Capítulo 1.

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El tiempo dio un grito. Un grito que hizo que todos se parasen, a escuchar con mucha atención, como susurraba el viento en esta estruendosa mañana de Marzo.
No, el grito no era del tiempo, y el susurro no era del viento.
El chillido que habíamos escuchado todos en el pasillo, venía de Alexandra. Esa chica de pelo rizado y medio moreno (digo medio moreno porque se lo había quemado de tanto planchárselo). Nadie le prestó demasiada atención, pero yo no paraba de mirarla.
Fuimos amigas en tercero de primaria, y ahora ni me mira. Bueno, miento. Sí que lo hace, pero solo en ocasiones, cuando habla mal de mi con sus amigas las pelo quemado.
Su sonrisa mostraba una alegría descomunal, y sus ojos la seguían. Era preciosa, pero estúpida.
-¡Luna!
Me giro. Una chica pequeña me miraba con una sonrisa demasiado grande para tan solo haberme visto a mi, en este instante.
-¿Quién eres?
-Escuché lo que has escrito en la clase lengua.¡Es genial!
Cierro mi taquilla y comienzo a andar. Lo último que quiero es que alguien venga y me diga que le firme un autógrafo.
-Sí, los que van a mi clase lo han escuchado también.- le dije, sin darle importancia a ninguna de sus palabras.
-Yo voy a tu clase...
La chica siguió mis pasos, al lado. Aunque le era casi imposible seguir mi ritmo, ya que sus piernas eran tan cortas que se lo impedían.
-Esa cita... Como era...- buscó entre sus apuntes.
-¡¿Has apuntado mi poema?!
-¡No, no! Tan solo esa frase...¡Aquí!
Intenté pararla, pero era demasiado tarde, había comenzado a citarla.
-"Quizá la vida sea otra manera de auto-tortura"
Anduve más deprisa aun, intentando escapar de esa niña.
Ella empezó a correr.
-¿Como se te ocurrió?
Paré en seco, cogí aire, y, tranquilamente, respondí:
-Está claro que no se me ocurrió con una niña pesada que no para de seguirme.
Puse los ojos en blanco, y me fui. Gracias a Algo, no volvió a por mi.
Entré en la biblioteca, y empecé a leer de nuevo el poema veinte de Pablo Neruda.
A los minutos de haber terminado, un chico de pelo castaño coge el mismo libro que estoy leyendo yo y se sienta en una de las mesas de enfrente.
Le observé por encima del libro. Sus facciones eran casi perfectas, pero había algo que echaba para atrás.
Entonces, él alza la mirada hacia mi, y yo no la aparto. No veo por qué debería hacerlo.
Siempre me ha gustado fijarme en la mirada de los demás, y ninguna me había enganchado tanto como aquella. Tenía algo que me resultaba extraño.
Nos quedamos así unos segundos. Un escalofrío me recorre toda la espalda y decido levantarme, coger mi mochila, dejar el libro, y salir de la biblioteca.
Volveré mañana, cuando ese chico no esté allí, observándome.

Mirando A La Luna.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora