1. - Ha vuelto a pasar.

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Mis hermanos acababan de salir del nuevo apartamento al que por fin terminé de mudarme. Acababa de cumplir 22 años hacía unos cuatro meses y me pude independizar.

Por suerte, ya tenía todos los muebles, ropa y demás útiles ordinarios en su sitio, así que solo había que empezar a hacer mi vida solitaria en mi pequeño piso, porque era realmente pequeño.

Cuando entrabas por la puerta principal, veías la sala a la izquierda y la cocina a la derecha, separadas únicamente por una barra americana.

La sala apenas tenía dos sofás grandes, uno frente a la televisión sobre un mueble, el otro debajo de la ventana a la izquierda, y una mesita baja en el centro decorada con unas fotografías.

En la cocina había una puerta que daba a un pequeño espacio con la lavadora, la secadora, un bote de basura y un armario con productos de limpieza. Algo un poco irrelevante.

Frente a la puerta principal, pasando la sala y cocina, había un pasillo de unos pocos metros. A la derecha del pasillo estaba el baño y a la izquierda, una habitación. Si seguías el pasillo de frente había otra habitación, la cual era la mía, la principal.

Con la puerta de casa a mis espaldas después de haberme despedido de mis tres hermanos mayores, me dirigí a la cocina a prepararme algo rápido para cenar.

Abrí la nevera sacando una lata de refresco que me bebía a medida que me preparaba un sándwich rápido de lo poco que tenía a mano. Tenía que ir a comprar, porque con el tema de la mudanza no había podido y casi no tenía para echarme a la boca.

El timbre sonó haciendo que dejara mi cena sobre la barra de la cocina y me levanté de la silla terminando de masticar el bocado para abrir con el ceño fruncido, extrañada de quién podría llamar a estas horas de la noche.

Mi cara empalideció mientras dejaba de respirar. No esperaba verlo aquí tan pronto, así que tragué saliva sintiendo mi corazón acelerarse con la imagen de Néstor frente a mí.

Di un paso hacia atrás y él entró con su paso; decidido, seguro y firme. Cerró detrás de él y miró todo alrededor sin detenerse mucho. Su mirada cayó en mí y, sin decir nada, agarró mi cintura y me besó salvajemente.

Lo alejé con las manos en su pecho, pero él volvió a devorar mis labios, dejándome sin aliento como tantas otras veces había hecho.

Choqué mis piernas con la silla en la que estaba sentada antes mientras retrocedía y reaccioné separándolo de mí.

-No... -Le susurré cuando él empezó a besar mi cuello. -No lo hagas. -Jadeé.

-Quieres esto tanto como yo, pequeña. -Mordió mi labio y supe que había perdido toda racionalidad.

Y la dignidad también, me dijo mi conciencia.

Me alzó del culo hasta que enredé las piernas en su cintura y me preguntó por mi habitación sin dejar de besar mi cuello, mordiéndolo y haciéndome gemir.

-La puerta del fondo. -Señalé con el dedo pulgar detrás de mí.

Sin dudar y sin soltarme, caminó hasta ahí hasta que mi espalda chocó contra la madera blanca. No paró de besarme ni al abrir la puerta, ni al cerrarla con el pie detrás de nosotros.

Me dejó sobre la cama mientras tocaba todo mi cuerpo con sus grandes manos llenas de toda la experiencia que un hombre de 32 podría tener.

No sabía cómo reaccionar, me había tomado por sorpresa. No esperaba su visita. Al menos, no la esperaba ya mismo, nada más despedirme de mis hermanos.

Era como si hubiera estado esperando por fuera de mi nuevo edificio hasta que ellos se fueran para poder subir a desahogarse.

En cuestión de segundos, estábamos desnudos y me penetraba duramente después de haberse puesto el preservativo.

Use me.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora