-¡MAMÁ, ________ NO COMIÓ ANOCHE, NI HOY, Y TAMPOCO VA A COMER MAÑANA! -gritó Ramiro desde su habitación.-Morite, Ramirito. -murmuré, y agarré un bolso; si él me quería tanto como decía, déjenme decirles que no lo esta demostrando. Me rasqué la nuca y suspiré. -¿Por qué? -me pregunté a mi misma y empecé a meter un poco de mi ropa. Dos golpecitos en la puerta hicieron que tirara todo adentro de mi armario y aclarara mi garganta. -¿Quién? -pregunté, rogando que no fuera mi mamá.
-Nacho, abrime. -ordenó mi "hermano". Le abrí y me miró serio. Entró. Se sentó en mi cama, y volví a cerrar la puerta. -¿Por qué mierda no comes? ¿Me explicas? ¿Te pensas que las pibas que están flacas como una hoja son lindas? No, ______, no. Y tampoco entiendo por qué no me contaste lo que te pasaba ¿no confías en mi? ¿hiciste todo esto por el pelotudo de Martín? Te juro que trato de buscar una razón que no sea esa, pero no puedo. No puedo creer que hayas hecho esto por Martín, y no me queda claro si pensas que las minas que son flaquísimas son lindas. Pensa un poco, piba. Tenes una familia que te ama, la vida te dio todo. -lo interrumpí.
-A mi la vida no me dio todo, y si fue así, yo le devolví el doble. ¿A vos te parece que la vida me dio todo? Mi viejo se murió y a mi vieja le importo poco y nada. -suspiré. -No seas iluso, Ignacio. Acá no me quiere nadie, vos sí, papá y mamá también. Pero no se merecen que les haga esto.
-¿Y Ramiro? ¿Qué pasa con Ramiro? ¿El no te quiere? -preguntó, mientras se tocaba el pelo nervioso.
-No sé si me quiere. -murmuré.
-¿Por qué decís eso? -me preguntó Nachito preocupado.
-Nos peleamos fuerte el otro día ¿sabes? Yo no creo que le queden ganas de hablarme. Más bien, no creo que le queden ganas de quererme. -mi hermano me miró con cara de "no entiendo nada" y se encogió de hombros.
-Tema suyo, no me voy a meter y voy a cumplir las reglas. -y sí, habíamos puesto una serie de reglas entre nosotros tres, y si uno se peleaba con otro, nadie debía meterse ni aconsejar a ninguno de los dos. -Pero tenes que comer, por favor. No te quiero ver mal, y menos quiero verte en un hospital y toda conectada a esas maquinas que odiamos. Te quiero ver bien, sonriente, feliz de la vida que tenes, porque te lo mereces, chiquita. Y no lo digo solo por ser tu hermano, en realidad te mereces todo lo bueno del mundo.
-Te amo tanto, Nacho... -dije y suspiré.
-Yo también te amo y por eso te digo todo esto. Quiero verte bien. -me sonrió y me abrazó. -¿Salimos a comer? -me preguntó y le hice pucherito. -Esta vez no me vas a comprar con tus caritas.
-Esta bien, acepto solo porque sos vos. -le dije. -Espera que me cambio. -mi hermano salió de mi habitación y me cambié, normal, supongo que iríamos a algún lugar de comida rápida. Al cabo de cinco o seis minutos salí con mi celular en la mano y bajé corriendo las escaleras para encontrarme con Nacho hablando con Rama. Me senté en el sillón esperando que terminaran de hablar y me puse a revisar mi celular.
-¿Vamos? -me preguntó Nacho. Me paré, salí y me subí al auto. Ramiro no me había ni mirado.
Y es que, claro, yo lo había lastimado. No esperaba que me mirara, no esperaba ni siquiera que me saludara o respirar cerca mío. Yo había lastimado a la persona que más me quería en el mundo. Y, ese fue el error más imperdonable que cometí.