CAPÍTULO 2: Un día duro

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-Venga Byron... vas a llegar tarde.

-Un rato más...

-Tengo que irme a trabajar, venga arriba. -mi madre levantó la persiana dejando entrar la poca luz que entraba todavía -Voy a comprarte un dichoso despertador. No puede ser que me tire diez minutos intentando que te despiertes.

-Vale... ya me levanto.

-Jack está preparándote el desayuno, vístete y baja.

-¿El no trabaja? -mi madre lanzó una carcajada.

-El trabaja en su casa. Más bien se sienta unas horas en el ordenador mientras los demás trabajan para él. -asentí con la cabeza y me dirigí al baño.

-Por cierto, ayer fuimos a comprarte algo de ropa, la tienes en el armario.

-Vale.

En cinco minutos terminé de ducharme y salí a vestirme a la habitación. Al abrir el armario descubrí que solo había cinco camisas de colores pastel y cuatro pantalones de vestir. ¿Cómo iba a ir con eso al instituto?

Salí de la habitación, aún enrollado en la toalla, para buscar a Jack.

-Oye, ¿Por qué tengo solamente camisas y pantalones de niño pijo en el armario?

-Ese instituto no es público.

-Genial. Entonces, ¿tengo que llevar uniforme?

-Exacto, pero aún no te lo hemos comprado. Así que es mejor que lleves esa ropa hoy y mañana ya llevarás el uniforme.

-¿Estás loco? No pienso ponerme eso. ¿No tienes nada para dejarme? -Jack chasqueó la lengua y comenzó a subir las escaleras.

Poco después bajó con una camiseta blanca básica, unos vaqueros algo viejos y una sudadera negra con cremallera.

-Valla, si el ricachón tiene ropa barata.

-¿Crees que si fuese mía te estaría bien?

-Entonces.. ¿de quién es?

-De mi hijo. Vamos, póntela ya y desayuna que va a hacerse tarde.

¿Tenía un hijo? No lo he visto desde que estoy aquí, ¿acaso no vive con ellos? Comencé a vestirme en el baño de la planta baja, encontrándome frente al espejo. La piel blanca resaltaba mis ojos rojizos, y el pelo castaño caía por mi frente que estaba más blanca de lo normal. Tenía un cuerpo atlético, aunque no era muy alto, sin duda era atractivo. Ya vestido revolví un poco mi pelo y tapé mis orejas puntiagudas con él.

-Siéntate, el desayuno ya está listo. -colocó cuatro tortitas en mi plato y llenó el vaso de leche. -aquí te dejo el cacao en polvo para la leche y aquí el sirope y la nata. -soltó los botes al lado de mi plato -Voy a vestirme. No tardes mucho, en cuanto acabes nos vamos. -¿acaso iba a llevarme él al instituto? Ni hablar.

Comencé a comer, mejor dicho, a engullir el desayuno. Estaba delicioso así que no tardé ni cinco minutos en arrasar con todo. Cuando bajó Jack por las escaleras, con la camisa aún sin poner, se quedó sorprendido.

-Pues si que tenías hambre...

-Estaba muy bueno.

-Gracias. -sonrió amablemente y revolvió mi pelo.

-Creía que me tenías miedo. -dije levantándome de mi asiento.

-Ayer lo pensé bien y descubrí que no tenía porque tener miedo. Eres un buen chico. -el hombre se acercó a mi y colocó su brazo alrededor de mi hombro arrimándome a su cuerpo desnudo y atlético.

Entre el Cielo y el InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora