Tiempo.

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Respirar hondo, apretar los puños y soltar en un suspiro ahogado un grito de ayuda a ese personaje protagonista de tantas historias llamado tiempo, y que tan pocas veces echa una mano, no le gusta encariñarse, pero que es fiel a si mismo; sabe que nada se dejará en el tintero. Él y yo somos cómplices en silencio, espectadores de lo que pasa, observadores de cada latido que se escucha a lo lejos. Latido engañado; puñal en el corazón. Temerosos de decir, que se pare el mundo, o simplemente este instante, hemos hallado un puntada mal cosida. Una tara que afea ese vestido de ilusión construido de sin sentidos y mariposas disfrazadas de murciélagos. No sangran las palabras, ni siquiera los hechos, sangra el pensamiento, el saber y no poder. Acaba desbordándose, mojando hasta el último centímetro de piel, calando intensamente hasta los huesos. Y de vuelta volvemos a respirar hondo, a apretar los puños y a soltar en un suspiro ahogado; por favor, pon todo en su lugar.

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