KIERKEGAARD

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  Kierkegaard... Europa camina hacia la bancarrota...Hilde miró el reloj. Eran más de las cuatro. Puso la car-peta deanillas sobre el escritorio y bajó corriendo a la cocina. Tenía quellevar los bocadillos a la caseta antes de que su ma-dre dejara ya deesperarla. Al salir de la habitación echó un vistazo al espejo delatón.Se apresuró a poner agua a hervir para el té y preparó a toda prisaunos bocadillos.Sí que le gastaría una broma a su padre. Hilde se sentía cada vezmás cómplice de Sofía y Alberto. La broma empezaría enCopenhague.Al cabo de un rato bajó a la caseta con una gran bandeja.–Aquí llegan los bocadillos –dijo.Su madre tenía una lija en una mano, y con la otra se apartó el pelode la frente, que estaba lleno de arena.–Bueno, entonces nos saltamos la comida.Se sentaron en el borde del muelle para comer.–¿Cuándo llega papá? –preguntó Hilde al cabo de un rato.–El sábado. Ya lo sabías, ¿no?–¿Pero a qué hora? ¿No dijiste que iría vía Copenhague?–Sí... llegará a Copenhague sobre las cinco. El avión paraKristiansand no sale hasta las ocho y cuarto, creo, y ate-rriza aquísobre las nueve y media.–Entonces pasará unas horas en el aeropuerto de Copenhague...–¿Porqué?–Por nada... sólo me preguntaba por dónde vendría.Comieron. Tras lo que le pareció una prudente pausa,Hilde dijo:–¿Has tenido noticias de Mine y Ole últimamente?–Bueno, llaman de vez en cuando. En julio vendrán de vacacionesalgunos días.–¿Antes no?–No. no creo.–¿Entonces estarán en Copenhague esta semana?–¿De qué se trata, Hilde?–De nada. De algo tenemos que hablar, ¿no?–Has mencionado Copenhague dos veces.–¿Ah sí?–Hemos dicho que papá hace escala...–Seguramente por eso pensé de repente en Anne y Ole.Hilde volvió a poner los platos y las tazas en la bandeja.–Tengo que seguir leyendo, mamá.–Supongo que sí...¿Había un tono de reproche en esa respuesta? Habían es-tadohablando de arreglar la barca juntas antes de que volviera papá.–Papá medio me ha hecho prometer que habría acaba-do de leer ellibro para cuando él volviera.–Eso me parece un poco exagerado. Una cosa es que esté lejos,pero no tendría por qué organizar y dirigir las cosas aquí en casatambién.–Deberías saber hasta qué extremos dirige –dijo Wildemisteriosamente. Y no te puedes imaginar cómo disfrutahaciéndolo.Subió de nuevo a su habitación y siguió leyendo.De repente Solía oyó que alguien llamaba a la puerta. Alberto lelanzó una severa mirada.–No nos dejemos interrumpir.Volvieron a sonar los golpes en la puerta.–Te hablaré de un filósofo danés al que había escan-dalizadomucho la filosofía de Hegel –dijo Alberto.De pronto llamaron con tanta fuerza que la puerta tembló,–Seguro que es el mayor, que ha enviado a algún personajefantástico para ver si nos dejamos engañar –prosiguió Alberto–. Esas cosas no le cuestan ningún esfuerzo.–Pero si no abrimos para ver quién es, tampoco le costará ningúnesfuerzo que tiren la casa.–Quizás tengas razón. Supongo que tendremos que abrir.Se acercaron a la puerta. Como los golpes eran tan fuertes, Sofíaesperaba encontrarse con una persona grande. Pero delante de lapueda sólo había una niña con un vestido de flores y el pelolargo y rubio. En la mano llevaba dos botellas, una roja y otraazul.–Hola –dijo Sofía–. ¿Quién eres?–Soy Alicia –dijo la niña, e hizo tímidamente una reverencia.–Lo que me imaginaba –dijo Alberto–. Es Alicia en el País de lasMaravillas.–¿Pero cómo ha encontrado el camino hasta aquí?Alicia contestó:–El País de las Maravillas es un país sin límites. Sig-nifica que elPaís de las Maravillas está en todas partes, más o menos comolas Naciones Unidas. Por eso nuestro país debería ser miembrode honor de las Naciones Uni-das. Deberíamos tenerrepresentantes en todas las comisio-nes, porque también lasNaciones Unidas provienen del país de las maravillas de la gente.–Ja, ja, allí tenemos al mayor –se burló Alberto.–¿Y qué te trae por aquí? –preguntó Sofía.–He venido a darle a Sofía estas botellas filosóficas.Entregó las botellas a Sofía. Las dos eran de cristal transparente,pero en una había un líquido rojo y en la otra un líquido azul. Enla botella roja ponía «BÉBEME», y en la azul, «BÉBEME A MÍTAMBIÉN».En ese instante pasó corriendo por la cabaña un co-nejo blanco,erguido sobre las patas traseras y vestido con chaleco ychaqueta. Se paró justo delante de la cabaña, sacó del chaleco unreloj de bolsillo y dijo: «Ay, ay, voy a llegar tarde».Y continuó la carrera. Alicia le siguió, pero antes hizo otrareverencia y dijo:–Ahora empieza de nuevo.–Da recuerdos a Dina y a la reina –gritó Sofía tras ella.Y Alicia desapareció. Alberto y Sofía se quedaron mi-rando lasbotellas.–BÉBEME y BÉBEME A MÍ TAMBIÉN –leyó Sofía–. No sé siatreverme. Quizás sea veneno.Alberto se limitó a encogerse de hombros.–Pues viene del mayor y todo lo que procede de él es conciencia. Simplemente, zumo del pensamiento.Sofía desenroscó el tapón de la botella roja y se la acercó concuidado a la boca. El zumo sabia dulce y algo extraño, pero esoera lo de menos. Al mismo tiempo co-menzó a suceder algo contodo lo que había a su alre-dedor.Fue como si el lago, el bosque y la cabaña comenza-ran aextenderse, Pronto pareció que todo lo que veía era una solapersona, y esa persona era la propia Sofía. Miró a Alberto, peroera como si él también fuera una parte del alma de Sofía.–Qué raro –dijo Sofía–. Veo todo como antes, pero ahora es comosi todo estuviera conectado. Tengo la sensación de que todo esuna sola conciencia.Alberto asintió,, pero era como si Sofía dijera que sí a sí misma.–Es el panteísmo, o la filosofía unitaria –dijo él–. Es el espírituuniversal de los románticos, quienes veían to-do como un solo«yo». También es Hegel, que miraba de reojo al individuo y queveía todo como una manifestación de la razón universal.–¿Bebo de la otra también?Eso pone en la botella.Sofía desenroscó el tapón de la botella azul y bebió un grantrago. Este zumo sabía un poco más refrescante y más ácido queel rojo. También ahora tuvo lugar un rápido cambio en todo loque había a su alrededorEn el transcurso de un instante desapareció el efecto de labebida roja, de manera que las cosas volvieron a su antiguolugar. Alberto volvió a ser Alberto, los árboles del bosquevolvieron a ser los árboles del bosque y el agua volvió a aparecercomo un pequeño lago.Pero esto sólo duró un segundo, porque ahora todo lo que Sofíapodía ver se estaba separando. El bosque ya no era bosque, sinoque cada arbolito aparecía como un mun-do aparte; cada ramitaera como un pequeño cuento sobre el que se podrían contar milcuentos.De pronto el pequeño lago se había transformado en un inmensomar, no en anchura o profundidad, sino en de-tallesresplandecientes y sutiles sinuosidades. Sofía enten-dió quepodía haber empleado toda una vida sólo en con-templar estaagua, e incluso cuando la vida un día llegara a su fin, el aguaseguiría siendo un misterio inescrutable.Posó la mirada sobre la copa de un árbol donde tres pequeñosgorriones estaban ocupados en un extraño juego. De algunamanera Sofía sabía que los pajaritos esta-ban en este árbol incluso cuando miró a su alrededor des-pués de haber bebido dela botella roja, pero, de todos modos, no los había visto deverdad. La botella roja había borrado todos los contrastes ytodas las diferencias indivi-duales.Sofía se inclinó sobre la hierba. Descubrió un nuevo mundo, máso menos como cuando uno bucea a mucha profundidad y abrelos ojos debajo del agua por primera vez. En el musgo, entrehierbas y pajas, pululaba un sinfín de detalles vivos. Sofía viouna araña que lentamente y a su aire buscaba su camino por elmusgo... un gusanito rojo que subía y bajaba a toda prisa por unapaja... y todo un pequeño ejército de hormigas trabajando en lahierba. Pe-ro incluso cada una de las hormigas levantaba laspatas a su manera.Y sin embargo, lo más curioso de todo fue lo que vio cuando sevolvió a levantar y miró a Alberto, que seguía de pie delante de lacabaña. En Alberto vio a una persona ex-traña era como un ser deotro planeta, o como un perso-naje de otro cuento. Al mismotiempo sentía de una ma-nera insólita que ella misma era unapersona única. No era solamente un ser humano, no erasolamente una chica de quince años. Era Sofía Amundsen y sóloella era eso.–¿Qué ves? –preguntó Alberto.–Veo que eres un tipo raro.–¿Ah sí?–Creo que nunca llegaré a entender lo que es ser otra persona,porque no hay ninguna persona en todo el mundo que seaidéntica a otra.–¿Y el bosque?–No está relacionado entre sí. Es como un universo entero demaravillosos cuentos.–Entonces es como pensaba. La botella azul es el in-dividualismo.Es por ejemplo la reacción de Sören Kierke-gaard a la filosofíaunitaria del Romanticismo. Pero tam-bién lo es otro danéscontemporáneo de Kierkegaard, el famoso autor de cuentos H. C.Andersen. Él tenía una vista muy aguda para la increíble riquezade detalles de la natu-raleza. El filósofo alemán Leibniz habíavisto lo mismo cien años antes. Él había reaccionado contra lafilosofía unitaria de Spinoza, de la misma manera que SörenKierke-gaard reaccionó contra Hegel.–Estoy escuchando lo que dices, pero al mismo tiempo te veo tanraro que me entran ganas de reírme.–Entiendo. Entonces debes beber un poco de la bo-tella roja. Sentémonos aquí, en el escalón. Hablaremos un poco deKierkegaard antes de dejarlo por hoy.Sofía se sentó en el escalón junto a Alberto y bebió un pequeñotrago de la botella roja. Ahora las cosas volvie-ron a juntarse. Dehecho, casi se fundieron demasiado, porque de nuevo Sofía tuvola sensación de que ninguna diferencia tenía importancia.Entonces volvió a meter la lengua en el cuello de la botella azul, yel mundo volvió a ser más o menos como era antes de que Aliciase presen-tara con las dos botellas.–¿Pero qué es lo verdadero? –preguntó Sofía–. ¿Es la botella roja oes la azul la que proporciona la vivencia correcta?–Tanto la azul como la roja, Sofía. No podemos de-cir que losrománticos se equivocaron, porque sólo existe una realidad. Peroa lo mejor fueron un poco maniáticos.–¿Y la botella azul?–Creo que es la botella de la que Kierkegaard habría bebidolargos sorbos. Al menos valoraba enormemente la importanciadel individuo. No somos solamente «hijos de nuestra época».Cada uno de nosotros también es un indi-viduo único que vivesolamente esta única vez.–A Hegel esto no le había importado gran cosa, ¿verdad?–No, a él le interesaban más las grandes líneas de la Historia. Yprecisamente esto indignó a Kierkegaard, que pensaba que tantola filosofía unitaria de los románticos, como el historicismo deHegel, habían ahogado la responsa-bilidad del individuo sobre supropia vida. Para Kierkegaard, Hegel y los románticos eran más omenos la misma cosa.–Comprendo que se enfadara.–Sören Kierkegaard nació en 1813 y fue educado muyseveramente por su padre, de quien también había heredado sumelancolía religiosa.–No suena muy bien.–Precisamente por su carácter triste y melancólico, se sintióobligado a romper un compromiso matrimonial, lo que fue muymal visto por la burguesía de Copenhague. De ese modo, prontose convirtió en un hombre marginado y burlado, aunque con eltiempo aprendió a defenderse. Se convirtió cada vez más en loque Ibsen llamaría más ade-lante un "enemigo del pueblo».–¿Por haber roto el compromiso?–No, no sólo por eso. Fue, sobre todo, porque al fi-nal de su vidaelaboró una intensa crítica cultural. «Toda Europa camina haciala bancarrota», dijo. Pensaba que vivía en una época totalmente carente de pasión y dedica-ción. Reaccionó especialmente contrala falta de entusias-mo dentro de la Iglesia, y criticó vivamente loque nosotros llamamos «religión de domingo».–Hoy en día se podría hablar de «religión de la confirmación». Lagran mayoría de los jóvenes de hoy se confir-man sólo por losregalos que van a recibir.–Pues eso es. Para Kierkegaard el cristianismo era tan abrumadory tan irracional que tenía que ser «lo uno o lo otro». No se puedeser «un poco» cristiano, o «hasta cierto punto». Porque o Jesúsresucitó el Domingo de Pas-cua o no. Y si realmente resucitó deentre los muertos por nosotros, esto es entonces tan inmensoque tiene que inun-dar nuestras vidas.Entiendo.Pero Kierkegaard observó que tanto la Iglesia como la mayoríade la gente tenían una postura de sabelotodo ante las cuestionesreligiosas. Para Kierkegaard la religión y la razón eran comofuego y agua. No basta con creer que el cristianismo es lo«verdadero». La fe cristiana consiste en seguir las huellas deCristo.–¿Qué tenía que ver esto con Hegel?–Puede que hayamos empezado por el final.Entonces sugiero que des marcha atrás y arranques de nuevo.Kierkegaard empezó a estudiar teología cuando contaba sólo 17años, pero poco a poco se iba interesando cada vez más por lascuestiones filosóficas. A los 27 años, presentó su tesis sobre elconcepto de la ironía, en la que se despachó a sus anchas contrala ironía romántica y con-tra el juego sin compromiso de losrománticos con la ilu-sión. Como contrapartida a esta forma deironía puso la «ironía socrática». También Sócrates habíaempleado la iro-nía como recurso, pero en su caso fue paraprovocar una seria reflexión. Al contrario que los románticos,Sócrates era lo que Kierkegaard llamaba un «pensadorexistente», es decir, un pensador que incluye toda su existenciaen su re-flexión filosófica.–Bien.–Tras romper su compromiso matrimonial, Kierkegaard semarchó en 1841 a Berlín, donde asistió a las clases de Schelling,entre otras.–¿Llegó a conocer a Hegel?–No, Hegel había muerto diez años antes, pero su espíritu seguíasiendo el dominante, tanto en Berlín como en muchas partes deEuropa. Su «sistema» se utilizaba co-mo una especie de explicación total a toda clase de cues-tiones. Kierkegaard señalóque las «verdades objetivas» por las que se interesaba lafilosofía hegeliana no tenían ninguna importancia para laexistencia del individuo.–¿Y cuáles son las verdades importantes o esenciales?–Más importante que la «Verdad con V mayúscula» es, segúnKierkegaard, encontrar la «verdad para mí». De esa maneracolocó al individuo contra el «sistema». Kier-kegaard opinaba queHegel se había olvidado de que él mismo era un ser humano. Asídescribe al típico profesor hegeliano: «Mientras el meditabundo yrespetado señor profesor explica la totalidad de la existencia, seolvida, en su distracción, de cómo se llama, de lo que es un serhu-mano, simplemente un ser humano, no unos ficticios 3/8 depárrafo».–¿Y qué es un ser humano según Kierkegaard?–Es una pregunta que no se puede contestar genera-lizando. ParaKierkegaard no tiene ningún interés hacer una descripcióngeneral de la naturaleza o del ser humano. Es la existencia decada uno la que es esencial. Y el hom-bre no percibe su propiaexistencia detrás de un escritorio. Cuando el ser humano actúa, yespecialmente cuando toma importantes decisiones, es cuandose relaciona con su propia existencia. Se cuenta una anécdotasobre Buda que puede ilustrar lo que quería decir Kierkegaard.–¿Sobre Buda?–Sí, porque también la filosofía de Buda tomó como punto departida la existencia del hombre: érase una vez un monje quepensaba que Buda daba respuestas muy poco claras a preguntasimportantes sobre lo que es el mundo y lo que es el hombre.Buda contestó con un ejem-plo de un hombre herido por unaflecha venenosa. El he-rido no preguntaría por curiosidadintelectual de qué es-taba hecha la flecha, qué veneno tenía odesde qué ángulo había sido disparada.–Más bien desearía que alguien le sacara la flecha y le curase laherida.–¿Verdad que sí? Eso es lo que era existencialmente importantepara él. Tanto Buda como Kierkegaard tenían una fuertesensación de existir sólo durante un breve ins-tante. Y como yahemos señalado: entonces no se sienta uno detrás de unescritorio para meditar sobre la natura-leza del espíritu universal.–Entiendo.–También dijo Kierkegaard que la verdad es «subje-tiva». Pero noquería decir con ello que da lo mismo lo que creamos u opinemos. Quería decir que las verdades real-mente importantesson personales. Solamente esas verda-des son «una verdad paramí».–¿Puedes ponerme un ejemplo de una verdad subje-tiva?–Una cuestión importante es, por ejemplo, la de si el cristianismoes lo verdadero. Esta no es una cuestión an-te la que se puedatomar una postura teórica o académica. Para uno que «seentiende a sí mismo en términos de exis-tencia», se trata de vidao muerte. No es algo que uno se siente a discutir por discutir. Esalgo que uno trata con la máxima pasión y fervor.–Entiendo.–Si te caes al agua no adoptas una postura teórica ante lacuestión de si te vas a ahogar o no. En ese caso no es«interesante» ni «poco interesante» si hay cocodrilos en el agua.Es cuestión de vida o muerte.–Pues sí.–Tenemos que distinguir entre la cuestión filosófica de si existeun dios y la relación del individuo con la misma cuestión. Antecuestiones de este tipo, cada indivi-duo se encuentra totalmentesolo. Y a preguntas semejan-tes sólo nos podemos aproximarmediante la fe. Las cosas que podemos saber mediante la razónson, según Kierke-gaard, completamente inesenciales.–Eso me lo tienes que explicar mejor.–8 + 4 = 12, Sofía. Eso es algo que podemos saber con seguridad.Es un ejemplo de esas «verdades de la razón» de las que todoslos filósofos después de Descartes se habían ocupado. ¿Perodebemos incluirlas en nuestras oraciones? ¿Son cosas sobre lasque meditaremos cuando estemos a punto de morir? No, lasverdades de ese tipo pueden ser «objetivas» y «generales», peropor ello también resultan totalmente indiferentes para laexistencia de cada uno.–¿Y la fe?–No puedes saber si una persona te ha perdonado cuando hashecho algo malo. Precisamente por eso es im-portante para tiexistencialmente. Es una cuestión con la que tienes una relaciónviva. Tampoco puedes saber si otra persona te quiere o no. Sóloes algo que puedes creer o es-perar. Pero eso es más importantepara ti que el que la suma de los ángulos de un triángulo sea 180grados. Y nadie piensa precisamente en la «ley causal», ni en las«formas conceptuales», en el momento de recibir su primer beso.–No, sería de locos.–Ante todo es importante la fe cuando se trata de cuestiones religiosas. Kierkegaard escribió: «Si puedo entender a Diosobjetivamente no creo; pero precisamente porque no puedo, poreso tengo que creer. Y si quiero con-servarme en la fe, tendréque cuidarme siempre de conser-var la incertidumbre objetiva,de estar a 70.000 fanegas de profundidad en esta incertidumbreobjetiva, y sin embargo creer».–Me parece que lo expresa de un modo un poco pe-sado.–Anteriormente muchos habían intentado probar la existencia deDios, o al menos captaría con la razón. Pero si uno se da porsatisfecho con ese tipo de pruebas de Dios o argumentos de larazón, se pierde lo que es la propia fe, y con ello también elfervor religioso. Porque lo esencial no es si el cristianismo es ono lo verdadero, sino si es lo ver-dadero para mí. En la EdadMedia esta misma idea se ex-presó mediante la fórmula «credoquia absurdum».¿Ah sí?Significa:«Creo porque es absurdo». Si la religión cristianahubiese apelado a la razón, y no a otras partes de nosotros,entonces no se habría tratado de una cuestión de fe.–Eso ya lo he entendido.–Hemos visto lo que Kierkegaard entendía por «exis-tencia», loque entendía por «verdad objetiva» y lo que incluía en elconcepto «fe». Estos tres conceptos se formula-ron como unacrítica de la tradición filosófica, y especial-mente de Hegel. Perotambién contenía una crítica de toda una cultura. En lasmodernas sociedades urbanas, el ser hu-mano se habíaconvertido en «público», decía Kierkegaard, y la característicamás destacada de la multitud era toda esa «palabrería» sincompromiso alguno. Hoy en día a lo mejor utilizaríamos laexpresión «conformismo», es decir que todo el mundo opina ydefiende lo mismo, sin tener ningu-na relación apasionada con eltema en cuestión.–Estoy pensando que tal vez Kierkegaard podría ha-ber dichoalgunas verdades a los padres de Jorunn.–Pero no era siempre tan indulgente en sus aprecia-ciones. Teníauna pluma aguda y una ironía amarga. A ve-ces lanzaba sutilezastales como que «la multitud es la mentira» o que «la verdadsiempre está en la minoría». señalaba además que la mayor partede la gente tenía una relación de juego con la existencia.–Una cosa es coleccionar muñecas Barbie, pero es casi peor queuna misma sea una muñeca Barbie...–Lo cual nos lleva a la teoría de Kierkegaard sobre las tres fases en el camino de la vida.¿Qué has dicho?Kierkegaard opinaba que existen tres actitudes vi-talesdiferentes. Él utiliza la palabra fases y las llama «fase estética»,«fase ética» y «fase religiosa». Utiliza la palabra «fase» paramarcar que se puede vivir en las fases inferiores y de pronto darel salto» hasta una fase superior. Pero mu-cha gente vive en lamisma fase toda la vida.–Apuesto a que pronto llegará una explicación. Además empiezoa sentir curiosidad por saber en qué fase me encuentro yo.–Quien vive en la fase estética vive el momento y busca en todomomento conseguir el placer. Lo que es bueno es lo que eshermoso, bello o grato. En ese aspecto se vive totalmente en elmundo de los sentidos. El estético se convierte en un juguete desus propios placeres y esta-dos de ánimo. Lo negativo es lo«aburrido», lo «pesado».–Pues sí, conozco bien esa actitud.–El típico romántico es por lo tanto el típico esté-tico. Porque nose trata solamente de placeres sensuales. También quien tieneuna relación de juego con la realidad, por ejemplo, con el arte ola filosofía con los que él o ella trabajan, vive en la fase estética.Se puede tener una relación estética o de «observador» inclusocon el dolor y el sufrimiento. Es la vanidad la que domina. Ibsendibujó al típico estético en su personaje Peer Gynt.–Creo que entiendo lo que quieres decir.–¿Te reconoces?–No del todo. Pero me recuerda un poco al mayor.–Quizás sí, Sofía... Aunque éste ha sido un ejemplo más de esapegajosa ironía romántica. Deberías enjuagarte la boca.–¿Qué has dicho?–Bueno, tú no tienes la culpa.–¡Sigue!–Uno que vive en la fase estética puede llegar a sen-tir prontoangustia y vacío. Pero en ese caso también hay esperanza. SegúnKierkegaard la angustia es algo casi posi-tivo. Es una expresiónde que uno se encuentra en una «si-tuación existencial». Ahora elestético puede optar por dar el gran «salto» hasta una fasesuperior. Pero o sucede o no sucede. No sirve de nada estar apunto de saltar si no se hace del todo. Aquí se trata de un «o louno o lo otro». Pero nadie puede dar el salto por ti. Tú mismotienes que elegir.–Eso me recuerda un poco a lo de dejar de fumar o de consumir droga.–Sí, tal vez. Al describir esta «categoría de la deci-sión»Kierkegaard nos recuerda a Sócrates, que señaló que todoverdadero conocimiento viene desde dentro. También la elecciónque conduce a que un ser humano salte de una actitud vitalestética a una actitud vital ética o religiosa tiene que surgirdesde dentro. Esto lo describe Ibsen en Peer Gynt. Otradescripción magistral de cómo la elección existencial emana deuna desesperación y miseria interiores la ofrece Dostoievski enla gran novela Crimen y castigo.–En el mejor de los casos se elige otra actitud vital.–Y de esa manera a lo mejor se empieza a vivir en la fase ética, lacual se caracteriza por la seriedad y eleccio-nes consecuentessegún criterios morales. Esta actitud ante la vida puede recordara la ética del deber de Kant. Se in-tenta vivir de acuerdo con la leymoral. Igual que Kant, Kierkegaard pone su atención ante todo enla disposición mental de la persona. Lo esencial no esexactamente lo que uno opina que es lo correcto y lo que unoopina que es malo. Lo esencial es que uno elija tener una actitudante lo que es «correcto o equivocado». Lo único que le interesaal estético es si una cosa es «divertida o aburrida».¿Y no se corre el riesgo de convertirse en una per-sonademasiado seria viviendo de este modo?–Pues sí. Según Kierkegaard tampoco la «fase ética» es la mássatisfactoria. También en la fase ética puede uno llegar aaburrirse de ser tan cumplidor y minucioso. Muchas personas,cuando se hacen mayores, llegan a ex-perimentar una gransensación de cansancio. Algunos pue-den volver a caer en la vidade juego de la fase estética. Pero algunos dan un nuevo saltohasta la fase religiosa, al-canzando así «la profundidad de 70.000 fanegas» de la fe. Eligen la fe ante el placer estético y losdeberes de la razón. Y aunque puede ser «terrible caer en lasmanos del Dios Vivo»., como expresa Kierkegaard, es cuando porfin el ser humano encuentra la conciliación.–El cristianismo.–Sí Para Kierkegaard, la «fase religiosa» era la reli-gión cristiana.Pero también tendría una gran importancia Para pensadores nocristianos. En el siglo XX surgió una ex-tensa «filosofíaexistencialista» inspirada en el pensador danés.Sofía miró el reloj.Son casi las siete. Tengo que irme corriendo. Habrá que oír amamá.Dijo adiós con la mano a su profesor de filosofía y bajó corriendoal agua y al bote.  


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