Capítulo III (Aline García & Mari Perea)

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Me pregunté quién había sido el bocazas que logró ver lo que había sucedido la noche anterior. Me propuse buscarlo hasta el fin de sus días para que respondiera por esto, pero quedaría como tarea a futuro, en este instante tenía cosas más importantes de que preocuparme, como por ejemplo, ver que Stacy finalmente llegaba hasta mí, matándome con una sola mirada.

—¡Tú!, ¡maldita perra! —gritó tan fuerte, con su voz chillona que nos volvió, en forma automática, el centro de atención. Apreté mis labios con fuerza, cuando me di cuenta que las personas empezaban a formar un circulo alrededor de nosotras. Iris frunció el ceño y me miró, seguramente pensando en defenderme si yo no hacía nada al respecto— ¡Tan seriecita y tan arrastrada!

Todo lo que hice fue abrir levemente la boca por la impresión. ¡Jamás alguien me había insultado de semejante manera! Y aunque mentalmente ya me había estado preparando para ello, lo cierto es que la furia se apoderó de sobre manera de mi persona, algo que se notó en el sonrojo intenso de mis mejillas, y en mi mirada firme y decidida.

—¡No me insultes! —grité enfurecida, ya sin importarme lo demás. Solo los murmullos y los coros que se hacían ante nuestras palabras se lograban colar por mi capa de rabia— ¡No tienes ningún derecho de venir a decirme esto!

—¿Ahora te haces la ofendida? ¡Qué todos sepan esto! —exclamó mirando a todos con una sonrisa que sin duda era de satisfacción— ¡Está mosquita se ofreció a Roberto!

Me quedé pasmada. ¿Qué yo qué? ¡No podía creerlo! Todo esto era un vil juego, una…

—¡Mentira! —dijo una voz repentinamente. Estaba tan sorprendida que me tomó inclusive unos segundos en reconocer de quién era; Iris. Me giré para verla, y después a todos que reían seguramente de mi expresión, ya que me señalaban o se burlaban en voz baja. A lo lejos me pareció escuchar el rugir de un motor y me pregunté dónde estaría Roberto, quizás manteniendo la esperanza de que tal vez, él pudiera arreglarlo todo— ¡Caroline estuvo anoche conmigo!

Stacy pareció más brava que al inicio, dirigiéndole una mirada de puro resentimiento a mi amiga.

—¡Vaya!, ¡aquí vienen tus perros guardianes porque saben que es cierto! —rió molestamente. Me miró nuevamente y movió sus cabellos hacia atrás, mostrando en su cuello una marca morada, sin duda algún recuerdo que Roberto le había dejado el día de ayer. Por alguna razón, eso me hizo hervir la sangre hasta no poder más, de modo que caminé hacia Stacy, apretando mis puños, sintiendo inclusive que este hecho me lastimaba.

—¡Para tu información, ni me interesa ese estúpido! ¡Quédatelo! ¡Y aprende a cuidar mejor a tu mascota, porque es él quien se está acercando a mí! Inmediatamente sentí que me había equivocado de palabras, porque Stacy explotó. Su cara se enrojeció, sus dientes chocaron contra sí mismos y un grito furioso salió de su garganta. Acto seguido, levantó su mano y pude ver lo siguiente: su palma se dirigía a mi mejilla. Incluso, mientras esto sucedía, alguien gritaba: “Pelea, pelea”.

Estaba por reaccionar para defenderme, o al menos agarrarle los cabellos, cuando la mano de Stacy se detuvo muy cerca de mí. Abrí los ojos totalmente y alcancé a ver un brazo tatuado con una forma que en ese instante no reconocí, pero que detenía todo; era Roberto.

Inmediatamente Iris corrió a mi lado y me abrazó, apartándome de Stacy. Roberto por su parte, nos miraba a ambas, al tiempo que todo se quedaba en silencio, como si los demás temieran de él, y prefieran quedarse callados. Noté la seriedad de su rostro, contrario a la alegría de sus amigos, que unos pasos más allá se reían abiertamente de lo sucedido.

—¡Caroline! —una voz más familiar, la de Michael, hizo a todos reaccionar y que volvieran los murmullos. Él trataba de meterse entre la multitud de gente y yo por mi parte miraba a Roberto, como esperando que me guiara. Supe que estaba enfadado por la manera de llevarse a la fuerza a Stacy.

Hilo Rojo Del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora