Capítulo 9

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Y ahí estábamos. Hacía dos semanas que había tenido la pelea y ahora era víspera de Navidad. Nos encontrábamos mis padres y yo junto a la tía Marie y sus hijos Josh y Caleb; el tío John, su esposa Ane y sus hijas Rose y Aine (no pudieron ser más originales); y la tía Bety, su esposo (de quien ni recuerdo el nombre) y su hijo Sebastian. Éste último no era mucho de mi agrado pues siempre  que venían de visita se me insinuaba en cada oportunidad. Que un primo tuyo, quien lleva tu sangre corriendo en sus venas, haga eso no es nada normal. Incluso me causa gracia lo desesperado que se nota al tratar de llamar mi atención.

Ahora que estábamos todos los primos reunidos en el patio, planeabamos jugar escondite para matar el tiempo mientras llegaban las doce. A Rose le tocó buscar por lo que corrimos muy a prisa a encontrar los mejores escondites. Para suerte mía, me escondí en un lugar muy cerca de Sebastian sin darme cuenta y el chico al darse cuenta, se acercó mucho más a mí. «¡¿Qué rayos le pasa?!» «¡Aine, reacciona! ¡Están a punto de violarte!» Y cuando me di cuenta, estaba pegada contra la pared mientras Sebastian se acercaba a mí con los labios estirados. Lo único que había a mi alcance era una raqueta de tenis, así que la use para golpear su cara... un par de veces. Asustada corrí al otro extremo del patio y me tendí en una silla mientras Rose decía “te encontré, te encontre eufórica. Cuando recuperé la razón, volví al lugar donde Sebastian se escondía, y para sorpresa mía, el chico ya no estaba así que supuse que entró a la casa y también lo hice. Cuando entré a la sala, lo encontré "llorando" con un labio hinchado y relatando una historia donde yo lo había acorralado y obligado a besarme y como él no se dejaba, había mordido su labio hasta hacerlo sangrar y le había pegado con una raqueta salvajemente por todo el cuerpo.

“Y te atreves a inventar ésta historia después de todo éste tiempo que llevas acosándome”, dije. “Vaya forma de evadir un rechazo, primo”. “Me das asco”.

Cuando pronuncié la palabra "primo", fue como si escupiera los restos de una comida asquerosa. Odiaba revelar todo lo que él había estado haciendo, pero era hora de que un adulto controlara la situación. Pero para mi sorpresa, todos le creyeron a Sebastian su estúpida versión de los hechos y toda la familia se fue antes de las doce, incluso mis padres quienes acompañarían a Sebastian y sus padres para revisar sus heridas. Me dejaron sola y encerrada, no sin antes quitarme mi celular (de nuevo) y todos los permisos existentes y por existir.

“Maldita Navidad, maldito primo, malditas hormonas...

AineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora