Amor y Crimen

6.Espeleta

-Iré contigo.

- ¡De ninguna manera! No dejaré que vengas.

-Quiero ayudar.

-Es demasiado peligroso, no tienes que involucrarte en esta mierda.

-Dije que iré, no dejaré que hagas esto solo.

Sabía que no iba a desistir, cuando a Annie se le metía algo en la cabeza seguía luchando, hasta que lo conseguía, era uno de sus "superpoderes". Pero de ninguna manera podía dejar que viniera conmigo a conocer a Mórton, no la expondría a semejante peligro. Tenía que proteger a la persona que amo.

Por lo que decidí salir rápido y coger un taxi, sin decirle nada.

- ¡Fabri hijo! Te extrañé mucho. -me dijo Manuel al llegar, mientras me abrazaba como un padre a un hijo, no es un gesto que esperaría de él, pero supongo que en verdad me extrañó. -Estoy listo, ven, sube al auto. -

Vestido con un elegante traje negro, y con John Eloy como chofer, me dirigí con Manuel a conocer a quien era el encargado del negocio de la droga proveniente del Cártel de Los hijos, para su distribución en el país. Cabe destacar que este cartel tiene muchas operaciones en el país.

Mórton no tenía un simple puesto, sino el más alto en el territorio nacional, por lo que yo estaba muy nervioso de conocerle.

-Debes estar tranquilo hijo, Mórton puede ser un poco duro, solo muéstra que eres fuerte y capaz de llevar este trabajo. -dijo Manuel con un tono motivador.

-Lo haré, es solo que, tengo miedo que algo salga mal.

-Todo saldrá bien hijo, he visto de lo que eres capaz. Eso es suficiente.

No detuvimos frente a un edificio en la zona industrial de la Uruca, un lugar cerca de la capital.

El edificio pertenecía a una empresa privada del país, bastante conocida por fabricar productos alimenticios. Aun no estaba muy seguro de lo que hacíamos allí.

-Tú solo sígueme la corriente, y quédate callado. - me dijo Manuel mientras me entregaba un portafolio y una tarjeta de paso con mi foto incluida. Estaba sorprendido, pues nunca les había dado una foto mía, sin embargo, la habían conseguido. En verdad parecíamos hombres de negocios.

Entramos al edificio, Manuel caminaba como si estuviera en su propia casa, subimos al ascensor hasta el quinto piso del edificio.

-Siéntate aquí hijo- dijo Manuel- en seguida regreso.

Esperé ansioso en una pequeña sala de espera, en verdad no entendía qué estábamos haciendo en ese edificio. Los minutos pasaban, hasta que Manuel volvió acompañado de un hombre.

-Fabrizio - Dijo Manuel- Escucha hijo, Mórton es mi amigo de confianza, él nunca acepta gente en este lugar, pero hoy no tenía otra opción. Él iba a cancelar la cita contigo, pero intervine y lo convencí de que eras de confianza. Por favor, demuéstrale que tenía razón.

-Lo haré-

-Él es Gustavo, él te llevará a la oficina del Sr. Espeleta-

-¿Espeleta? -Pregunté extrañado

-Es Mórton-me dijo- pero no te dirijas a él así, al menos no aquí.

-De acuerdo-

-Sígueme-Dijo Gustavo.

Me dirigió a una gran sala en el mismo piso del edificio. Y ahí me requisó exhaustivamente.

-Está Limpio- Dijo a sus audífonos -Adelante- Abrió una puerta.

Al entrar vi una lujosa oficina, con una biblioteca gigante, adornos costosos y un gran escritorio. Atrás de él, Había un hombre mayor, de unos 50 años. Me parecía demasiado normal para ser Mórton, sin embargo, efectivamente me encontraba de frente con el Sr Espeleta, nada más y nada menos que él.

A decir verdad, lo esperaba más intimidante, pero no quería poner a prueba lo peligroso que podría llegar a a ser.

-Con permiso- Dije educadamente

-Adelante- Escuché su gruesa voz, mientras lo observaba leer unos papeles sin levantar la vista. Era incómodo. -Toma asiento-me dijo.

Estaba realmente nervioso, mi corazón latía a mil, y para peores, el Sr. Espeleta parecía ignorarme.

Pasados unos minutos, me dirigió la palabra.

- ¿Qué haces aquí?-

- Pues, yo, venía a una prueba...eso creo.

- Estoy bromeando Fabrizio, ya te conozco muy bien, me dicen que eres bueno en lo que haces.

-Doy lo mejor que puedo Señor.

-Dime, ¿Por qué haces esto?

-Pues, al principio quería salir adelante, pues soy huérfano, y no tenía dinero, ni otra opción.

-¿Al principio? Eso quiere decir que ya no lo haces para superarte, si no es así, entonces ¿por qué lo haces?

-Es la abuela de una amiga, ella está enferma, y quisiera cubrir sus gastos médicos.

-La abuela de Annie, supongo.-Dijo Espeleta

Me dejó perplejo, ¿Cómo sabía de ella? Si no se enteró por Manuel, de seguro me estuvo investigando. El miedo fue intenso, me di cuenta del poder que les había brindado a estas personas para controlarme. Tenía que hacer bien mi trabajo, no podía jamás, poner en peligro la vida de Annie.

-Sí, su abuela-contesté nervioso

- ¿Eso quiere decir que al terminar su tratamiento dejarás el negocio?

-No será así, lo prometo, estoy comprometido cien por ciento con el negocio.

Espeleta asintió con la cabeza.

-Escucha. Manuel es amigo mío, se ganó mi confianza cuando yo aún estaba en su nivel, confío en él. Y si él confía en ti, yo confío en ti.

-Te agradez...

-Sin embargo-me interrumpió-te mantendré vigilado, y a la mínima falla, no podrás volver a ver a Annie...Ni a nadie más. Si sabes a lo que me refiero...-

Sus palabras me dejaron perplejo, me había confirmado el miedo que sentía. El miedo a perder lo único por lo que lucho.

-Lo entiendo-

-Por lo general no hago esto Fabrizio, tú eres el primer novato que me llega a conocer, y solo estás aquí porque Manuel te confía. Así que ten mucho cuidado, si llegas a decir alguna palabra, si dices algo que ponga en peligro el sistema, estarás muerto. ¿Entiendes?

-Lo entiendo- No tenía mucho que decir en esa situación.

-Pon atención- Dijo con autoridad-Ahora estás al mismo nivel de Manuel, pero por el momento él te enseñará como se lleva este negocio, así que capta sus consejos. Olvida todo lo que crees saber, porque apenas empiezas a conocer este mundo. Tendrás que visitarme una vez al mes, junto con Manuel y el contador, a darme cuentas. El dinero se entrega los miércoles, Manuel te explicará todo. Ahora vete, tengo mucho trabajo.

-Te lo agradezco, prometo no decepcionarte-

-Espero que sepas cumplir promesas-

-Fue un placer- le di un apretón de manos, y me retiré de ese lugar.

Estaba nervioso de lo que pasaría, pero con ganas de poder hacerlo bien, porque este era el camino para ayudarle a Annie, y si podía al menos verla sonreír, todo lo que hacía, valía la pena.

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Dedicado a: Pame, una gran amiga...