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—Estoy más nerviosa que nunca —le confesé a mi primo por teléfono.
Me miré en el espejo. Llevaba un vestido rosa y unos tacones color beige. El vestido era strapless y me quedaba a la perfección. Mi cabello estaba recogido en un moño con algunos cabellos tocando mi rostro.
—Tranquila, todo saldrá bien —me dijo por el otro lado de la bocina.
—Valdrá la pena —cerré mis ojos.
—Completamente —dijo—. Yo estaré allá apoyándote.
—Gracias —le dije.
Ambos colgamos después de repasar el plan. Sólo le suplicaba al cielo que el Julio Vitovski fuera agradable conmigo y que me entendiera. Después de todo, es un año mayor que yo.
—Hija, ¿estás lista? —preguntó mi madre detrás de la puerta.
—Sí —admití—. Salgo en un segundo.
Metí todo lo que necesitaría a mi bolsa de mano y salí casi trotando.
Mi madre arreglaba su vestido mientras que se veía en el espejo de nuestro corredor.
—¿Ya están listas? —preguntó Stewart. Aún usaba muletas y tenía unos rasguños en el rostro.
Mis padres hicieron que él fuera al psicólogo todos los días, incluso está en un grupo de apoyo junto con otros tipos. Perder a tu mejor amigo no ha de ser fácil.
—Vámonos, cariño —le dijo mi madre—. Su padre nos espera en el auto.
Asentí con la cabeza y caminé junto a ellos. Mamá se adelantó y eso nos dejó a Stewart y a mí solos.
—Te arriesgarás mucho —me dijo de repente.
Lo miré sorprendida, creía que él no sabía.
—Hunter me lo dijo, no podías faltar —hizo una media sonrisa—. Te lo mereces, hermana.
—Gracias, Stewart —me acerqué y lo abracé fuerte.
Papá nos pitó para que nos apresuráramos y, como pude, corrí en mis tacones.
Stewart tenía razón, era muy arriesgado; pero tendría que valer la pena. No podía permitir que me negaran mi última tocada, la banda fue mi familia los últimos meses.
—¡Deamon ha llegado! —el hombre de barba corta levantó los brazos con una sonrisa. El señor Vitovski.
—Señor Vitovski, ¿cómo le va? —lo saludó mi padre con un saludo de mano—. Esta es mi familia —nos presentó—. Años sin verlos, ¿eh?
—Claro que los recuerdo —el hombre sonrió grande—. Anne Deamon —besó la mano de mi madre—. Stewart Deamon, cada vez más grande —rió un poco y mi hermano trató de sonreír—. ¡Y la hermosa Cassandra! No cabe duda que la madre y la hija son unas joyas preciosas —me saludó.
Hice una sonrisa y sentí que mis mejillas ardieron un poco.
—Muchas gracias, señor Vitovski —se me adelantó mi madre—. Sus hijos están grandes y guapos también.
Miré atrás del señor Vitovski y logré ver a Kendall y Julio Vitovski. Kendall era tres años más pequeño que su hermano, pero aún así era un niño apuesto. Julio también lo era. Esos ojos azules siempre irradiaban cierta confianza y eso me gustaba. Le sonreí y él me imitó. Bien hecho.
—Buenas noches —saludaron Kendall y Julio en unísono.
—Buenas noches, chicos —saludó mi padre con una sonrisa.
Después de un tiempo, los otros dos socios de mi padre llegaron, y luego llegó un apuesto abogado. Mierda, sí que era guapo. Mi mamá estaba con sus ojos pegados a él, pero yo evitaba hacerlo. No quería prestar toda mi atención a él. Tenía que funcionar mi plan con Julio.
—Entonces le dije a mi hermano menor: la música no te dará qué comer, Tyrone, eres un fracasado —todos en la mesa comenzaron a reír después de haber escuchado el comentario del sexy abogado.
Lo miré bien. Cuando entró, se veía bastante alto y de unos veinticinco años, nada fuera de lo normal. Tenía la barba de días sobre su piel y se veía que tenía algunos rasguños en su cara. Parecía que fue un chico malo en sus tiempos.
—Marc, eres tan gracioso —rió la señora Connor.
—Opino que si a tu hermano le gusta, debería de seguir sus sueños —todos se voltearon hacia mí—. No es un fracasado por hacer lo que le gusta.
Entrecerró los ojos mirándome con atención.
—¿Cómo le llamarías a eso, Cassandra? —preguntó él.
—No lo sé. Talentoso, soñador, triunfador. Pero "fracasado" no la usaría —dije.
Se sintió cierta tensión en la mesa.
—Bien —aún no quitaba su mirada en mí.
—Siguiente ronda va por mí —sonrió mi padre grande.
La plática siguió su curso, como si eso nada más hubiera sido un pequeño descanso de todo el drama. Lo que llamaba la atención es que ese tal Marc me miraba mucho, como si me estuviera inspeccionando.
Vi la hora. Se hacía tarde, tenía que trabajar ya.
Julio estaba sentado a mi lado mirando su consola portátil de video juegos.
—Hey —lo saludé.
Él inmediatamente cerró la consola y me miró.
—Tengo novia —me dijo rápidamente.
—¿Perdón? —le pregunté.
—He visto cómo me miras. Lo siento, pero soy un chico ocupado —chasqueó la lengua—. Puede que encuentres a alguien luego.
—No... No quería na... —iba a continuar hablando, pero fui interrumpida por él.
—Basta, Cassandra, de verdad estoy muy enamorado de Louisa —dijo.
Retuve el aire y alcé una ceja.
Mi corazón se hizo pequeño al escuchar lo que Julio había dicho. Yo también tenía novio, obviamente lo que menos quería de él era una relación, pero él... Él no ayudaría. Era un niño. Un niño guapo y rico, lo único que le interesaba era su dinero y su belleza, como también los video juegos, y por ahí había escuchado que le gustaba mirar y leer anime. Pobre niño.
Tenía ganas de llorar ahora que no podría salir. Julio era mi última salida y ahora no tenía nada más. Podría decirles que Stewart pero no era una grandiosa idea. Él apenas se estaba reparando física y psicológicamente, además que era poco probable que mis padres nos dejaran salir, no podríamos dejarlos solos.
Papá no quitaba la mirada en mí. Parecía que estaba molesto por la manera en la que le contesté al tal Marc. Se veía demasiado joven como para ser un abogado tan exitoso.
Miré hacia abajo. Definitivamente me estaba quedando sin esperanzas y tenía que estar allá dentro de quince minutos. Tenía que ir y ellos jamás tendrían que saber que yo estuve fuera. Por nada en el mundo, o en verdad me matarían.
—Su familia se ve que es una familia ejemplar, señor Deamon —le dijo Marc.
Apreté mis labios mientras que imaginaba cómo los chicos subían al pequeño escenario y saludaban a los presentes, Luke decía algunos nombres de clientes frecuentes y estos levantaban sus cervezas y me guiñaban el ojo, coquetos. Luke odiaba eso, pero era ya parte de una tradición que no podían cambiar de un viernes a otro.
—Me estoy sintiendo mareada —le dije a Stewart.
—¿Quieres salir? —me preguntó mi hermano y vi lo que sus ojos decían.
—Es lo que más quiero en el mundo —admití yo. Diez minutos.
—¿Todo bien? —preguntó mi madre.
—Cass se está sintiendo un poco cansada —admitió mi hermano.
Ella alzó ambas cejas, sorprendida.
—¿De verdad, cariño? —preguntó mi mamá.
—Um, sí —mentí.
—Puedo tomarte la presión en mi carro. Tengo un aparato —se ofreció Marc.
—¿Sabes de eso? —se sorprendió la señora Connor. Era una mujer de más de 40 años.
—Mis padres son doctores —admitió con una media sonrisa. Todas las mujeres nos derretimos por dentro.
—Si no es molestia, Marc —sonrió mi padre—. Puede ir a comprarse una nieve, si es que tiene el azúcar bajo.
Oh mierda, sí, sí.
—Sí, tengo dinero —dije.
Me levanté de mi asiento y caminé hacia la puerta. Sentí que alguien caminaba detrás de mí y vi a Marc con una media sonrisa.
—Ponte mi saco, hace frío afuera —dijo él.
Asentí y me lo puso por encima de los hombros. Tenía que ser agradable con él si deseaba poder hacer que me llevara a unas cuantas cuadras. Faltaban unos cinco minutos.


Paint You Wings » l.h.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora