una semana. Puedo pedir permiso en ambos lugares. En el restaurant nunca pido descanso y hago hasta las cosas que no me piden. Y en la universidad... Pues puedo convencer a los profesores, no hay problema con eso.
—Pero no entiendo, ¿a dónde quieres ir? Y no me respondas Glasswood, porque te conozco. ¿Quieres ver a tu abuelo?
—En parte sí, es una buena oportunidad para verlo. Pero también quiero conocer a Mia.
—¿A tuya?
—Mia.
—¡Tuya!
—¡Es Mia!
—¡Ya sé, es tuya!
—Papá —alargué y él río para seguir comiendo.
—Bueno, creo que no puedo hacer nada al respecto. Eres mayor de edad...
—Sí, no estaba pidiendo permiso, te lo decía por el auto.
—¿Ah? ¡No! ¡¡De ninguna manera!! —Derek se quejó golpeando el tenedor contra la mesa.
—Derek...
—Papá, es mi auto.
—No es tu auto, Derek —habló papá.
—¡Pero casi lo es! Ella perdió su licencia de conducir y ha sido mi auto desde entonces —Me señaló y yo tomé su dedo.
—Ella tiene nombre y licencia nueva de conducir —Me señalé con las llaves del auto— Además, cuando señalas a alguien hay tres dedos señalándote a ti.
—¿Ah sí? Pues... Pues —juntó todos sus dedos señalándome con un rostro de «en tu cara» y me reí negando con la cabeza.
—Te ves ridículo.
—Sí, ya sé —asintió bajando su mano para seguir comiendo.
—Entonces... ¿Puedo llevarlo?
—Si consigues permiso de la universidad y el restaurant, te llevas el auto.
—Te amo.
—Sólo si consigues ambos permisos, Mae.
—Lo haré, lo prometo. Gracias, pá.
—No hay de qué, botoncito. Y quiero fotos de ti y tuya.
—Mia...
—Por eso, tuya.
—Papá, basta.
—Está bien, está bien... De todos modos la decisión es tuya.
—¡Papá!

Mi papá rió bajito y se metió un gran bocado de comida para no seguir hablando.

—¿Ya puedo hablar? —preguntó Max alzando la mano.

Yo suspiré y seguí comiendo, de todos modos tenía cosas que hacer. Como comprar regalos y buscar la forma de pedir permiso en la universidad. Porque no sería tan fácil como le había dicho a papá.

—Buenos días.
—Buenos días, señorita. Quisiera saber donde puedo pedir permiso para faltar por una semana.
—¿Vas a faltar una semana?
—Eh, sí.
—¿Estás enferma?
—Uhm, no.
—¿Alguna urgencia?
—Algo así.
—¿Médica?
—No.
—¿Entonces?
—Voy a conocer a mi mejor amiga.

La secretaria del decano me quedó mirando y presionó algunos botones del teléfono sin apartar la mirada de mí.

—Señor, tenemos una alumna del código 3368. Sí. Bien. No. Bueno. Está bien. Sí. Perfecto. Lo haré. Anotado. Sí, señor. Pasa —la chica agitó la cabeza haciendo una seña hacia la puerta— el decano espera.
—¿Tengo que pedirle permiso al decano? —pregunté abriendo los ojos.
—Sí.
—¿Y qué se supone que es un código 3368?
—Es confidencial. Pasa, el decano espera.

Dicho esto, no volvió a hablarme y siguió con su trabajo. Yo la miré un poco más y luego caminé hacia la puerta, toqué y un grueso «adelante» se oyó detrás. Abrí asomando la cabeza y un señor gigante estaba en sentado en la oficina.

¿Por qué me meto en estas cosas? Ah, sí. Todo por culpa de Mia.

—Buenos días, señor.
—Buen día, puedes sentarte, Griffin.
—Eh... Sabe mi apellido, ¿puedo preguntar cómo?
—Tengo una relación de nuestros mejores alumnos, estás aquí justo debajo de Gunn, ¿lo ves? —preguntó señalando una lista donde estaban nuestras carreras y fotos.
—Sí, ya veo.
—Entonces, ¿qué sucede?
—Yo... Quisiera pedir permiso para faltar una semana.
—¿Faltar? ¿Es alguna urgencia médica?

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