Azotes

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El prisionero era inmovilizado en el cepo de las manos y del cuello, dejando desnuda su espalda, en donde le aplicaban la cantidad de azotes que determinase el Tribunal. Su número variaba entre 50 y 200, dependiendo de la gravedad de las faltas cometidas y la consistencia física del encausado. El castigo del azote, a diferencia de los otros, no se aplicaba para obtener la confesión sino como parte de la sentencia, en los casos en que se había determinado la culpabilidad de los reos en faltas graves.

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