¡Saludos!
Soy Eloy Prado, miembro del departamento de ciencias en una prestigiosa universidad de la capital dominicana.
La historia que relataré no la creería así me la narrara un millón de personas sin cambiar una coma, al menos que la haya vivido yo... Y sí... La viví en carne propia, pero la parte racional de mi ser se niega a aceptarlo, y divulgarla es una forma de enfrentar mis temores.
Caminaba con mi amigo esa noche de noviembre ya avanzada en horas, mi carro se apagó otra vez - Es una bobería - había dicho el mecánico para luego aconsejarme que no le diera largas al asunto, pero gasté tanto dinero en el chequeo anterior que decidí hacerme el loco y esperar hasta que el auto aguantara y aguantó poco... En fin, Caminamos un largo trecho buscando un taxi o un teléfono público, pues tenía el celular descargado y Luis dejó el suyo en casa, pasábamos frente a la estación #X y se nos ocurrió que tal vez allí habría un teléfono.
Tomamos las escaleras para bajar, a medida que avanzábamos la temperatura se
Hacía más fría. Cuando dejamos las escaleras nos sorprendió muchísimo ver cristales de hielo colgando del techo. Ni siquiera tocamos el auricular del teléfono que se encontraba atestado de la pared a pocos centímetros de nosotros, el frío era insoportable, una densa y gélida neblina envolvía nuestras piernas y no podíamos mover un dedo, un hecho por demás extraño en un país del Caribe donde las altas temperaturas obliga a muchos a visitar el hospital por causa de la hipertensión, sobre todo a los envejecientes de las clases más desvalidas que se pasan la noche espantandose los mosquitos balanceando un cartón. ¡Pobres! Cuantas noches de apagones tendrán que soportar viendo pasar la vida mientras esperan que la bombilla encienda y que el ventilador le mejore el ambiente... En fin... ¿A quién le importa? No al gobierno.Pues como decía, era un asunto extraño y más extraño todavía la aparición a mí lado de esa mujer.
¿De dónde salió? ¿Cómo llegó aquí?
Era un misterio, igual que la desaparición de la neblina y con ella todo el hielo que cubría el techo.Ella...No sé cómo describirla, su pelo alborotado, ensortijado y oscuro como noche caía en furiosa cascada sobre su cuerpo escuálido, espigado, rígido y estirado como varilla, frío cual acero; tomó mi brazo en un intento desesperado por sostenerse y no desplomarse, sentí que congelaba mis huesos y petrificaba mi alma. Sus manos resbalaban en mí piel cual cubo de hielo.
Aquel cuerpo, al contacto con el suelo produjo un sonido de cristales rotos que llenó todo el espacio, creo que lastimó los oídos de Luis porque sólo atinó a taparse las orejas con la palma de las manos, yo por mi parte, me repuse de la impresión en cuestión de segundos. ¡Todo fue tan rápido! me agaché al lado de la mujer y la tomé entre mis brazos, y como lo haría un niño en busca de protección, la sentí acomodarse en mi regazo.
Le pregunté su nombre, ella con la mirada perdida me miraba sin verme y ofrecía la misma pregunta por toda respuesta. Traté de tranquilizarla asegurándole que todo saldría buen; noté que la palabra frío causaba cierto efecto en ella, volví a preguntarle su nombre y en ese momento, sólo por un momento, Vi lucidez y claridad en sus ojos, me dijo que le llamaban de muchas maneras. De pronto, sus ojos se nublaron y en su lugar aparecieron dos esferas de hielo, su pelo se volvió escarcha y su piel quemaba de fría, su cuerpo se contorsionaba y como agua se escurrió de mis brazos, lo último que vi de ella en esa ocasión fue un destello que me segó y luego un viento frío nos pegó como un puño de hierro.
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La Diosa del tren
Mystère / ThrillerDicen que en las frescas noches de otoño de mi ciudad tropical, en sus oscuras calles, se tejen historias, centenares de mitos. Yo no lo creía, pues como hombre de ciencia que soy no me permito creer en fantasmas, duendes, brujas o en esos persona...