Capítulo 3

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Era la última clase del día: matemáticas. Aburrida y eterna. Con un profesor de más de setenta años, arugado como uva seca, que tan sólo traía un libro y un lápiz a cada clase, pues estb decidido a no avanzar más decadas que la suya, y  a alejarse po completo de la era de la tencología. Pero Janice sólo se concentraba en el reloj. Parecía que el tiempo se congelaba, porque cada vez que miraba habían pasado dos o quizás tres segundos, nada más. Noah notó lo nerviosa que estaba, asi que decidió hacerle pensar que pasaba más rápido el tiempo. Asique se acercó a su oído y le susurró: "Queda poquito...", haciendo que ella se sobresaltara, y riendo le laznó un beso a su amigo. Él le respondió con una sonrisa, y se volvió al frente. Pero su expresión cambó casia la instante y se puso seria. Jancie se volteó también, y se encontró con un enojado señor Broadwens mirándola.

- ¿Tiene algo qe compartir con la clase, señorita Swimburn? - preguntó serio el profesor -. No, señor Broadwens - respoklindió Janice bajando la cabeza, y sintiendo el calor que sus mejillas emanaban cuando se avergonzaba.

- ¿Y usted, señor Finkle? - esta vez se dirigió a Noah, señalandolo con un ligero movimineto de cabeza.

- No, señor - al contrario que Janice, Noah fijó su mirada en los ojos del profesor, obligándolo a voltear la cabeza. Feliz por su logro, Noah continuó sonriendo. Janice también sonrió, pero siguió atendiendo la clase.

Habían pasado más de treinta minutos, y ya quedaban solo diez para que sonara la campana, que indicaba el fin de la jornada de clases. A Janice ya se le cerraban los ojo del sueño. El profesor hablaba de Pitágoras y los triángulos. Entonces Janice escuchó su nombre a sus espaldas. "Psss... ¡Janice!" Noah la llamaba en suurros. Janice se volteó disimuladamente, para no repetir el episodio anterior, y porque estaba con tanto sueño que no podía moverse más rápido. Noah le sonrió y le señaló el reloj. Janice miró hacia donde el dedo de Noah apuntaba, y de pronto todo el sueño desapareció: tres minutos. Janice comenzó a reunir y guardar sus cosas en silencio, y muy lentamente. Pero cuando el maravilloso sonido de la campana se escuchó por los pasilos, Janice fue la primera en salir. Por primera vez en su vida no le importó lo que pensaban de ella. Tan sólo se deicó a correr y a pensar para darse ánimos: "Voy a ver a Coraline. Alfin voy a ver a Coraline".

Era lo que había estado esperando todo el día. Su mejor amiga estaría de visita en la casa de su tía, qu era vecina de Janice. "Voy a ver a Coraline, voy a ver a Coraline" Janice corría a su casa. "Voy a ver a Coraline, voy a ver a Coraline" abrió la puerta de su casa y la cerró estruendosamente. "Voy a ver a Coraline, voy a ver a Coraline" le gritó un ¡Hola! a su madre y subió corriendo las escaleras. "Voy a ver a Coraline, voy a ver a Coraline" corrió por el pasillo de la planta alta. "Voy a ver a Coraline..." Abrió la puerta de su habitación para cambiarse el uniforme a ropa más comoda. "Voy a ver a Cor..." No logró terminar la frase en su cabeza, por que la interrumpió otra desde afuera de ésta.

- Pensé que llegarías antes, ¿eh? ¿Que tienes que decir al respecto?

Coraline. En su habitación. Sentada en su cama. Coraline. Su mejor amiga. Ambas gritaron y se abrazaron como si no se huberan visto en años. Aunque habían pasado varios meses. Cuando se separaron, ambas se miraron por un segundo, y luego estallaron en risa.

- Vaya... - Janice se quedó observando a su amiga. No había cambiado en nada. Su pelo negro con mechas rosadas caía hacia un lado de su cabeza, enseñando los aretes de estrella que una vez Janice la había regalado. "¡Se acordó!" penos Janice. Antes de separarse por última vez, habían acordado usar algo que le recordara a la otra hasta que se volvieran a ver. Janice tenía un collar con una pequeña piedra color gris claro, que habían encontrado juntas en la playa hacía muchos años, cuando las dos tenían seis. Coraline, en cambio había recibido esos aretes de estrella el día de su cumpleaños número 12, cuando recién comenzaba a interesarse por el mundo de lo gótico. Janice creyó que serían perfectos para ella, y pudo ver que, después de todos estos años, aún los conservaba.

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