5. - Primer día laboral.

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Pasé bastante tiempo así, llorando sentada en mi cama, únicamente con una sábana blanca cubriendo mi cuerpo, pero no me importó.

A las horas, cuando eran casi las 8 de noche, la puerta de mi habitación se abrió. Ian entró cauteloso y, al verme destrozada y semi desnuda, solo pudo suspirar y agachar la mirada.

-Sí. -Asentí a lo que había pensando. -He vuelto a caer. -Lloré más fuerte.

Él cerró la puerta, se acercó a mi cama y se quitó la chaqueta, que la dejó sobre el escritorio y los zapatos por la parte inferior de la cama, sobre la alfombra.

Abrió las sabanas, lo suficiente para meterse él pero no para verme a mí, y se acostó abriendo el brazo, invitándome a apoyarme en su pecho.

Me quedé así, oyendo los latidos de su corazón y su mano acariciando mi hombro mientras mi brazo rodeaba su abdomen. Él no dijo nada en ningún momento, solo estuvo ahí para mí.

Pensé que no sabía qué había hecho para merecer esto que él me brindaba. No lo merecía realmente, porque no estaba haciendo algo bueno. Estaba siendo la amante de alguien casado, alguien que él conocía.

Estaba acostándome con uno de sus amigos y traicionando, no solo la amistad de la mujer de éste, sino la de todos los demás. Sin duda, no merecía a Ian, no merecía su amistad ni lo que hacía por ayudarme.

Asimismo, abrí los ojos, no sabiendo muy bien cuando me había dejado dormir. Lo que sí sabía, era que estaba desnuda en mi cama, abrazada a Ian quien dormía con la misma ropa con la que se acostó.

Estaba tan cansada de llorar, tan destrozada que mis ojos se cerraron instintivamente ayer. Lo agradecía, pues de tantas lágrimas me comenzaban a doler y necesitaban un pequeño descanso.

Miré el reloj, dándome cuenta de que eran las 7 de la mañana y hoy comenzaba a trabajar de media jornada, pues era algo así como una semana de prueba.

Sí, empezaba a trabajar un domingo, pero era una cafetería algo concurrida y abría también estos días.

O eso me dijo la mujer, mi jefa, la que me entrevistó ayer.

Me senté en la cama de un salto, haciendo que Ian se moviera pero no se despertara, para mi gran suerte. No quería lidiar con preguntas sobre lo de ayer tan temprano.

Me parecía tierno verlo dormir con su pelo algo largo cayendo por su frente y su respiración normalizada, tranquila. Era como un niño, un niño grande de 32 años.

Me reí un poco en silencio cuando frunció la nariz porque un mechón más grande cayó sobre su ojo cuando se movió.

Se lo quité echándolo hacia atrás y besé su mejilla acariciándola para levantarme y darme una rápida ducha.

Después, me vestí con un vaquero y una camiseta completamente negra, como me dijo ayer mi nueva jefa, y mis all-stars negras.

Me desayuné una pequeña taza de café y le dejé una nota escrita pegada a la nevera, diciéndole que perdonara lo de ayer y que hoy comenzaba a trabajar. También le puse la dirección del local por si se pasaba a hablar conmigo.

A los quince minutos estaba entrando al local justo al mismo tiempo que otra chica lo estaba abriendo. Era pelirroja, con los ojos color miel y algunas pecas repartidas por su cara. Me sonrió.

-¡Hola! -Dijo alegre y le saludé de vuelta. -¿Katie? -Asentí. -Soy Abigail. Ayer mi madre me dijo que iba a venir una empleada nueva. Bienvenida a bordo. -Me sonrió y le agradecí entrando con ella.

Abigail, o Abi como me dijo que la llamara, me estuvo explicando bastantes cosas sobre los clientes y la cafetería en general.

Me dijo los que solían venir habitualmente, lo que solían pedir y nos reímos de algunas cosas divertidas que vimos a lo largo de la mañana.

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