Cartas de un anónimo.

Epílogo.

Diez años después.

Me agaché y dejé las rosas sobre la lápida como hacía cada semana.
Todo se había vuelto tan negro desde que ella se había ido, desde que la diagnosticaron leucemia luchó tanto por su vida y por no irse de mi lado, era tan bonito despertarme cada mañana y verla a ella mirándome con una sonrisa, ella era tan bonita.

No estaba seguro de si podía seguir sin tenerla a ella a mi lado, pero lo estaba haciendo por ella, intentaba seguir adelante por ella.

Puede que ya hayan pasado tres años desde que murió pero todo se veía tan reciente, y yo estaba tan vacío.

Cuando la besé todo dio un giro a mi vida, ella sí que se mudó pero manteníamos el contacto por redes sociales, ella me contaba todo lo que hacía día a día, era como enviarnos cartas virtualmente.

Tres meses después volvió para quedarse en mi casa, su madre había fallecido y su padre no podía hacerse cargo de ella por el poco dinero que había ahorrado.
Mi madre la había tratado como a una hija más, y yo eso se lo sigo agradeciendo hasta día de hoy.

Pero entonces le diagnosticaron leucemia y todo fue a peor, ella siempre decía estar bien pero todos sabíamos que no era así, su madre había fallecido por lo mismo y tarde o temprano iba a pasar lo mismo, pero no perdió la esperanza y siguió luchando durante más de cinco años, hasta que todo le pudo y falleció el tres de septiembre del 1997.

—Te amo, mi pequeña Sky.