IV

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Antes de llegar a mi nuevo destino en Inglaterra, decidí hacer una parada rápida en un pequeño antiguo lugar.
Varios kilómetros antes de la primera entrada a New Gold Island existía un escondido campamento de verano llamado "Los olimpíacos". El nombre, y valga la extravagancia, se le había dado gracias al esfuerzo casi sobrehumano sobre la práctica de deportes que este mismo ofrecía, además de una vieja costumbre de años nuevo...Para celebrar la llegada de un nuevo período, cada entrenador dividía el campamento entero en dos grandes grupos. Dichos grupos debían elegir un antiguo dios a homenajear, uno que representase su trabajo, sus recompensas, el camino recorrido y tanto sus virtudes como sus defectos. Hecha esta elección, los grupos realizaban un baile alrededor de las carpas y una competencia de deportes asemejada a las Olimpíadas para demostrar que dios merecía la conmemoración ese año. Por más raro que pareciese, tal competencia hacía que ninguno quisiese separarse del otro, y con ansias esperábamos el verano siguiente para volver a sentirnos como en nuestro propio Olimpo.
El tercer verano que pasé en el campamento llegué con Scotty y Prince. Elena, Cara y otras muchachas y muchachos más llegaron antes que nosotros ya que estarían de ayudantes aquel año. Ninguno era nuevo. Ya habíamos pasado al menos dos veranos seguidos en aquel campamento, y jamás nos cansábamos de aparcar al mismo lugar. Elegíamos la misma carpa todos los años y cada noche nos la pasábamos igual...robábamos algo de comida de la sala común, donde dormían los instructores y lo único que hacíamos era contar viejas historias de terror, correr hacia la cocina y secuestrar a Cara y Elena para después seguir comiendo entre todos. Así se pasaban nuestras noches y así de rápido era que muchas veces no nos alcanzaba el tiempo para despertarnos temprano. Eran esas extrañas rutinas tan difíciles de encontrar, esas que no te aburren, esas que no te cansan...
El primer verano que estuvimos juntos con nuestro grupo nunca pudimos volver a separarnos. Constaba de dos varones mayores que nosotros, además de un chico y una chica de nuestra edad aproximadamente. Gonti y Nicahia, al ser los mayores, dirigían el grupo, mientras que Callie y Jeremy nos correteaban por todos lados completamente entretenidos. Gonti, muy alto de cabello negro y ojos verdes cual esmeraldas pulidas, siempre nos contaba historias de terror nuevas, esas que no se escuchan en todos lados, y luego junto con Nicahia, delgado, rubio oscuro con ojos color tierra profunda vigilaban la carpa para que nadie entrase y nos robara en la noche. Esa clase de cosas solían pasar muy a menudo en el campamento de los olimpíacos.
Por supuesto que Gonti y Nicahia debían tener una gran experiencia en el campamento, ya que conocían cada lugar, incluso los que no debían pisarse.
Desde nuestra llegada a su grupo había comenzado el mito de las 2:00 en punto. Quizás para vos sea una oración más. Una hora en la que todos alguna vez nos levantamos para tomar un vaso de agua o dirigirnos al baño. Pero este horario tiene tal peso en mi cuerpo que cada vez que escuchaba la oración completa, un escalofrío escapa de mi espalda sin poder ser controlado el maldito.
Resultaba que Gonti y Nicahia habían averiguado todo lo que podrían saber antes de entrar al campamento sobre el terreno en el que este se había desarrollado tantos años después. Vagando por los registros más antiguos de la zona, incluso más antiguos que ellos dos mismos, se toparon con algo que les pareció interesante. Los desgraciados amaban contarnos historias de terror siempre y cuando tuviesen algo de que respaldarse ya que de otro modo, jamás les creeríamos. Es increíble como logramos tomarnos cariño grupal desde el principio.

Una noche de verano, fría como para sábanas de tela pero calurosa como para abrigos de lana, decidimos juntarnos todos dentro de la carpa para nuestra diaria noche de historias. Nicahia y Gonti quisieron quedarse con nosotros, alabando su búsqueda, afirmando haber encontrado el gran suceso del momento. Ambos sacaron retazos de diarios viejos llenos de polvo y letras borroneadas, en las que con mucha paciencia y buen ojo se podía leer el encabezado completo. Por suerte, bastaba con leer el nombre de la noticia para imaginarse que había pasado. "Aparece el cuerpo de la fallecida Lady Cobra, hija menor del exitoso terrateniente Clarence P. Cobra a altas horas de la madrugada." El terrible hallazgo de desencadenó ante el ladrido de un perro en la lejanía, quién aullaba lastimosamente ante un hombre de pintas sospechosas, estatura alta, demasiado para su edad el cual desechó el cuerpo de aquella pobre joven, que en paz descanse, sobre el terreno en el cual, muchas muchas décadas adelante, se construiría el campamento. El suceso ocurrió en algún otoño casi olvidado, año y años atrás, pero el peso de la tragedia perduró en muchos.
La idea era simple. Esperar a que los entrenadores y supervisores se durmieran para buscar entre los árboles del bosque al espíritu errante de Lady Cobra. Todos estábamos aterrados, y nadie podía ocultarlo bien.
Al caer las 2:00 en punto de la madrugada las luces se apagaron y el campamento entero quedó en silencio. El peso de la vieja noticia recibida recaía en el pecho de cada uno y la noche así se volvía más larga, fría y sofocantemente oscura. Primero salieron Calie, con su melena de pelo negra y larga recogida en una alta cola de caballo. Luego Jeremy, con su cabello marrón acaramelado escondido bajo una gorra y los ojos grises parecían brillarle menos al recordar el nombre de aquel encabezado tan espeluznante. Después salieron Cara y Elena, amabas con las piernas temblorosas y por último Gonti, Nicahia, Prince, Scotty y yo. Claro que ambos mayores parecían más valientes, pero la verdad era que tiritaban sus mandíbulas cuando frío no había en el aire. Ambos sentían el péndulo tan pesado sobre el pecho que todos teníamos esa noche.
Nos adentramos en el bosque pasando las 2:00 de la mañana, pero el tiempo parecía haberse detenido hace varias décadas atrás. Prendimos una pequeña fogata bastante moderada mientras los chicos revisaban el plano que habían hecho a mano, rebuscando entre cada zona el punto exacto para captar el fenómeno relatado por muchos hace años antes. Las cigarras y luciérnagas eran el único sonido perceptible que no fueran nuestras voces o las chispas del fuego al elevarse hasta el cielo. Claro que nunca cambiamos la rutina. Ya todos sabíamos que era difícil, y no tomaría segundos, así que esperamos más de una hora entera en levantar las cosas y ponernos en marcha.
Al hacerse las 3:00 p.m. llegamos al dichoso lugar. Era la primera entrada hacia la zona restringida de los bosques, que, como motivo de escalofríos por las noches, jamás supimos porque siempre estuvo prohibida. No nos movimos, todos observamos el mismo punto, y aun así nada pasó. Nos miramos a las caras sin saber que sentir. Era el mayor alivio de nuestras vidas seguido de la mayor desilusión de todo el verano. Supongo que esas cosas suelen pasar cuando intentamos ver un fantasma.

Nos disponíamos a irnos cuando de repente la noche dejó de moverse. Jeremy se quedó boquiabierto frente a la pendiente que llevaba a la zona prohibida del bosque. Nos acercamos conmocionados y tomamos sus hombros. Estaba temblando y no decía palabra alguna. Sentí que mi cuerpo se desintegraba de repente.
Al mirar hacia abajo en la pendiente, se divisaba en la lejanía una gran protuberancia en la tierra. Gonti y Nicahia tomaron la iniciativa y nos dijeron que nos alejáramos, que volvamos a la carpa y que ya era hora de dormir. Estaban completamente asustados los dos. Pero su sentido de protección fue más grande que cualquier miedo que pudiesen sentir, así que bajaron la pendiente a revisar que era aquel extraño gran bulto. Nerviosos los miramos desde arriba, hasta que nuestra propia visión se nubló de terror al observar que esa extraña forma estaba rodeada de joyas y accesorios, mientras que un manto asemejado a un vestido antiguo cubría la superficie de la cosa que yacía acostada en el suelo. Corrieron cuesta arriba y nos hicieron entrar rápido a la carpa. Estaban tan aterrados que decidieron llamar en ese mismo instante al instructor mayor para que nos ayudara a identificar que era aquella extraña y tenebrosa aparición. El instructor clamó firmemente que no bajaría a la zona restringida, que reglas eran reglas y él tampoco era alguien para romperlas. Gonti y Nicahia volvieron cansados, callados y aturdidos, intentando algo que no fuese quedarse despiertos. Concluimos en que lo mejor sería descansar, aunque como era de esperarse nadie logró conciliar el sueño.
A la mañana siguiente, revisamos que todos los chicos hubiesen permanecido en sus carpas, temiendo lo peor. Asustados de que alguno hubiese caído al bosque, perdiéndose para siempre en lo tan extraño que es la muerte. Gracias al cielo, estaban todos a salvo y nadie parecía haberse percatado de aquella situación la noche pasada. Decidimos bajar la pendiente con los chicos y al fin averiguar si lo que había sido anoche fue una extraña ilusión óptica o una terrible realidad. Al pisar a la zona puntual dimos más de una hora de vueltas alrededor del radio del lugar, ya que en el punto pautado, no se encontraba absolutamente nada. El contorno y los restos del vestido o las joyas habían desaparecido por completo, sin dejar rastro, sin pistas, sin absolutamente nada.
El verano terminó con una sensación de vacío perceptible a kilómetros de distancia por cualquier persona en el universo mismo. El baile pasó, los deportes pasaron, las noches pasaron. Jamás supimos que fue aquella aparición, jamás volvimos a verla, jamás volvimos a preguntarnos o a hablar siquiera sobre ella. A lo mejor nunca quisimos saber, y pensábamos que era lo correcto el suponer que había desaparecido de nuestras vidas, cuando tampoco supimos siquiera que fue exactamente lo que apareció en primer lugar.
¿Qué aprendí de todo esto? No debemos menospreciar la fantasía ni sobrevalorar la realidad. Ambas cosas pertenecen, de hecho, a una misma gran realidad, la cual es en exceso frágil. En un segundo para el otro podemos dejar de existir en alguna parte del mundo sin siquiera darnos cuenta, y en un chasquido de dedos, cosas inexplicables existen por todas partes, pero las cubrimos en con el velo de la ignorancia y la negación, cuando a lo mejor, nosotros podríamos ser menos reales que algo en medio de la noche, a las 2:00 en punto, bajo un bosque que nadie nunca volvió a ver.






Lo se, me atrasé un poco con esta parte, disculpen a quienes siguen la historia, he estado muy atareado últimamente, pero supongo que ahora voy a poner seguir subiendo normalmente. Desde ya, gracias a todos por leer, dentro de poco voy a estar subiendo la parte V! Kisses on the cheeks, Terry~


Danny Aidem: Historia de la guerra más larga de mi vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora