Normalmente, si alguien que queres mucho te propone algo bueno, vos lo haces, porque se supone que queres a esa persona. Pero yo no estaba tan segura, ¿lo quería a Ramiro? ¿lo amaba? ¿estaba enamorada de él? No sabía, era todo tan raro...
Sin embargo, acá estamos. Sentados a la orilla del río mirando como se mueve el agua. Yo con el uniforme del colegio, y el con su camisita celeste y sus chupines negros.
-¿Qué pasó, por qué me llamaste? -me preguntó mi "hermano"
-Porque Martin me empezó a joder, y bueno nada, iba a explotar enserio. No sé, todavía no puedo superarlo, lo quiero.
-¿Lo queres? Pensaba que después de todo... no sé... se te iba a ir el cariño. -me dijo.
-Pasa que el cariño no se va de un día para el otro, Rama. Me lastimó, sí, pero mi corazón trata de buscarle una explicación no hiriente a lo que me hizo. Aunque yo ya asumí que es inútil que lo haga, porque ya me lastimó muchísimo.
-¿Sabes, enana? Desde un principio supe que ese pibe no era para vos, ¿te digo como?
-A ver, decime...
-Por como se viste, no es tu tipo. Y cuando habla, menos. -yo me reí.
-A ver, y vos que sabes taaaanto de mi y de lo que me gusta. ¿Cuál sería mi tipo de chico? -le pregunté.
-No sé, más cancheritos en su forma de vestir. Más tranquilos cuando hablan, no tan brutos. Tiernos. ¡Qué se yo! Yo quiero ser tu tipo, pero creo que estoy lejos de serlo.
-No te creas... -susurré, esperando que no lo haya escuchado.
-¿Cómo? -dijo, mientras poco a poco sus labios iban mostrando una sonrisa.
-Nada, prefiero no repetirlo así no te confundís.
-No entiendo por que no queres tener nada conmigo si sabes que te amo.
-Te lo dije mil veces y si es necesario te lo voy a repetir unas mil más, no les puedo hacer eso a nuestros papás. No los voy a decepcionar.
-¡Pero nos amamos!
-¡No! ¡Vos me amas a mi, yo no te amo a vos! -le grité. Sentía que mi corazón se rompía de a poco. Era mentira, si lo amaba. Pero ¿cómo decirle que no? Tenía que lastimarlo y hacer que me odiara, de otra forma seguiría insistiendo y yo terminaría cediendo ante sus pedidos.
-Nos vamos a casa. -me dijo serio y con los ojos llenos de lágrimas.
-Perdón... -susurré. Se rió sarcásticamente y negó con la cabeza. Me odiaba.
Y me lo merecía.