Capítulo 4

117 5 2
                                    

Janice abrió lentamente los ojos, cerrándolos al instante. La luz del sol que se colaba por la redija de la cortina que Janice había olvidado cerrar la encandiló. Se hacercó a la ventan con los ojos cerrados, y a tientas cerró la cortina verda que adornaba su pieza. Luego se desperezó y se dirigió al baño privado que tenía su pieza. Janice se cepilló el cabello, sentada en la silla de mimbre que compró en una feria cuando era pequeña. Para ese entonces, la silla le quedaba gigante, pero ahora la silla estaba casi hecha a su medida. Luego cogió su cepillo de dientes, y la pasta dental (sabor frutilla, que tanto le gustaba) y se cepilló sus dientes. Al terminar, cogió el limpiador de brackets y lo pasó por su boca lentamente, cuidando que ningún espacio quedase sin limpiar. Su dentista le había dicho que si mantienía sus brackets limpios, se los quitarían lo antes posible. Y desde ese minuto, a Janice nadie le quitaba su cepillo limpiador.

Al salir del baño, Janice recordoó que tenía invitados en la casa: Coraline. Al comprobar que no estaba durmiendo, bajó las escaleras en busca de su amiga. Primero revisó la cocina, donde seguramente estaría comiendo algo. Pero no estaba allí. Después de revisar cada espacio en su cocina, Janice se dirigió a la sala, donde había una mínima posibilidad de que estuviera viendo televisión. Pero Coraline no estaba por ningún lado.

Janice ya había buscado por toda la casa, asique subió las escaleras lentamente, pensando que quizás su amiga se había marchado, cuando escuchó una voz parloteando a un teléfono. Jancie se apresuró a entrar a su cuarto, cuando esuchó la palabra "Pete" que salía de los labios de Coraline. Decidió que se quedaría afuera para escuchar a qué se debía y de qué trataba esa conversación.

- Claro, Pete. Puedes venir cuando quieras. Y trae a ese amigo tuyo, Alex, para convencer a Janice de que puedas venir. No sabes las cosas malas que dijo de ti anoche. Si. Ahá. Bueno, como quieras. A mi me da igual, pero debes traer a Alex. Si, de seguro que le gusta. Si, esoty segura. Si. Adiós amor.

Ese "amor" mató el último pedazo de corazón y lástima que Janice tenía por Coraline. Las otras frases que lo destruyeron fueron "trae a Alex, para convencer a Janice" "No sabes las cosas malas que dijo sobre ti". Coraline había cambiado. Ya no era la misma chica con la que jugaba a las muñecas, que soñaban con príncipes azules y con castillos. Ella era otra. La había absorbido el mundo de los chicos, los chismes y la popularidad.

A Janice le resbaló una lágrima por la mejilla. Pero la secó rápidamente y entró a su cuatro dándo un portazo al cerrar la puerta. No le molestó hacer ruido, ya que su madre no estaba y sus hermanos ya se habían ido a la esucela.

- Qué demonios fue eso? - preguntó Coraline sobresaltada 

- El qué? - le respondio Janice inocente.

- El portazo. El que acabas de dar.

- Ah, eso. No nada, no me di cuenta de lo fuerte que la había empujado - Janice había decidido hacer como si no hubiera escuchado la conversación de su "amiga" con su novio.

- No sabía que tenías tanta fuerza, eh?

- Hay cosas que a veces no decimos - Janice se puso jugetona: quería ver cuál era la reacción de Coraline si descubría lo que había esuchado.

Pero por toda respuesta, Coraline se enocgió de hombros y siguió con la vista pegada en su celular, haciendo quien sabe qué.

Jancie se rindió, y sin decir nada se acercó a su armario a buscar algo para ponerse. Eligó una blusa a cuadros de tonos morados, y unos pantalones ajustados de color negro oscuro. Después cogió sus zapatillas Converse negras y se fue al baño a tomar una ducha. Estuvo allí por lo menos una hora hasta que salió. Coraline volteó al escuchar el sonido de la puerta del baño, y se quedó observando a su amiga por una rato. Con esa ropa se veía muy delgada y linda.

MensajeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora