Cap 5. El despertar de las máscaras

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La cogió con vehemencia del brazo y la jaló hacia él. Estaba completamente fuera de sí, le daba exactamente igual que estuvieran en mitad de un pasillo del colegio y cualquiera pudiera descubrirlos. Le era indiferente su empleo, su reputación y su integridad de profesor.

-¿Qué pretendías llevando a ese mequetrefe de McLaggen a la fiesta de Slughorm? ¿Qué pretendías besándole delante de todo el mundo?- gritó fuera de sí.

-No tengo que darte explicaciones... ¿Acaso me estás siguiendo? Eres un maldito perturbado.- intentó liberarse de su agarre, pero él la tenía atrapada con fuerza.

-No juegues conmigo, Hermione... No muerdas más de lo que puedas tragar.

-¿Quién coño te has creído que eres?- gritó la muchacha golpeándole el brazo al profesor. – No tienes el derecho de ponerte celoso... Fuiste tú quien lo mandó todo a la mierda.

El profesor la empujó y su espalda golpeó contra la pared. Se inclinó hacia ella peligrosamente, casi la podía tocar con su nariz poniendo sus manos al lado de su rostro, acorralándola entre sus brazos.

-No quiero verte con otro...-susurró en tono amenazador- no pienso permitirlo.

-¡Usted no tiene que darme permiso! ¡Usted no es nadie para mí! Usted sólo me quería para fo...

El hombre no le dejó acabar la frase, estampando sus labios con rabia sobre los suyos. La muchacha comenzó a forcejear, intentando quitárselo de encima, pero el hombre era mucho más fuerte que ella. Cuando se retiró, la mano de la muchacha impactó contra su rostro, pero ni parpadeó. La miraba intensamente con aquellos ojos azabaches.

-¡Eres un bastardo!- gritó la muchacha cogiéndole con fuerza de las solapas de su levita y acercándole para morder su boca con furia.

Capítulo 5. El despertar de las máscaras.

Una bruma oscura surcaba el cielo a toda velocidad amparada en la noche tenebrosa. Sobrevolada un frondoso bosque que bordeaba una enorme y regia mansión, rodeada de infranqueables muros. La neblina cayó en picado y se desplazó unos metros casi a ras de suelo hasta una entrada metálica principal, tomando poco a poco, la forma de un hombre. Ataviado con una túnica negra hasta los pies y una capucha que ocultaba su identidad, se dirigió con pasos decididos a la verja alzando uno de sus brazos dejando a la vista su vieja marca tenebrosa. La puerta se abrió sin más, dejándole pasar a los jardines, cerrándose a su espalda con un gran estrépito.

El hombre caminó enérgico hasta la entrada a la mansión, donde la puerta se abrió lentamente bajo la mano de la señora de la casa. Narcisa Malfoy aguardaba estoicamente en el hueco de la puerta su llegada, con la cabeza ligeramente inclinada. Sus ojos estaban apagados de tristeza, su cabello estaba recogido en un descuidado moño y de su antigua altivez de la que había hecho gala en antaño, no quedaba ni rastro en la mujer. Había dejado de brillar, era como una vela a medio consumir que nadie quería volver a encender. La saludó con un movimiento de cabeza, simplemente por cortesía, ya que no quería ningún tipo de trato con ella y pudo contemplar el oscuro moratón que lucía en uno de sus pómulos y una herida a medio curar en sus labios. Entre los que frecuentaban aquella casa, no era un secreto los malos tratos que recibía la mujer de parte de su marido, pero todos la consideraban una traidora y nadie salía a su defensa. Aunque antes Lucius era más cuidadoso, sólo la golpeaba en lugares que no estaban a la vista, pero ahora todo era más evidente, ya ni se molestaba en disimular, ya ni ocultaba las vejaciones a su mujer. Desde que ayudara a Harry Potter aquel día en el bosque, cuando había afirmado que el muchacho estaba muerto, se había convertido en una paria en su antiguo círculo y su marido la repudiaba por ello.

Iré a por ti (Sevmione)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora